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AMOR Y MUERTE

El paisa Juan José Hoyos regresa a Medellín en su nueva novela.

13 de agosto de 1990


La segunda novela de Juan José Hoyos, escrita parcialmente mientras gozaba de una beca en la universidad de Iowa, es una historia de amor o mejor, un folletín de amor, en el mejor sentido de esta expresión. Los personajes aman, padecen, sueñan y mueren, mientras siguen amando. Como telón de fondo, Medellín, una ciudad que no duerme porque tiene miedo por la cantidad de muertes inexplicables que todos los días va en aumento.

Utiliza el lenguaje cotidiano y doméstico que tanto éxito le proporcionó con su novela anterior, "Tuyo es mi corazón", e insiste en lugares comunes y románticos ("La estrella temblaba como tiembla la luz en una gota de agua que resbala por el vidrio de una ventana. Y era hermosa como un lucero brillando en la noche de la muerte"). Esto queda claro a lo largo de esta trama sentimental que gira básicamente alrededor de un periodista que trabaja en uno de los diarios de Medellín (quizás el modelo real esté en "El Colombiano", donde el escritor tuvo la violencia que se respira en su ciudad), y esa muchacha casada, con una hija, un marido que trabaja en el poder judicial y una amante lesbiana.

Alrededor de Juan Fernando, quien está casado con Sara, y Mary, casada a su vez con Daniel, se mueve un grupo de personajes en ese entorno del periódico, la casa, un bar llamado El Café, cafeterías y restaurantes de la ciudad, inspecciones de policía, juzgados, la cárcel, y otros escenarios que aun el lector que no conozca Medellín, identifica como elementos de una ciudad que todos los días despierta con la sensación de las lágrimas, el dolor y la muerte.

La novela está escrita con una mezcla de ingenuidad, poesía barata y grandes logros narrativos que también dan paso a una desmesurada voracidad por las palabras. Es evidente que Juan José Hoyos tiene dos serios problemas con este libro: alargó demasiado la historia y se enredó con una serie de detalles y miradas minuciosas a un mundo compuesto por personajes anónimos, que en ciertos momentos no trascienden porque en el fondo son el reflejo de otros personajes ya descritos por la historia.
El libro está dividido en cinco capítulos: "El viejo", "La muchacha", "N.N. Noche y niebla", "El cumpleaños", "El dragón". El primero y el último son los más logrados. En el uno con una intensidad y una ternura bien manejadas, describe la agonía y la muerte del padre, y el origen de algunos de los conflictos posteriores, como la fiesta durante la cual conoce a Mary y el deslumbramiento que sufre mientras surgen esos personajes cálidos y auténticos, los periodistas que sobreviven a su propia leyenda mientras trabajan en la sección judicial del periódico.

En medio de esa pasión, esas trasnochadas, esos vasos de aguardiente, esos olores que Hoyos sabe identificar muy bien, sorpresivamente aparecen los muertos de Medellín. En la página 65, la primera indicación de la tragedia. En lo que va del año, más de 300 muertos, por causas desconocidas. La época: durante Turbay y su ministro Camacho Leyva. El último capítulo se llama "El dragón" por el joven sicario, guardaespaldas oficial que tiene un animal tatuado en el vientre, con quien el protagonista después de una búsqueda desesperada que atraviesa toda la novela, entenderá algunos de los elementos de esas muertes absurdas, especialmente la de una muchacha desconocida, vestida de rojo y a quien descubre llorando una madrugada antes de ser asesinada. Será ese muchacho, adorador de la muerte en una cárcel pestilente, el que materialice ante el protagonista y el lector todo el espectáculo de la destrucción y la desesperanza.

"Lo que pasa es que ya nadie está enamorado", dice uno de los personajes para encontrarle explicación a los conflictos sentimentales de casi todo el mundo. Juan José Hoyos se toma 530 páginas para demostrarlo y como contrapunto, está la crónica de una ciudad que tiene miedo.--