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BESOS DE MUERTE

El temor a contagios provoca que una de las instituciones del cine--el beso--entre en gran crisis

26 de mayo de 1986

La escena ocurrió durante el rodaje, un fin de semana, de una de las más populares series de la cadena CBS en Estados Unidos: la estrella pidió reunirse a puerta cerrada con los productores y les confesó que estaba angustiada, tenía miedo de besar al compañero de reparto porque alguien había dejado caer el rumor en el set de que ese hombre, un actor muy conocido en la televisión y el cine, era homosexual. Los productores entendieron que era mejor complacerla y no estropear la exitosa serie y redujeron las escenas de amor a unos cuantos escarceos simbólicos.
La misma situación se presentó durante la grabación de uno de los más populares programas de la NBC cuando las actrices se negaron a dejarse besar por la estrella principal porque todo indicaba que era homosexual.
Las famosas escenas de amor entre Linda Evans y Rock Hudson, con beso de lengua, cuando el actor sabía que tenía el SIDA, cuando también sabía que su fin estaba próximo y sin embargo lo ocultó hasta último momento, ha desencadenado, especialmente en las últimas semanas, una especie de histeria entre los actores, hombres y mujeres, en Hollywood, Nueva York y Los Angeles, quienes temen no sólo que sus compañeros de reparto sean gays sino que puedan contagiarlos con el citado virus.
En numerosas ocasiones la Asociación de Actores norteamericanos ha analizado en asambleas ruidosas esta situación que ha frenado algunos programas y series de televisión porque, en un sorpresivo momento, la actriz trataba de apartarse de su compañero. La situación ha llegado a tal grado de miedo y preocupación que los actores ya están autorizados a que antes de firmar un contrato deben ser advertidos si tendrán que filmar escenas con besos de lengua, si tendrán que desnudarse para fingir escenas de copulación y si tendrán algún contacto íntimo con el cuerpo de los demás con el fin de prevenir cualquier riesgo.
Este miedo, esta situación que es una verdadera cacería de homosexuales y enfermos dentro del cine y la televisión de Estados Unidos, echa por tierra la aureola romántica que siempre rodeó al que era considerado el momento cumbre en una película, ese instante en que superados todos los peligros, en que resueltos todos los resquemores, la muchacha abría los labios y abría los brazos y se lanzaba a un beso que en algunas películas ("Esta tierra es mía" con el mismo Hudson, casualmente, o en The Thomas Crown Affair con Steve McQueen y Faye Dunaway, rompían marcas de duración e intensidad: en esta segunda película, dicen los historiadores, por primera vez la lengua tuvo un papel más que activo en el beso), se convertían en leyendas. Toda clase de anécdotas simpáticas han surgido de esos rodajes en los que bajo la mirada de medio centenar de técnicos y con esos reflectores que incendian las sábanas, los protagonistas tienen que fingir toda la pasión necesaria aunque en algunos casos, como en "Sin aliento" con Valerie Kapriski y Richard Gere, los técnicos y los demás del rodaje tuvieron que salirse del set cuando la pasión de los dos actores los llevó a seguir los dictados de la naturaleza, fuera de control.
Pero, el beso en Hollywood ya perdió su encanto, ya perdió su aureola romántica y se ha convertido desde octubre del año anterior, con el caso Hudson, en motivo de verguenza y pánico. Pocos días después del escándalo del actor fallecido, una actriz se enfrentó con rabia a un director que le exigía que abrazara y besara a un galán: "Lo besaré si usted también es capaz de besarlo en la boca". Asunto resuelto.
NI JUEGO DE MANOS
En una población como la de Los Angeles y Hollywood tan plagada de homosexuales, el temor de las actrices se comprende en buena parte aunque también se ha comprobado que no se necesita ser gay para ser contagiado por el SIDA. Marvin Mitchelson, abogado de varias estrellas dice que se nota el miedo en todas partes, que nadie quiere besar a nadie, ni siquiera rozarlo con las manos o los brazos durante las fiestas y aun los amigos más íntimos cuando se encuentran en algún sitio evitan todo contacto. Siguiendo ese grado de histeria, la Federación Americana de Televisión y Radio ha expresado oficialmente que sus miembros están en su pleno derecho de rechazar cualquier contacto con aquellas personas sospechosas de estar enfermas de SIDA.
Algunas actrices en su afán por preservar su salud han llegado hasta el extremo de pedirle a los compañeros de reparto que se hagan exámenes de sangre con el fin de demostrar que se encuentran sanos, mientras numerosas estrellas, especialmente las que aparecen en papeles secundarios, han perdido sus contratos porque han rehusado escenas de amor con homosexuales que en la pantalla interpretaban a personajes viriles.
Los salones de maquillaje se ven ahora repletos con los neceseres y maletines que son llevados por cada uno de los clientes. Nadie comparte la polvera o el lápiz labial de otro. Nadie saluda con beso, nadie se da la mano, nadie bebe ni come de las sobras de otro, nadie comparte un pan o una salchicha mordisqueados.
Esta situación ha provocado drásticos cambios en la actitud tradicionalmente liberal de Hollywood hacia los homosexuales, hombres y mujeres.
Una auténtica cacería de brujas se ha montado. Los gays son ahora menos solicitados para el cine y cuando se necesita un personaje homosexual se prefiere utilizar alguien normal que lo interpreta sin riesgos para los demás y si algún productor, como comenta Chris Uszler dentro de una encuesta realizada por la T. V. Guide, se empecina en usar un homosexual en una de sus películas, a las pocas horas se queda sin reparto y hasta sin técnico quienes ven el SIDA en cualquier rincón.
Lo peor es que los rumores son injustos en la mayoría de los casos. Si un actor comienza a perder peso, se enflaquece porque está a dieta o enfermo de otro mal, si se siente mal, si se desmaya en público, si tiene que tomar algunas drogas, los rumores lo devoran y tiene, como en el caso de Burt Reynolds, que salir a un programa de televisión (en este caso el show de Johnny Carson) a negar tales versiones. Lo malo es que otros actores menos importantes, acusados de esta enfermos, no tienen una oportunidad como esa de defenderse.
Cada semana hay reuniones de un comité encabezado por Elizabeth Taylor que busca, antes que reunir fondos para combatir esa enfermedad, educar a la colonia del cine y la televisión sobre los peligros reales de este mal. Dicen que dentro de este pánico los mismos rumores son más dañinos que los síntomas físicos. Lisa Hartman, comentando este pánico, afirma que el problema mayor es para los actores solteros quienes, cuando hacen una cita, se angustian preguntándose si será un riesgo besar y hacerle el amor al otro. Morgan Fairchild va más allá y comenta si es posible que al conocer un hombre atractivo pueda pedirle una prueba de sangre para saber que se encuentra bien. Claro que el miedo está en ambas partes. Dack Rambo, de "Dallas" dice que las mujeres temen a los hombres pero éstos también están preocupados a ser contagiados por ellas.
El beso, símbolo del romanticismo para los espectadores pero un gesto mecánico dentro del oficio de los actores, se ha convertido en amenaza de muerte: Hollywood ya no quiere besar más y prefiere que las caricias apelen al poder de la imaginación. Con menos riesgos. --