Home

Cultura

Artículo

AMOR DE CIUDAD GRANDE

Lo dulce y lo sensual de una relación en la última novela de Jorge Eliécer Pardo

27 de abril de 1987

"Irene", el último libro de Jorge Eliécer Pardo, es ante todo una novela de amor, pero es también otras cosas: es la reflexión de un profesor universitario en conflicto permanente con el ambiente que lo rodea, es su profundo temor a enamorarse y su angustia cotidiana por las pesadillas que lo siguen día y noche. Y es, finalmente, una acertada descripción de la vida de los inquilinos de un edificio de cualquier ciudad grande.
Esta novela, lanzada al mercado por Plaza y Janes dentro de la colección "Narrativa colombiana", tiene una sola pretensión: la de ser leída desde la primera hasta la última página. Y este "encarrete" con el libro se da gracias a que su personaje central, Octavio Sarria, logra envolver a los lectores a tal punto que no se puede tomar distancia frente a su suerte, sino que se entra a tomar partido. Y es que ese profesor universitario es incapaz de amar, porque en cada encuentro con una mujer recuerda que su madre lo abandonó para ir tras un hombre de sombrero de fieltro y zapatos combinados; es también un hombre que añora a cada momento a la maravillosa abuela, madre sustituta, que llenó todos los espacios de su vida y que sigue siendo su norte y a la cual le pide autorización para hacer hasta lo más insignificante; y es también un hombre obsesionado con las arañas, esos animales que considera lo destrozarán en cualquier momento de su vida. Este Octavio Sarria logra despertar simpatía y el lector descansa cuando se da el desenlace de su angustiada existencia. La salvación de Octavio llega con figura y nombre de mujer: Irene, la típica representante femenina de la época. Enamorada pero independiente, dulce y recia a la vez, encantadora pero cortante cuando toca. En fin, esa mujer que atrae a primera vista y que se entrega cuando se siente enamorada, pero que no entiende esa entrega como un sacrificio sino como el acto más perfecto de amor.
Sin embargo, y he aquí uno de los méritos de la novela, la trama no se centra en Octavio e Irene sino que involucra a otros personajes, otras historias, sin salirse de los límites de un edificio de apartamentos como los hay miles en Bogotá, Medellín o Cali. Son esos vecinos que comparten sólo el techo que los cobija, pero que de alguna manera se enteran de la vida de los demás y llegan en algún momento a sentirse partícipes de triunfos y a lamentar desgracias, aunque estas expresiones no se exterioricen, por la celeridad cotidiana. Y estos personajes, con sus cuentos, se mezclan con Octavio Sarria e Irene, sin que su protagonismo se desdibuje, sino más bien haciéndose espectadores activos de esa realidad social que comparten mínimamente.
Jorge Eliécer Pardo, del Líbano (Tolima) y con 37 años de edad, pertenece a esa generación que creció amando la música: los Beatles, la "nueva ola mexicana", la Sonora Matancera, Los Panchos, etc., fueron y siguen siendo sus ídolos. Son parranderos, bohemios, escépticos, tahúres, enamorados del amor y del sitio en que nacieron, pero son ante todo vitales. Y esa vitalidad se refleja en su obra que, sin embargo, no deja colar --lamentablemente-- en esta novela ese sentido del humor que lo caracteriza, ese chispazo genial que lo distingue en una conversación de amigos.
Autor de "El jardín de las Weismann", Pardo no se quedó con las mieles del triunfo porque su libro fue adaptado con mucho éxito para una telenovela que se pasó con el nombre de "La estrella de las Baum", ni tampoco porque esta misma novela ha sido escogidam --en diferentes épocas-- como texto de estudio en la Universidad de La Sorbona de París, sino que siguió contando sus historias, cada vez haciéndolo mejor.
"Irene" es la conjunción de: el monólogo existencialista de Octavio Sarria, el diálogo sencillo entre enamorados, entre la portera de un edificio y sus inquilinos, es la descripción de la soledad que habita como inquilina o propietaria en el ciudadano de las grandes urbes. Pero es también una tierna novela de amor que muestra lo dulce, lo erótico, lo pasional de una relación sexual, dibujando con preciosidad la placidez y felicidad del encuentro de un hombre y una mujer.--

Myriam Bautista G.