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ALMAS TORTURADAS

Las dos grandes retrospectivas sobre Vincent Van Gogh y Jackson Pollock reviven el debate sobre por qué los grandes artistas tienen que ser autodestructivos.

16 de noviembre de 1998

En el momento de su muerte, tanto Vincent Van Gogh como Jackson Pollock eran unos fracasados. Van Gogh (1853-1890) vivió su corta vida sumido en la miseria. Dos años antes de suicidarse se cortó la oreja izquierda con una navaja de afeitar y se la entregó a una prostituta pa-ra que la cuidara. En toda su vida no vendió más que dos cuadros. A Pollock le fue mejor, ya que le vendió dos cuadros al Museo de Arte Moderno. En 1949 fue el tema de un reportaje gráfico de la revista Life, cuyo encabezado preguntaba: "¿El más grande pintor vivo de Estados Unidos?". Pero para el verano de 1956 su vida era un desastre. Era alcohólico y se había ido para el hoyo una vez más. Su esposa, la pintora Lee Krasner, se había ido a Europa dejándolo que resolviera su affaire con la estudiante de arte Ruth Kligman. En el transcurso de año y medio no había pintado prácticamente nada. En la noche del 11 de agosto de 1956 se estrelló cuando manejaba en estado de embriaguez y murió, al igual que una pasajera que llevaba, mientras Kligman quedó en estado de gravedad.
En la actualidad Van Gogh es considerado uno de los artistas más famosos de todos los tiempos. En cuanto a Pollock, se le tiene generalmente por el pintor norteamericano más importante del siglo XX. Las grandes realizaciones de estos dos artistas están siendo celebradas actualmente gracias a dos nuevas exposiciones: 'Los Van Goghs de Van Gogh: obras maestras del Museo Van Gogh de Amsterdam', que presenta hasta el 3 de enero la Galería Nacional de Arte de Washington D.C., y 'Jackson Pollock: una retrospectiva', que inaugurará el primero de noviembre el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Pero estas magníficas muestras no dejan de plantear la pregunta de por qué los grandes artistas son siempre almas torturadas y autodestructivas. Durante el Renacimiento fueron profesionales bien considerados y seguros de sí, empleados por príncipes y Papas. Pero en 1774, con la aparición de la novela Las desdichas del joven Werther, nació la idea del artista como un ser hipersensible alejado del mundo. Dicha idea alcanzó una culminación trágica con la pasión de Van Gogh.
Luego de iniciarse sin ningún brillo como predicador de mineros sumidos en la miseria, Van Gogh decidió convertirse en artista a los 27 años. Su única calificación natural para el asunto era la carencia de defensas protectoras contra el profundo dolor de sentirlo todo -"absolutamente todo", en el meollo de su ser. En un comienzo Van Gogh retornó al mundo de los mineros para pintar cuadros como Comiendo papas (1885). La obra luce como sopa de lentejas rebullida de afán y no es tan bueno. Van Gogh lo sabía y se sintió torturado por la aparente incompatibilidad de la compasión social y de la ambición artística. En 1886 llegó a París para sumergirse en los estilos vanguardistas del día. Rápidamente abandonó su melancólica paleta holandesa, cambiándola por las cortas pinceladas impresionistas de tonos pastel. Para 1888 Van Gogh estaba desilusionado por un ambiente artístico que le parecía una vana y desalmada competencia estilística. También estaba agotado por la vida parisiense. Huyó al sur, a Arles. Allí se intoxicó con la riqueza pictórica que manaba profusamente desde todos los ángulos del paisaje campestre. Pintó con empastes más gruesos, en amarillos incendiados, rojos desgarradores y gélidos verdes. Sus composiciones de entonces fueron influenciadas por los grabados japoneses en boga. No estaba satisfecho y era presa con frecuencia de la desesperación. En 1888 le escribió a su hermano Theo lo siguiente, acerca de su cuadro titulado El café nocturno (era un lugar que quedaba en el primer piso bajo el cuarto que él alquilaba): "He tratado de expresar con rojos y verdes las terribles pasiones de la naturaleza humana... darle expresión al poder de la oscuridad que se encuentra en el café". Soñó con fundar una comuna de artistas en Provenza. Esperaba que el primer miembro que secundara su idea fuese su nuevo amigo Paul Gauguin. Van Gogh decoró para este último un cuarto libre que había en su residencia como si estuviera preparando una habitación para noche de bodas. Gauguin llegó, vio, pero no fue seducido ni por el sol provenzal ni por la vida sencilla. Los dos artistas pelearon, con lo cual se precipitó la crisis que le costó a Van Gogh la oreja. Luego se internó en un asilo. En mayo de 1890 llegó a Auvers-sur-Oise, en las afueras de París, y se puso bajo el cuidado de un tal doctor Gachet, quien le estimuló para que siguiera pintando. Van Gogh entró entonces en un frenesí creativo que lo condujo a terminar 70 cuadros en 70 días. Pero el 27 de julio, mientras pintaba un campo de trigo, lo asaltó súbitamente una insoportable sensación de abatimiento y se mató disparándose un tiro en el pecho. Murió dos días más tarde. En una alocada carrera de tan solo 10 años Van Gogh produjo más de 1.200 cuadros y 1.000 dibujos y acuarelas: ¡una imagen por cada uno de los días hábiles de toda una década! Luego de su muerte la reputación de Van Gogh creció vertiginosamente. Dos años después un museo holandés organizó una retrospectiva de su obra. Su trágica