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AL MEJOR POSTOR

Las cifras de Christie's y Sotheby's demuestran que, al menos en subasta, el mercado de arte latinoamericano se acerca cada vez más a su madurez.

16 de septiembre de 1996

En mayo de 1995, en la sede neo-yorquina de Sotheby's, ocurrió uno de los sucesos más esperados desde 1979 cuando la prestigiosa casa de subastas decidió ofrecer el arte latinoamericano como categoría independiente. El boom artístico de Latinoamérica, que de alguna manera había comenzado a buscar su reconocimiento internacional en coincidencia con la irrupción del boom literario, estaba de tal manera latente que sólo hacía falta canalizarlo para que se disparara. El presentimiento de Sotheby's no resultó descabellado. Los resultados primarios fueron tan halagadores que su competencia, la casa de subastas Christie's, se unió a la faena tres años más tarde. El fenómeno creció como una ola y las ventas ascendieron generosas hasta que en mayo de 1990 se hizo realidad lo que pocos habían llegado a imaginar. Por cuenta del chileno Sebastián Matta y la mexicana Frida Kahlo por primera vez una obra latinoamericana sobrepasaba el tope del millón de dólares. Era apenas una insinuación al mundo de que el arte latinoamericano debía tomarse en serio, pues al año siguiente el también mexicano Diego Rivera se encargaría de inaugurar el tope de los dos millones de dólares. Su cuadro Vendedora de flores, subastado por Christie's en 2.970.000 dólares, había alcanzado un punto muy alto que muchos creyeron difícil de superar. Pero una vez más el tope voló en mil pedazos. En mayo del 95, durante la subasta de la colección IBM, organizada por la casa Sotheby's, las obras de Frida Kahlo y Diego Rivera, la pareja más famosa del mundo artístico latinoamericano, brincaron la tapia de los tres millones de dólares. El Autorretrato con chango y loro, de Kahlo, adquirido por un valor de 3.192.500 dólares, se convirtió en la obra más costosa del arte latinoamericano, mientras Baile de Tehuantepec, de Rivera, rematado en 3.082.500 dólares, se ubicó segundo. Mexico barre Las ventas por subasta, que dejan por fuera las cifras de las galerías, no reflejan a ciencia cierta el comportamiento del mercado de arte. Pero no cabe duda de que constituyen un valioso termómetro. Y en este ámbito el líder indiscutible es México. Los manitos no sólo están trepados en las estadísticas de récords sino que se dan el lujo de acaparar casi el 50 por ciento del mercado (ver ilustración). Según los expertos, dos razones fundamentales sustentan el fenómeno. La primera es que México posee una fuerza tan particular en el desarrollo de su identidad artística que su expresión ha trascendido las fronteras. La segunda es que han sido los mismos mexicanos los encargados de cotizar sus obras. "Aparte de la calidad artística comenta Alain Jathièr, representante de Christie's para Venezuela y Colombia el arte mexicano está respaldado por su propio pueblo, una gran cantidad de coleccionistas que no solo creen en sus creadores sino que se encargan de mover las subastas". Pero si México, con cinco representantes entre los 10 artistas más cotizados de Latinoamérica (ver cuadro), es un caso admirable, mayor aún es el de Colombia, que posee el segundo lugar de ventas por países con la presencia casi solitaria de Fernando Botero. Su participación abarca cerca del 90 por ciento del total de ventas colombianas en subasta (ver cuadro), seguido muy de lejos por Alejandro Obregón. Sin embargo el lugar de honor que ocupa Colombia para muchos no debe llamar a engaño. En comparación con países como Cuba, Chile y Argentina, que han logrado colocar en el mercado una buena cantidad de artistas apoyados por compradores vernáculos, los pocos participantes colombianos han tenido que morder el pastel de ventas sin el apoyo de sus coterráneos. "Botero tiene a su favor una obra sólida y significativa, dice Augusto Uribe, representante de Sotheby's para Latinoamérica. Pero sobre todo el apoyo de galerías de prestigio internacional que han sabido promocionar su obra". Según Harry Hanaberg, quien representó en Colombia a Christie's durante seis años, "el de Botero es un fenómeno aislado, porque la verdad es que los colombianos, con escasísimas excepciones, no apoyan su propio arte". Algo que no deja de sorprender si se tiene en cuenta que las subastas neoyorquinas han demostrado, entre otras cosas, que el arte es un negocio rentable. Tan rentable que, de manera similar a la experiencia del mercado del arte impresionista, que alcanzó cifras astronómicas a comienzos de los 90 al punto de que el Retrato del doctor Gachet, de Vincent Van Gogh, fue subastado en la escalofriante cifra de 82 millones de dólares (el cuadro más costoso de la historia del arte), las obras latinoamericanas sufrieron de la especulación irracional. La crisis Quizá por eso el pequeño bajón que han tenido las ventas en los últimos dos años, principalmente como consecuencia de la crisis económica de México, ha servido para observar el mercado del arte latinoamericano en su justa proporción. "De alguna forma la crisis actual ha espantado a aquellos especuladores que trataban a las obras como a acciones de bolsa, dice Alain Jathièr. La crisis ha equilibrado las fuerzas y ahora los verdaderos coleccionistas han encontrado de nuevo en las subastas una buena alternativa de adquisición". La verdad es que las cifras han caído. De un tope de 55 millones de dólares logrados en 1994 se bajó a 44 millones en el 95. Y como van las cosas en el 96, es de esperar que este año apenas alcance a superar la barrera de los 30 millones (ver cuadro). Pero, aun así, todo parece indicar que el mercado del arte latinoamericano, si no ha llegado a su madurez, por lo menos está en la adolescencia. "En los últimos años, comenta Augusto Uribe, hemos notado que los compradores ya no son exclusivamente latinoamericanos. En Alemania, en Bélgica, en Japón y hasta en Suráfrica hay coleccionistas que han comenzado a comprar masivamente. Y eso es el primer paso hacia la adultez".