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Amigos y cómplices

En el libro 'Lecturas convergentes', Juan Gustavo Cobo Borda exalta la amistad literaria y las mutuas influencias que unen a Gabriel García Márquez con Álvaro Mutis desde hace más de 50 años.

5 de agosto de 2006

Aprimera vista, los mundos literarios de Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis pertenecen a galaxias diferentes. Sin embargo, la atenta lectura de sus respectivas obras, a la que se suma la amistad que los une desde mediados de los años 50, le ha permitido a Juan Gustavo Cobo Borda explorar una intrincada red de coincidencias, influencias y mutuos homenajes entre los dos escritores. Su libro Gabriel García Márquez - Álvaro Mutis: lecturas convergentes recopila diversos textos críticos de Cobo acerca de varios autores. Más que una recopilación de ensayos, él lo considera como un homenaje a la amistad. "Es grato volver a la buena amistad de la literatura en estos tiempos ruines: así lo he propuesto en el libro", señala. Cobo Borda escribió para SEMANA el siguiente texto que permite rastrear la complicidad que ha unido a los dos escritores:.

? " 'Esta semana empieza a circular un libro que no está escrito ni en prosa ni en verso, que no se parece, por su originalidad, a ninguno de los libros en prosa o en verso escritos por colombianos. Está lleno de una poesía cruda, en ocasiones desolada, y tiene un título aterrador: 'Los elementos del desastre'. Su autor, Álvaro Mutis, actual jefe de relaciones públicas de la Esso Colombiana no está clasificado en ningún grupo o tendencia literaria y no, seguramente, porque no lo haya querido, sino porque ha estado siempre ocupado en cosas demasiado serias: en el departamento de relaciones públicas de Lansa, en la gerencia de una emisora y en un ciento de cosas más, igualmente prácticas, de manera que la mayoría de sus amigos -a quienes Álvaro Mutis les parece un hombre fabulosamente simpático- no puede explicarse a qué horas escribe sus libros'. Este texto de Gabriel García Márquez apareció en el diario El Espectador de Bogotá, en agosto de 1954, y es como el público certificado de nacimiento de una muy larga amistad. Precedía un amplio reportaje donde Mutis le asignaba a la literatura una función social. Mutis proclamaba: 'La única función que debe tener una obra de arte es crear valores estéticos permanentes'. Y, ya al final, esta intuición de Colombia: 'Vastas costas, cordilleras, llanos, selvas, todo eso sirviendo de marco a cien años de apasionadas guerras civiles, de sangrienta búsqueda de una nacionalidad, de un perfil, de una voz de América'. ¿No es esta acaso una síntesis anticipada de Cien años de soledad?

"Ya instalados ambos en México, García Márquez experimentaba una sequedad creativa producto de la convicción realista que nutría sus primeros libros. 'No me consideraba agotado. Al contrario: sentía que aún me quedaban muchos libros pendientes, pero no concebía un modo poético y convincente de escribirlos. En esas estaba, cuando Álvaro Mutis subió a grandes zancadas los siete pisos de mi casa con un paquete de libros, separó del montón el más pequeño y corto, y me dijo muerto de risa '¡Lea esa vaina, carajo, para que aprenda!'. Era 'Pedro Páramo'. Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura. Nunca desde la noche tremenda en que leí 'La metamorfosis' de Kafka en una lúgubre pensión de estudiantes de Bogotá -casi diez años atrás- había sufrido una conmoción semejante'.

"Mutis le abrió las esclusas a García Márquez para que el reprimido caudal fluyera gracias al influjo benéfico de la obra de Rulfo, donde los muertos continúan hablando con los vivos.

"Una conferencia que dictó Mutis en 1965 terminaba con una reflexión sobre El coronel no tiene quien le escriba y 'el novelista colombiano que encontró en el húmedo y abrasador clima de Macondo y en la mansa fatalidad que devora a sus gentes, un inagotable motivo de desesperanza'. Se refería a la fecunda desesperanza que alimentará a sus futuros personajes, de Aureliano Buendía a Simón Bolívar y de éste a Florentino Ariza.

"Mutis dedicó La última escala del Tramp Steamer (1988) así: 'A Gabriel García Márquez, esta historia que hace tiempo quiero contarle pero el fragor de la vida no lo ha permitido'. Historia de un barco, un amor y un capitán, como las de Conrad, que se enlaza armoniosamente con El amor en los tiempos del cólera (1985), otro barco, otro amor y otro capitán venciendo al destino.

"En 1989, en las Gratitudes al final de El general en su laberinto, García Márquez reconocerá su paciente espera en torno a El último rostro, memorable cuento de Álvaro Mutis sobre los últimos días de Bolívar. Cuando Mutis descartó convertirlo en novela, García Márquez se lo apropió como núcleo irradiante de la suya. Comparte en cierto modo el lúcido escepticismo de Mutis sobre la epopeya bolivariana, pero trata de reanimarlo con el sueño trunco de la integración latinoamericana y su rechazo del dominio norteamericano. Ambos se interrogan sobre la vacuidad final del poder y los fastos efímeros de la gloria.

"Sus convicciones políticas difieren, pero la amistad se mantiene firme. El reaccionario monárquico puede dialogar con el izquierdista socializante, pues ambos comparten el fuego de la poesía, 'única prueba concreta de la existencia del hombre', tal como lo certifica el Brindis por la poesía con el cual García Márquez la exaltó en Estocolmo al recibir el premio Nobel. Brindis en el cual la mano de Mutis tomó parte muy activa.

"Al cumplir Álvaro Mutis 70 años, García Márquez pronunció un discurso en el que hizo público su reconocimiento: 'No podría decir qué tanto hay de él en casi todos sus libros, pero hay mucho', y 'Maqroll no es solo él, como con tanta facilidad se dice. Maqroll somos todos' ".