historia sirvió por primera vez como tema para una novela en 1907. Pasión por la vida, de Irving Stone, apareció en 1934. Todos han oído algo acerca de los 53,9 millones de dólares que se pagaron en 1987 por el cuadro Irises (que actualmente se encuentra en el Museo Getty de Los Angeles) y de los 82,5 millones que costó en 1990 el Retrato del doctor Gachet (actualmente en una colección privada japonesa). En cuanto al interés del público norteamericano por Van Gogh, basta con decir que en sólo 13 horas se evaporaron las 200.000 entradas de cortesía para la exposición actual.Los 70 cuadros exhibidos muestran nuevamente por qué encanta Van Gogh. Las obras son accesibles: no se necesita saber nada acerca de dioses griegos, de monarcas franceses ni de batallas españolas para apreciar los paisajes de Van Gogh, sus naturalezas muertas y sus retratos de personas comunes y corrientes. La obra es brillante y se siente 'ágil'. En otras palabras, es moderna. En los numerosos autorretratos Van Gogh se pregunta a sí mismo "¿Será bueno lo que hago? ¿Será que valgo la pena? ¿Por qué me estaré empeñando en todo esto?" tal y como lo hacen todos, solo que con mayor intensidad. Por supuesto que no se puede evitar verlo a través de su mitológica biografía, así como tampoco es posible olvidar la película de 1956 basada en Pasión por la vida, que fue protagonizada magistralmente por Kirk Douglas. Todo ello devuelve al espectador al arte de Van Gogh fascinado por la pregunta de cómo un alma tan torturada es capaz de crear semejante belleza.
Nadie ha hecho aún una película sobre Pollock, aunque la primera _en la cual Ed Harris representa a Jackson y Frances McDormand a Krasner_ comenzará a rodarse en abril próximo. El verdadero Pollock se tomó su primer y fatídico trago a los 15 años. Muchacho incorregible, abandonó sus estudios de bachillerato en Los Angeles para seguir a sus dos hermanos artistas a Nueva York. Estudió con Thomas Hart Benton, el populista fabricante de 'Okie Barroque', y resultó produciendo cuadros en colores café asombrosamente similares a los primeros trabajos de Van Gogh. Sin embargo, durante la guerra Pollock penetró en una especie de simbolismo primordial _hay que imaginarse un Picasso sicodélico_. Por esa época llamó la atención de Krasner, que se casó con él en 1945, y de la excéntrica magnate Peggy Guggenheim, quien le brindó a Pollock una exposición individual en su galería de vanguardia llamada 'Art of this Century' ('Arte de este siglo'). La señora Guggenheim también le comisionó un gigantesco mural, el cual Pollock pintó en una sola noche.
En 1947 surgieron de su imaginación las pinturas que le granjearon el apodo de 'Jack el salpicador' ('Jack the Dripper'). Sin embargo, como lo explica el curador del MAM Kirk Varnedoe en el catálogo de la primera retrospectiva de Pollock en 30 años, "para 1943 el concepto de producir arte mediante gestos 'automáticos'... ya estaba bastante en el aire en Nueva York". ¿Cuál fue entonces el logro de Pollock? Adoptó una técnica muy poco explorada por otros artistas y le permitió que se adueñara totalmente de su pintura. Para Pollock el acto de dejar que la pintura saltara desde el extremo de un palo eliminaba los vestigios de la pintura figurativa y le permitía a sus sentimientos más profundos fluir directamente hacia sus pinturas. Un flujo de energía cósmica que se convierte en emoción y luego en arte; así era como lo veía Pollock. Varios años de sicoanálisis, recorridos con la esperanza de conquistar sus demonios, lo convirtieron en discípulo de Jung. Pero Varnedoe también dice que después de 1950 el arte de Pollock se encontraba "esencialmente eclipsado". ¿Por qué? Por una parte los excesos de bebida. Por otra, la presión de ser "el más grande de los pintores vivientes". "Jackson era un romántico, no un realista", dice Kligman, quien pinta actualmente sus propias abstracciones minimalistas llenas de brillos plateados. En cuanto a las dos mujeres de su vida, "tenía la fantasía de que podíamos vivir todos juntos _un pensamiento muy adulto_".
Tanto Pollock como Van Gogh estaban extremadamente motivados, obsesionados y perturbados y solamente lograron hacer de sí mismos grandes artistas pagando un elevadísimo costo en el ámbito personal. (Ninguno de los dos alcanzó los 50). Pero ¿es su combinación de ambición y tendencia autodestructiva el único camino a la consagración? Desde que Andy Warhol apareció en los años 60 y logró popularizar un arte basado en hábiles cálculos estratégicos, los sentimientos fuertes han estado relativamente alejados de la escena artística contemporánea. La académica Barbara Novak lo expresa al decir: "El artista-héroe se convirtió en el artista-celebridad". El mundo artístico de la posguerra, con su pintura-acción, su intrepidez varonil y sus reflexiones atormentadas se ve muy lejano. Prácticamente tan alejado como la bohemia francesa de finales del siglo XIX. La historiadora del arte Linda Nochlin piensa que, "tal vez el expresionismo abstracto fue realmente el último suspiro ahogado de la grandeza individual, y de alguna manera estos personajes lo supieron. Para decir verdad, siento una especie de nostalgia por estos viejos bastardos". Y si fueron la desmedida ambición y el sufrimiento los que hicieron de Van Gogh y Pollock grandes pintores, es tentador afirmar _en medio de la paz y sosiego de una exposición_ que valió la pena.