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AJUSTE DE CUENTAS

En "El amante", Marguerite Duras descubre el lado oculto de su adolescencia

24 de junio de 1985

"El Amante" lo escribí sin proponérmelo, surgió.
Quería hacer un álbum de fotos para mi hijo, un álbum de fotos mías, antiguas. Y al ir juntando las fotos empecé a escribir, y de pronto me encontré con 100 páginas escritas. Iba escribiendo sobre las fotos, escribía sobre lo que había sucedido y no había escrito antes, era una especie de ajuste de cuentas entre lo que había sucedido y lo que había escrito al respecto, un ajuste de cuentas conmigo misma a propósito de mi infancia.
Tenía ganas de decir la verdad porque de repente decirla se me apareció como una tentación extraordinaria. No abordé el estilo, no pensé en la manera en que la escribía, y cuando empecé a escribirlo sentí simplemente que el libro era el modo de escribirlo.
Créía que no escribía, no recuerda haber "hecho el escritor", como dicen los italianos".
De pronto, como si se hubiera frotado la lámpara maravillosa, Marguerite Duras empezó a ser nombrada en las tertulias literarias, en los corrillos de comentaristas callejeros, en las estanterías de las viejas librerías parisinas, en los titulares de primera página de los suplementos dominicales, en los noticieros de televisión, en las entrevistas de revistas especializadas. El ambiente fue creciendo, se fue extendiendo, como una. onda atómica, un cataclismo de expectativa por un libro que empezaba a cundir pánico por ser leído. Pero ese lector de emociones jamás supo que Marguerite Duras ya había dejado para la historia de la Literatura Universal 19 novelas. Como, Le Barrage contre le Pacifique, escrita 5 años después de haber culminado la 11 Guerra Mundial, que se convirtió en su primer éxito reconocido por la crítica, lo que no su cedió con su primer original Les im pudents en 1943, que quedó como flotando en el ambiente. Y a esas al turas ya se había casado dos veces; 1 primera en 1939 con Robert Alteme la segunda en 1942 con Dionys Mas colo; tuvo un hijo quien más tarde como ella, pertenecieron al PCF oportunidad que aprovechó para escribir El square: "un libro marxista sobre la teoría de las necesidades".
Después vinieron Moderato Cantabile, Détrui, dit elle (1969), La ravisement de Lol. V. Stein (1964) y La maladie de la mort (1982), ¡extraordinaria! por su forma, su estructura, su transparencia. Además escribió guiones para 18 películas pero la más importante, la que la colocó en las grandes fichas de la cinematografía mundial fue Hiroshima mon amour.
Escribió 18 obras teatrales y algunos libros de ensayo con temas diferentes como el existencialismo, el fascismo, la vida y la muerte.
Pero fue "El amante", precisamente "El amante", el que le permitió cruzar las fronteras de su país y el mismo Atlántico para que fuera reconocida, admirada y asediada por millares de lectores (700 mil en Francia y 200 mil en España) que querían conocer a la amante, a la protagonista. "No sé, para mí es un misterio lo que ha sucedido con "El amante". Y para mis editores, también. No sé, no sé por qué esta novela ha llegado a un público más amplio que mis libros anteriores. He sido catapultada como una "star". Debo decir que esta exposición de mi persona, esta especie de sacralización está más cerca de la muerte que todo lo que he vivido hasta el presente. Es algo que no he deseado, que no he buscado y que me llega así, de repente, desde el exterior, igual que la muerte. Es una disposición respecto a los demás, me llaman de Nueva York, o de Tokio, o de mil lugares distintos para que asista a la salida del libro. Esta solicitud es una solicitud exterior como la de la muerte".
"El amante" se inicia casi con brusquedad "Un día, ya entrada en años, en el vestíbulo de un edificio público, un hombre se me acercó. Se dio a conocer y me dijo: "La conozco desde siempre. Todo el mundo dice que de joven era usted hermosa, me he acercado para decirle que en mi opinión la considero más hermosa ahora que en su juventud, su rostro de muchacha me gustaba mucho menos que el de ahora, devastado". Y se inicia la historia de la "pequeña blanca". De quince años (apenas quince años), huérfana de padre, con una madre atormentada por ramalazos de locura a la que adora y odia al mismo tiempo y dos hermanos que despiertan en ella sentimientos enconados, se convierte en amante de un rico heredero chino. Es pues la historia de un amor y, a la vez, de un cruel desamor. De nuevo emerge aquí el mal de la muerte (la Duras siempre le ha huido a la muerte, la incapacidad de amar con sentimiento de absoluto). La muchacha francesa y el joven oriental viven juntos una apasionada aventura de exaltación de los sentidos, pero ella confiesa no poder amar a su pareja, se niega a pronunciar la palabra mágica que por otra parte no aflora a sus labios, y él es un hombre poseído por el miedo que en los instantes álgidos se refugia en el cuerpo muelle de la muchacha y llora.
