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Africa mía

La vida de una prostituta ligada a la historia de un país.

16 de octubre de 1989


"Jagua Nana". Cyprian Ekwensi.
Novela. Editorial Alcor. 224 páginas.
Jagua Nana vive en Lagos, Nigeria. Proviene de la tribu de los ibos. Aunque ya pasó los 50 años sigue siendo, con su cuerpo de caderas anchas, senos generogos y nalgas enormes, una de las prostitutas más solicitadas por los hombres de negocios y los extranjeros que llegan a esa devastadora ciudad. Jagua Nana es ambiciosa, cruel, tratando de sobrevivir a su propia leyenda y está aferrada al cuerpo y la soledad de un maestro, quien acepta compartirla con otros porque jamás podrá comprarle los escandalosos y provocativos trajes que ella luce todas las noches en el "Tropicana", en una atmósfera violenta.
Jagua Nana, con su vida feroz, con sus peleas cotidianas, con sus escenas de celos y ternura, es la protagonista de esta sorprendente novela escrita por Cyprian Ekwensi, uno de los más destacados narradores nigerianos, revelado ahora por la colección "Las otras culturas" de la Editorial Alcor, la misma donde autores turcos, indios, italianos y de otras nacionalidades descubren mundos hasta ahora ocultos. La literatura africana (por lo menos entre los lectores colombianos) es poco conocida y, con excepción de autores como Leopold Senghor y Ousmane Sembene, entre otros, siempre había sido escamoteada por editores y libreros.
La historia violenta de Jagua Nana es también la historia de un país como Nigeria y en especial una ciudad como Lagos. Sujeta a políticos inescrupulosos, comerciantes desmedidos, funcionarios hipócritas, intelectuales mediocres y otros personajes que pasan sobre el cuerpo de la envejecida mujer, Lagos emerge como una réplica vergonzante de Babilonia, y la prostituta ajada, sobreviviendo al deseo que todavía inspira en los demás, es el símbolo de la decadencia moral y afectiva de todo un pueblo. La lección de la novela, escrita con un lenguaje simple pero vigoroso, es que, después de su liberación del predominio extranjero que les impuso otros dioses, otra lengua, otras comidas, otros trajes, otros colores, los nigerianos están sometidos a un nuevo colonialismo, el de su propia ceguera en medio de tanto caos. Por eso todos intentan aprovechar los escasos estertores de opulencia, por esto todos quieren salir de los tugurios y vivir en las zonas más agradables, por esto los negros imitan lo peor de los blancos, esclavizándose a conciencia. Por eso Jagua Nana, la mujer felina, explota a los turistas y los lleva a su habitación, aunque al otro lado de la puerta un tímido maestro espere, muerto de los celos, a que pase el ritual del sexo.
"Ir tirando". Philip K. Dick.
Novela. Editorial Alcor. 282 páginas.
Si el lector tuvo la oportunidad de mirar, en cine o video, la película Blade Runner, entonces el nombre del escritor norteamericano Philip K. Dick (1928-1982) no le será desconocido. Era un ser extraño que se casó cinco veces, tuvo tres hijos, megalómano y solitario, con frecuencia sostenía que si no era Dios, merecía serlo. Sabía el valor de su obra, especialmente en el campo de la cienciaficción y su popularidad fuera de Estados Unidos comenzó sólo con la aparición de la película de Ridley Scott. Con su novela "Ir tirando", Dick ha logrado un retrato cruel y despiadado del mitico "sueño americano", es decir, la prosperidad asegurada, el futuro sin sobresaltos, la casa repleta de objetos y la cabeza sobre la almohada. Es la historia de un matrimonio, el de Virginia y Roger Lindhal, con un hijo, Gregg.
El elemento principal de esta novela es la ferocidad. Detrás de esa apariencia doméstica que reflejan las actividades y sentimientos externos de la pareja, se oculta la mayor frustración. Esas emociones son descargadas en el niño, a quien someten a una serie de presiones injustas. Virginia y Roger jamás debieron vivir juntos.
Cada uno tiene un concepto totalmente opuesto de lo que significan la vida y sus pequeños triunfos. Atraviesan toda clase de dificultades, se ayudan, se acompañan, hacen el amor y crían al hijo de una manera automática, tratando de lastimarse la menos posible. Se necesitan mutuamente pero no se aman, existen numerosos vacíos en todos esos años de privaciones y sufrimientos. Intentan mejorar su nivel de vida pero chocan cuando escogen la dirección que deben seguir. Las primeras páginas de la novela son duras, amargas, llenas de dolor y soledad, con esa madre que recorre una interminable extensión de caminos para que el hijo llegue hasta el colegio-internado campestre donde podrá liberarse del asma que lo agobia y para que ellos mismos se liberen del chico. Cuando Virginia descubre que el marido se acuesta con una vecina, se enfurece y siente celos destructores, pero no por amor sino por defender ese pequeño y doméstico universo que funciona como un reloj.
Cruel, sincero, conocedor del alma humana como pocos, revelador, acusador y patético, así emerge el desaparecido escritor que fue capaz de concebir estos personajes que existen, que provocan millones y millones de conflictos, conflictos que todos los días estallan, aparentemente sin consecuencias, para que el "sueño" prosiga, como el de los robots en la línea de ensamblaje.