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BANDERILLAS NEGRAS?

Fernando González Pacheco, invitado por SEMANA para comentar la temporada de toros, considera que ésta no pasó el examen.

FERNANDO GONZALEZ PACHECO
13 de febrero de 1995

EN TODOS LOS DICIEMBRES Y EN TOdos los eneros se suele hablar mucho de la fiesta taurina en Colombia. De la Feria de Cali, de la de Manizales, de la de Cartagena... En fin, se habla mucho de toros y de toreros, afortunadamente.
Esta temporada 94-95 generó varias noticias, aunque no todas fueron gratas. La cornada que sufrió el matador José Ortega Cano en Cartagena, y la muerte de Antonio Suárez -mozo de espadas de Pedrito de Portugal- quien falleció tras ser corneado por un toro que saltó al callejón de la plaza de Cali, pintaron la temporada de un tono gris, triste.
Pero la fiesta brava es precisamente eso: brava. Y por tanto, a pesar de los dos lamentados accidentes, vale la pena hablar de ella. Para comenzar, está la Feria de Cali. Desde antes de que se iniciaran las corridas en la plaza de Cañaveralejo, ya el alboroto se había generado por cuenta de la noticia de que el matador español Jesulín de Ubrique había decidido no venir a Colombia. Una amenaza de muerte que dijo haber recibido por negarse a actuar en España al lado del torero colombiano César Camacho lo llevó a desistir de pisar los ruedos americanos.
Muchos consideraron este hecho como un fuerte golpe para el desarrollo de la temporada. Al fin y al cabo, quien se negaba a venir era nadie menos que el matador que más dio de qué hablar en España durante 1994. Mucho le insistieron, pero Jesulín no vino. No vino, y no hizo falta. A pesar de batir todos los récords en España -el de corridas toreadas y el de orejas cortadas-, no es ni mucho menos un torero profundo ni ortodoxo. Al contrario, todas las cosas que hace en el ruedo, y especialmente las que hace fuera de él, lo han convertido más en un fenómeno publicitario que en un maestro de la tauromaquia.
Por eso Cali vivió su temporada sin Jesulín. Y por lo menos en lo que a cantidad de público se refiere, Cañaveralejo no tuvo de qué quejarse. Se trata de una plaza sui generis, no sólo en Colombia sino en el mundo. No hay otra que pueda darse el lujo de programar siete corridas diurnas y cuatro nocturnas con la seguridad de ver sus tendidos atiborrados de gente. Miles de aficionados -que aunque saben más de toros siguen yendo a la plaza más por moda que por otra cosa- compran sus abonos con un año de anticipación sin importar qué ganaderías se van a lidiar ni qué matadores van a participar. Todos los años, sin excepción, se cuelga en la entrada de la plaza el tradicional cartel de "no hay billetes".
Pero, aunque los tendidos se llenen, las ferias de Cali ya no son tan buenas como antes. La del 94, en particular, funcionó menos que la anterior. Y por esto la afición ha comenzado a perder la fe en su temporada. El hecho de que se hayan devuelto varios abonos -a pesar de que tuvieran de inmediato otro comprador- es síntoma de que algo no anda bien en los ruedos caleños. Una explicación para esto puede ser el hecho de que la plaza no es manejada por personas estrictamente taurinas. La falta de una cabeza visible que responda ante el público por lo bueno y lo malo que suceda en Cañaveralejo ha generado más problemas que beneficios. En privado, y a espaldas, todos se lanzan las culpas entre sí. Pero no hay quién hable en público.
No se puede negar, sin embargo, que la junta directiva se preocupa por hacer las cosas bien. Es en extremo cuidadosa en llevar a los ruedos toros bien presentados. Y la verdad es que lo logra, pero no tiene la misma suerte con la bravura. En el 93 la temporada fue mala por eso, y en la pasada feria sucedió lo mismo. Los toros no funcionaron. Incluso los dos encierros que trajeron de España, el de Sepúlveda y el de Montalvo -a un precio exorbitante-, tampoco tuvieron suerte. Igual cosa vivió la ganadería de Ernesto González, que se esperaba con gran expectativa después de haber estado ausente algunos años.
Y es que el tema de las ganaderías merecería un capítulo especial. En Colombia, como en España, los toros cada vez embisten menos. Y cuando el rey de la fiesta no funciona, todo comienza a venirse abajo. Lo principal en un toro de lidia es su edad y su trapío, es decir, su presencia. Que sea un toro, con cara de toro y cuerpo de toro. Se necesita que sea bravo y codicioso y, al mismo tiempo, bondadoso y noble. Combinación ideal que es difícil de conseguir. Pero aquí estamos cada día más lejos de ella.
No obstante, por encima del regular juego de los toros, hubo matadores que lograron destacarse en Cañaveralejo. Ortega Cano ejecutó una faena que hizo recordar el arte de un torero que a sus 47 años ya debe estar pensando en su retiro. Y Pedrito de Portugal, un matador de 19 años que visitaba por primera vez a Colombia, salió a la plaza de Cali y barrió con todos los trofeos. Un torero que será la gran atracción en Bogotá.