Paradójicamente, ambos identifican el amor inalcanzable con la muerte (otra vez la muerte). El amor, el miedo y la muerte, son las tres constantes del texto. El triángulo se resuelve en odio hacia lo que para ellos resulta inabordable.
Marguerite Duras (recordemosla además en " Los caballitos de Turquía" y "El hombre sentado en el pasillo") dice que "El amante" no es una autobiografía: "Es lo contrario de una biografía. Los periódicos han dicho que es una autobiografía, pero no es verdad; no lo es, aunque lo que aparece en el texto haya ocurrido en la realidad. No es autobiografía ni confesión. Es lo contrario. El libro confesional como, por ejemplo, "Las confesiones", de Rousseau, reclama el juicio del lector. Mi libro no reclama nada. En él no hay nada que juzgar.
Todos los personajes son inocentes.
Incluso el hermano mayor, al que odio. Tampoco el libro es una historia amorosa, pues la protagonista no busca el amor, busca el deseo, un deseo más fuerte que ella misma. Y busca la libertad".
Biografía o no, es evidente que "El Amante" habla de una persona real que vivió verdaderamente sus "confesiones" y que ante todo como ella misma advierte, "tenía ganas de decir la verdad" Jorge Consuegra -
LOS BESOS EN EL CUERPO HACEN LLORAR
La traducción no es buena. Es una lástima. No se debiera presentar de esta manera un libro, pero es que de verdad la traducción no es buena. Y es una lástima, porque el libro es un prodigio. Ana María Moix, la traductora, es una esforzada escritora catalana a quien visiblemente le cuesta cierta dificultad leer en francés, o escribir en español, o las dos cosas. Y es una lástima. Hay atenuantes. Este libro es un poema--y ya sabemos que es muy difícil traducir poesía--. Es un poema en el buen sentido del término: dice lo que quiere decir--lo que salió dicho al decirlo--sin fiorituras, sin adornos (salvo los del arte).
En una prosa límpida de acero, y sin que nada sobre, ni nada sea mentira.
Cómo será de bueno este poema de Marguerite Duras, "El Amante", que aguanta entero y sin empañarse la transcripción laboriosa del francés al catalán, del catalán al castellano que ha fabricado --que no ha escrito- Ana María Moix.
La historia es simple. Una niña blanca de quince años y medio en las colonias francesas de Indochina, un amante rico pero chino, socialmente vergonzoso para la familia: pero es el deseo. Como reproducción literaria --no literal--del deseo, existen pocos libros semejantes "Los besos en el cuerpo hacen llorar". Y hay pocos escritores capaces de reproducir de manera tan verdadera la memoria.
No la memoria morosa y complacida de Proust, en largas frases irisadas y serpenteantes. Sino la memoria lancinante de cómo fueron las cosas, recordadas de repente no en su estructura ni en su desarrollo sino en el ful gor de su esencia. No el tiempo perdido, sino el tiempo huido, que se deshizo al escapar, que nunca va a volver: nunca habrá un tiempo recobrado. Los quince años y medio, el calor súbito del deseo sexual, el mugido tremendo de la sirena de un barco que se despide de la tierra, la irrecuperable atmósfera de calor y humedad de las colonias de antes de la guerra, de épocas para siempre dejadas, perdidas, huidas más bien: como el Mekong, que arrastra todo lo que le sale al paso, toda la selva, con tigres y con islas de jacintos, con cadáveres de ahogados y con búfalos, arrastrados por el poder vertiginoso de la corriente sin darles tiempo a que se hunda. "Todo queda en suspenso en la superficie de la fuerza del río".
Así sucede con este libro: todo queda en suspenso en la superficie de la fuerza del texto.
No hay embellecimiento en este texto, ni brumas "artísticas", ni adornos de estilo. No hay más que lo que hay, dicho en una prosa metálica que resiste inclusive la traducción de Ana María Moix. La muchacha de quince años y medio con sus senos de niña y su sombrero de hombre y sus labios pintados para el amor en el tansbordador que cruza el río. Y el río que lleva vidas, recuerdos, aguas, hacia el Pacífico. Es más que suficiente.
(Nota final de irritación contra la traductora: de las doce o quince frases breves del párrafo con que termina el libro--que no es un párrafo cualquiera: es el párrafo final--faltan en la traducción dos frases esenciales para el tono, esenciales para el ritmo, esenciales para esa mágica precisión del lenguaje que hace que las cosas se sostengan suspendidas en la superficie de la tensión del texto: "Y también por lo del hermano menor, que lo había sentido mucho por ella. Y después ya no supo qué más decirle"). -
Antonio Caballero -