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Autocensura

El gobierno decide colgar un comercial sobre droga que había contratado, por considerarlo muy violento.

27 de noviembre de 1989

Aunque parezca mentira, un costoso comercial de televisión ha sido censurado por las mismas personas que lo contrataron y lo pagaron. Esta es la triste e increíble historia de un comercial sobre narcotráfico que se encuentra, desde hace dos meses, en un cajón de un escritorio del Ministerio de Comunicaciones, esperando salir al aire.
Todo comenzó hace unos ocho meses cuando diferentes entidades gubernamentales, entre ellas los ministerios de Comunicaciones y Justicia, decidieron, con el auspicio de Naciones Unidas, hacer una campaña de publicidad diferente contra el narcotráfico. Esta incluía afiches, cuñas de radio y un comercial de televisión.
Después de conocer diferentes propuestas, se aprobó el contrato presentado por la firma FPC, que dirige el cinematografista Luis Alfredo Sánchez. Como es usual en estos casos, los contratantes discutieron con los realizadores el story board que presentó Sánchez y le dieron luz verde al proyecto presentado.
El comercial, que tuvo un costo de ocho millones de pesos y que dura 40 segundos, es diferente a todos los que se han realizado sobre el tema. En vez de denunciar el problema de la drogadicción centrándolo en un consumidor, se proyectan imágenes sobre la violencia que genera el consumo. La imagen tradicional de una persona feliz y próspera que termina convertida en una bestia por consumir drogas no se utiliza. En su lugar aparecen escenas de las bombas, las explosiones, las masacres y los asesinatos. No se trata de filmaciones en vivo y en directo, sino de escenas que fueron montadas. La asesoría sobre armas y explosivos, así como las locaciones, corrieron por cuenta de la Policía Nacional y la Dijin. Y estas escenas fueron las que levantaron ampolla.
Una vez terminado el comercial, cuya postproducción se realizó en Washington, el comercial fue mostrado en un Consejo de Ministros, en el cual algunos altos funcionarios del gobierno lo consideraron peligroso y lo vetaron.
De acuerdo con versiones recogidas por SEMANA, la supuesta peligrosidad del mensaje publicitario fue ampliamente discutida y se aportaron argumentos como los de que la guerra del Vietnam se había perdido porque la opinión pública norteamericana había conocido todo lo que sucedía en el campo de batalla; o el de que un comercial institucional no podía mostrar los resultados del terrorismo porque esto equivalía, ni más ni menos, a aceptar que el Estado la tenía perdida; o el de que mostrar repetidamente todos los días hechos tan graves podría ser entendido como una señal que estaba enviando el alto gobierno a la gente para que se presionara por una salida negociada.
Para quienes apoyaban la exhibición del comercial, estos argumentos no resultaban demasiado convincentes. Ellos sostenían que son los noticieros de televisión, los periódicos y la radio los encargados de mostrar una realidad que, por más que se quiera, no se puede esquivar, y añadían que la virtud de este comercial radicaba precisamente ahí: ir más allá de la descomposición física individual para llegar a la socialización del problema. Es decir, las consecuencias que sufre toda la sociedad por el narcotráfico.
Las anteriores razones no han sido suficientemente poderosas para que los autocensores consideren que el comercial se puede pasar. En días pasados se pensó en recurrir al inusual procedimiento de hacer unos paneles realizando encuestas para medir la reacción del ciudadano promedio frente al comercial. Este proyecto se canceló por su costo y lo que se ha comenzado a hacer son reuniones con diferentes estamentos en el Ministerio de Comunicaciones. Pero, por los resultados que tuvo la primera, que fue con periodistas, la cosa no pinta bien.
Con todos estos problemas no es de descartar que los colombianos no vean el comercial sobre la violencia del narcotráfico. Esta sería la primera vez que se diera el caso de que un comercial no se emite por censura impuesta por sus dueños.