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BABUSHKA

CUENTO TRADICIONAL RUSO

18 de enero de 1999

Erase una vez una viejita llamada Babushka, que vivía sola en una casita situada en lo más profundo del bosque. Se mantenía siempre ocupada cocinando, aseando o cosiendo y mientras trabajaba cantaba para sí. Cantaba canciones antiguas y nuevas, e inclusive cancIones que ella misma inventaba; porque a veces la soledad del bosque se hacía pesada y a Babushka le encantaba mantenerse de buen ánimo. El camino principal se encontraba lejos de la casita y eran pocos los visitantes que a ella llegaban. Fue por eso que Babushka se sorprendió mucho, una tarde de invierno, al escuchar ruidos que sonaban por entre los árboles.

"¡Tal vez es un oso!",
Penso y comenzo a temblar. Pero no, un oso no haría semejante ruido al andar sobre la nieve. Escuchó nuevamente con atención. Trac, trac, trac. ¡Seguramente eran visitantes! Sin pensarlo más, Babushka entró rápidamente a la casa y alimentó el fuego con más leños. También llenó de agua la tetera grande y la puso a calentar sobre la estufa. Pocos minutos más tarde llamaron a la puerta con un golpe fuerte. Babushka se sobresaltó.

"¿Quién es?", preguntó con una vocecita muy asustada.
"Somos viajeros", contestó una voz firme y cálida.
"Estamos muy cansados y hemos extraviado nuestro camino., Puede ayudarnos? ".

"¡Sigan!", exclamó Babushka abriendo la puerta de par en par. "Son ustedes bienvenidos. Descansen junto al fuego en este día tan inclemente". Un hombre joven entró en la casita, sonriendo agradecido y conduciendo a un hombre mayor. Luego entró un tercer hombre sacudiéndose la nieve del abrigo. Los tres vestían ropajes finos y el último en entrar lucía unos refulgentes aros de oro que le pendían de las orejas.

Mientras Bahushka calentaba una sustanciosa sopa y cortaba pan, los viajeros le contaron que andaban en busca de un príncipe recién nacido. "Su estrella nos estaba guiando", le explicaron, "pero el cielo está tan cubierto por la nieve que ya no la podemos ver".
"No se preocupen", les dijo Babushka en tono reconfortante. "Cuando hayan comido y descansado les mostraré el camino principal ¡y entonces no tendran que seguir una estrella! ".
"Es usted muy gentil, señora", contestó el viajero más joven, "pero solamente la estrella puede conducirnos al lugar donde está el pequeño Cristo".
Babushka estaba perpleja. "¡Un niño y una estrella! ¿Qué puede significar todo esto ? ".
Los tres hombres le dijeron que la estrella era el signo del nacimiento de un niño santo y le mostraron los ricos presentes que le llevaban al pequeño. Al verlos Babushka se alegró mucho porque era generosa desde el fondo del corazón.
"Me gustaría ver a ese niño", murmuró.
"¡Venga con nosotros!", exclamaron los tres viajeros "Y nos ayudará en nuestra búsqueda".
Pero Babushka movió su cabeza a los lados tristemente, pensando en lo vieja que estaba para viajar y comenzó a servir la sopa. Cuando los tres hombres hubieron comido y descansado, le agradecieron y partieron de nuevo por entre los árboles.
La casa se sintió vacía con su partida y Babushka se sentó a balancearse suavemente en su mecedora "¡Me gustaría tanto ver al principito!", se murmuraba a sí misma una y otra vez. Súbitamente se puso de pie. "¡Lo haré! Me uniré a la búsqueda.... Nada me puede detener si realmente lo deseo. ¡Partiré mañana mismo!".
Rápidamente Babushka empacó un pequeño atado de ropa y reunió sus tesoros más preciados para llevárse- los de obsequio al pequeño Cristo: un caballito tallado en madera, una pequeña bola de trapo, una muñeca vieja, unas pocas piñas de pino pintadas y algunas plumas hermosas que había encontrado en sus caminatas por el bosque.
Temprano a la mañana siguiente se vistió muy abrigada y dejó su casita. Trató de encontrar las huellas de los viajeros; pero la nieve caída durante la noche las había cubierto.
"¿Ha visto usted pasar a tres reyes?", le preguntó a un granjero.
"¿Reyes? ¿Con este clima? ¡Qué pregunta tan tonta!", gritó el granjero y se alejó enojado.
La abuelita encontró luego un pastor. "¿Ha visto usted una estrella muy brillante? ", le preguntó entusiasmada.
"Miles de ellas, señora", dijo riéndose. "Mire sobre su cabeza la cantidad que hay, ¡y todas brillan mucho!".
Un ganadero pasó con sus reses. "¿Han nacido príncipes por aquí últimamente?", le preguntó Babushka ansiosamente.
"Han nacido muchos bebés", contestó él, "pero no hay ningún príncipe entre ellos ".
La abuelita continuó caminando fatigosamente, deteniendo a todos los que encontraba para preguntarle: "Por favor, dígame, ¿ha visto usted al pequeño Cristo?". Pero nadie podía ayudarle.
Así, hasta el día de hoy, Babushka no ha dejado de buscar. Sigue viajando por su país con el propósito de encontrar el principito. Y cada vez que se encuentra con un niño que está enfermo o triste, se detiene y busca con mucho cuidado en su equipaje, de donde siempre logra sacar un juguetico con el que hace sonreír a su nuevo amigo.