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La artista Nohemí Pérez nació en 1962 en Tibú, Norte de Santander. ‘Babilonia’, su cuarta exposición individual, es el resultado de años de investigación sobre las edificaciones urbanas.

ARTE

Arquitectura del caos

En su exposición 'Babilonia', la artista Nohemí Pérez reflexiona sobre las nuevas torres de Babel del mundo moderno.

11 de septiembre de 2010

Estados Unidos estaba en plena ley seca cuando, en 1931, la sección de cómics del Chicago Tribune publicó la historieta de Dick Tracy. El legendario policía luchó contra el crimen organizado, pero además contribuyó a la estética del género negro. Detectives caídos en desgracia, rubias desatadas y ciudades corruptas aparecieron en sucesivas novelas y películas, incluida la cinta Dick Tracy de 1990. Hoy, 80 años después del lanzamiento de la tira cómica, la artista Nohemí Pérez, que el 4 de septiembre inauguró la exposición Babilonia en la galería Alonso Garcés de Bogotá, dice que su obra está influenciada por este género cinematográfico.

En Babilonia, Pérez dibuja edificios en carboncillo y también los esculpe en madera, carbón y grafito. De entrada aparece una base de seis por cuatro metros colgada en la pared, sobre la que se alza una decena de edificios emblemáticos hechos en madera y chapilla. Cada uno mide 1,80 metros y emergen de la base con distintas inclinaciones. El resultado: una obra de dimensiones monumentales que da la impresión de ser una ciudad caótica, al estilo de la Chicago de Al Capone.

Los rasgos caricaturizados de rascacielos como el Empire State y el Chrysler en Nueva York, el Transamerica Pyramid en San Francisco, el Taipei 101, las Torres Petronas en Kuala Lumpur, el Colpatria en Bogotá y el Coltejer en Medellín se trasladan a las esculturas en carbón y grafito y a los cuadros de carboncillo sobre papel que también hacen parte de la exposición. En todos, el negro es protagonista, aunque, en ocasiones, la línea oscura estalla en una niebla de color que hace pensar que algo está a punto de colapsar. "Los latigazos de color, por su condición ocasional e intempestiva, en medio de atmósferas grises y oscuras, enriquecen también la expresión. Los trazos parecen encarnar una pulsión que desde dentro, o desde afuera, empieza a fisurar las corazas arquitectónicas", escribe el crítico de arte Javier Gil.

"La exposición puede tener diferentes lecturas", comenta Pérez, quien le dio el título de Babilonia para referirse al mito de la torre de Babel, la edificación con la que los hombres quisieron alcanzar el cielo y por la que fueron castigados con la confusión de los diferentes idiomas. La de hoy es una Babel contemporánea cuyos monumentos están a punto de derrumbarse, y con ellos los centros de poder que representan. "Los modelos económicos tienen que cambiar. Deben transformarse porque de lo contrario se agotan". Una referencia a estos modelos son las esculturas de cuatro edificios tallados en carbón. La base de roca rudimentaria se mantiene intacta como un recuerdo de esa mano de obra invisible que sostiene al poder.

Otras 15 esculturas en grafito complementan la muestra. Cada una repite los mismos edificios: solos, oscuros y descontextualizados. La única variación está en la inclinación de cada pieza. Unas empiezan a caer y otras alcanzan el suelo. La majestuosidad de las estructuras del mundo moderno se pone en entredicho, así como el papel del lenguaje en las grandes urbes.

El crítico de arte Lucas Ospina se refiere a la obra de Pérez como una "arquitectura profética". En efecto, los anuncios de la artista no se quedan en el carboncillo y la piedra, ni siquiera en los significados de los rascacielos. Trascienden a la pregunta por su derrumbe: ¿sobre qué van a caer? ¿Cuál será la base que los resista? Para Pérez, esa base es caótica y abstracta, por eso la recrea con materiales como humo, rocas y virutas de madera. Termina siendo algo parecido al ambiente oscuro y subterráneo al que solo se atreven a entrar valientes como Dick Tracy.