FERIA DE FERIAS
Pero si de toros se habla, hay que referirse a la feria que, como bien dicen, hizo las ferias en Colombia: la de Manizales. Para nadie es un secreto que se trata de la más taurina de las aficiones. Tan pronto se ingresa a su plaza se siente ese aire especial que nadie ha podido explicar. Muchos dicen que a la Feria de Manizales la habita un duende taurino que la vigila y está al tanto de que todo le salga bien. Al parecer lo consigue, pues la temporada que acaba de terminar, si bien no fue la mejor, estuvo buena.
Hay muchas cosas que se conjugan para hacer de Manizales una feria particularmente importante. Empezando porque quienes la dirigen son personas que respiran el toreo por los poros. Por un lado Manuel Chopera, una de las más importantes figuras de la fiesta brava, no sólo en Colombia sino también en España, y por el otro Jaime Arango, quien entrega todo su tiempo a calcular milímetro a milímetro cada una de los asuntos de la Feria. Además Manizales cuenta con ganadero de la propia casa: Ernesto Gutiérrez Arango, quien cada año escoge lo mejor de su ganadería para que se lidie en el ruedo de su patria chica.
En Manizales los matadores torean a gusto. Y el público, entregado por completo -aunque exigente-, corea los olés más entusiastas que se puedan escuchar en cualquier plaza del país. Allí Enrique Ponce se sacó la espinita que traía clavada desde Cali por no haber podido estar bien con ninguno de los toros. Allí se vio, grandioso, a un Juan Mora que barrió con los trofeos. Allí, también, se pudo volver a disfrutar del valor de César Rincón, quien perdió las orejas por no tener suerte con la espada.
Aunque todavía no está en el 100 por ciento de sus capacidades, Rincón sigue siendo Rincón. Un torero que les lleva miles de kilómetros de distancia a los otros matadores colombianos. No se puede desconocer que detrás de él viene un equipo de muchachos con ganas de triunfar. Pero pasarán muchos años antes de que vuelva a nacer en el país un torero de esa talla. Las condiciones, la personalidad, e incluso la suerte de Rincón, hacen que su caso sea casi irrepetible.
Sin duda hay otros matadores nacionales que hacen lo suyo por destacarse: Nelson Segura, Pepe Manrique, César Camacho, Joselillo de Colombia y José Gómez, Dinastía. Y un torero que si no se hubiera precipitado en tomar la alternativa estuviera dando de qué hablar: Diego González, de 18 años, quien en lugar de haber realizado otra paciente temporada como novillero, decidió lanzarse como matador y las cosas no le salieron bien. Todos estos muchachos, sin embargo, pasaron con poca resonancia tanto en las temporada de Cali y Manizales como en la de Cartagena.

