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AZUL PROFUNDO

El Banco de Occidente acaba de publicar un libro sobre la isla de Malpelo, en el que revela aspectos fascinantes de una Colombia desconocida.

11 de enero de 1993

SOLO CUATRO HOMBRES VIVEN EN ESte pedazo de Colombia. Habitan un campamento prefabricado que no ofrece mayores comodidades. Cada mañana izan la bandera nacional, y se comunican con la base naval de Bahía Málaga. El resto del día lo dedican a jugar ajedrez y a contemplar el azul profundo de las aguas del Pacífico que bañan esta isla, la isla de Malpelo.
La paz absoluta de estos hombres que ejercen soberanía sobre uno de los puntos más exóticos del país -y más retirados de la plataforma continental-, solamente se ve alterada cuando asoma en el horizonte algún yate de buzos aficionados que har oído hablar de las maravilla que esconde Malpelo bajo la superficie.
Pero si bien son apenas cuatro los hombres que habitan esta isla, se cuentan, el cambio, por miles las demás especies vivientes que allí residen, y por cientos las que encuentran refugio en las rocas de Malpelo cuando viajan desde el norte de América hasta la Tierra del Fuego.
No sin razón se le conoce a este islote como la "roca viviente". Por eso, aunque muchos colombianos lo ignoran todo -o casi todo- sobre Malpelo, su nombre resulta bastante conocido entre los biólogos, para los cuales se trata de una de las grandes maravillas del Pacífico.
Uno de los científicos que viajó con mayor frecuencia a Malpelo, y que confesó haberse enamora do de la isla, fue Henry von Prahl, un biólogo alemán que vivió en Colombia desde su infancia, y que murió en 1989 cuando viajaba a bordo del avión de Avianca que cayó en cercanías de Soacha. Ese día, precisamente, Von Prahl llevaba en la maleta un informe que resumía buena parte de las investigaciones que realizó en Malpelo. El Banco de Occidente estaba estudiando la posibilidad de publicar un libro sobre la isla, y tenía referencias de que el trabajo de Von Prahl era lo, más completo que existía en la materia.
La idea, sin embargo, lejos de quedar sepultada, tomó más fuerza. Al estudio de Henry von Prahl se le sumaron las investigaciones del biólogo vallecaucano Jaime Ricardo Cantera, se ubicó al fotógrafo ideal para ilustrar el libro: Aldo Brando, un especialista en la documentación gráfica de los ecosistemas del país.
Brando se tomó tan en serio su trabajo, que durante más de tres años estuvo viajando permanentemente a Malpelo. Comprendio que la idea no era retratar por retratar, sino que resultaba indispensable conocer la vida íntima de los animales que habitan la roca, tanto arriba como abajo de la superficie. Escaló los acantilados que parten en dos la isla, en busca del nido de los Piqueros enmascarados.
Recorrió túneles submarinos adornados de coral para encontrar las Morenas verdes que limpian de carroña el fondo del mar. Descendió decenas de metros con su cámara colgada al cuello, y un tanque de oxígeno en la espalda, hasta ubicar el ángulo perfecto para captar al tiburón ballena, el pez más grande del planeta, que puede alcanzar los 15 metros de longitud en la edad adulta.
Con una asombrosa selección de fotografías de este estilo, el Banco de Occidente le dió forma al libro "Malpelo, isla oceánica de Colombia", que acaba de ser publicado. Se trata, sin duda, de un aporte valioso a las ciencias biológicas. Pero, ante todo, de un documento gráfico inolvidable que le habla a los colombianos de esa otra Colombia exótica y maravillosa, capaz de tomar las más diversas formas. En este caso, la de una roca que se erige sobre el azul profundo del Pacífico como un faro que orienta en su vuelo a las aves que viajan al sur huyendo del invierno.