TIEMPO DE BALANCES
Y naturalmente, falta referirse a la temporada en La Heróica. Sin duda el hecho que la marcó fue la cornada que le propinó a Ortega Cano el toro Buenmocillo, de la ganadería de Mondoñedo. El 5 de enero, cuando los espectadores -con la alegría que caracteriza a los tendidos de Cartagena- estaban listos para gritarle los olés al matador, el ejemplar de 435 kilos se le fue encima y le propinó una herida grave que tuvo en ascuas a los aficionados de Colombia y de España.
Aparte de este incidente -que por fortuna tuvo un final feliz-, Cartagena fue eso: Cartagena. Una plaza turística y, por tanto, de una personalidad muy especial, con una afición que poco sabe de toros, que va a divertirse y que se mantiene despierta durante las dos horas de la corrida atenta a las orejas que corten los matadores. El triunfador fue el español Fernando Cámara -contratado además para Armenia-, quien cortó orejas ante una presidencia puesta en su sitio, a pesar de la insistencia del público por repartir trofeos.
Y es que si se trata de hacer balances, las presidencias en general tuvieron un comportamiento que se puede definir con una palabra: aceptable. Sin saber por qué, han decidido pasar por alto el tercio de banderillas, que originalmente consistía en tres pares y ahora sólo se ponen dos, cuando no uno... e incluso hasta ninguno. Esto es un ejemplo de cómo las presidencias parecen estar sometidas a la voluntad del matador. Y aunque es bueno que exista una relación entre el torero y la principal autoridad del ruedo, las distancias deben guardarse.
Por otra parte, esta temporada fue la de los percances. Los dos accidentes citados al comienzo lo confirman. Hubo también toda serie de dificultades para conformar los carteles. Además del rechazo de Jesulín, los matadores Sebastián 'Palomo' Linares y Manuel Díaz, 'El Cordobés', tampoco llegaron al país. El primero por una lesión sufrida en una rodilla durante una tienta, y el segundo por el increíble accidente que vivió al caerse el ascensor en el que se encontraba con un crecido número de admiradores.
Y estas no fueron las únicas figuras que brillaron por su ausencia. El Litri y Espartaco, por ejemplo, le volvieron a decir que no a las ferias colombianas. Lo que demuestra que los matadores españoles cada vez se sienten menos atraídos por estas temporadas. Atrás quedaron los tiempos en que los toreros venían con entusiasmo a 'hacer la América', como solía decirse. Ahora, cuando se gana en los ruedos americanos igual o menos dinero que en las plazas españolas y francesas, muchos optan por quedarse cómodamente en su tierra. Ese es el caso de Espartaco, que como ya no necesita dólares ni promoción, prefiere pasar el invierno con su familia esperando a que llegue la temporada taurina en España.
Pero mientras ésta comienza, la que seguirá dando noticia es la temporada colombiana. Falta ver qué pasará en Medellín y en Bogotá, dos plazas que tienen una ventaja: confeccionan sus carteles teniendo en cuenta los triunfadores de las anteriores ferias. Eso les permite ofrecer a los aficionados una programación mucho más llamativa. Bogotá, por ejemplo, va a tener una atracción especial: la presencia de José Miguel Arroyo, 'Joselito', uno de los toreros más importantes de esta época. La próxima corrida en la Santamaría, de hecho, cuenta con el cartel más rematado de la temporada colombiana: César Rincón, Joselito y Pedrito de Portugal.
Lo cierto es que, por más que sean nombres reconocidos y toreros triunfadores, no se puede hablar de lo qué pasará en las corridas que faltan por realizarse. Al fin y al cabo en los toros no es posible afirmar nada hasta no haberlos visto en los ruedos. Existe la esperanza de ver grandes faenas ejecutadas por grandes maestros. Pero, en todo caso, no hay nada seguro. Los toros son así.
EL ESCALAFON
10. NINGUNO
9. NINGUNO
8. JUAN MORA
PEDRITO DE PORTUGAL
7. JOSE ORTEGA CANO
CESAR RINCON
ENRIQUE PONCE
6. PEPE MANRIQUE
JOSE GOMEZ "DINASTIA"
FERNANDO CAMARA
NELSON SEGURA
5. PEPIN LIRIA
MANOLO SANCHEZ
JAIRO ANTONIO CASTRO
ENRIQUE CALVO "EL CALI"
CURRO VASQUEZ
MIGUEL RODRIGUEZ
JOSELILLO DE COLOMBIA
JAVIER VASQUEZ
GUILLERMO PERLA RUIZ
DIEGO GONZALEZ
CRISTO GONZALEZ
4. TOMAS CAMPUZANO
RICARDO ORTIZ
JOSE ANTONIO CAMPUZANO
JAIME DEVIA
GITANILLO DE AMERICA