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BUENA NOTA

El Festival Iberoamericano de Teatro fue un éxito y rebasó todas las expectativas.

21 de mayo de 1990

La hermosa idea de Fanny Mikey de realizar en Bogotá un festival iberoamericano de teatro no puede ser mas feliz. Ni ha podido estar mejor recompensada. La importancia del evento, que rebosa las fronteras de "los diez dias mas hermosos del año", resonara en el ambito de la cultura colombiana, puesto que se ha comprobado, una vez mas, que el teatro puede desempeñar un gran papel en la vida ciudadana. Y ya se estaba olvidando. Es sabido como en los malos tiempos el teatro ha cumplido una función catalizadora. Sobran los ejemplos históricos para ilustrarlo. Por la razon que fuese, el publico esta dispuesto a demostrar con su presencia en el teatro que desea una vida civilizada, un espacio para el espiritu, una afirmación de la vida, una protesta callada frente a las fuerzas disolventes de la historia. Fanny Mikey, obviamente, ha pensado en el teatro. En que el nivel del festival este a la altura de las mayores exigencias y por eso ha arrancado de los ciudadanos un impetu participativo tan elocuente. Quienes acudieron al festival pudieron disfrutar de las mas variadas propuestas escenicas. Quienes no participaron pudieron comprender la magnitud del evento, a traves del mas grande despliegue periodistico que se le ha dado a un hecho cultural en la historia del pais. No es para menos. El teatro dejo de ser un acontecimiento marginal para convertirse en el protagonista que hace gravitar en su torno millares de expectativas. El arte, entonces, siempre rodeado de mistificaciones y tabues, se convirtió en un hecho público. Hizo convivir las mas diversas latitudes culturales, convoco los intereses mas variados y ofreciendo imagenes sorprendentes y visiones renovadas, llevo a poner unanimemente al publico de pie a la hora de los aplausos.

La amplia y hermosa lección debe ser recogida por las instituciones cuyo objeto es el bien comun. Porque asi como se planea una ciudad en su aspecto material y exterior, tambien deben crearse amplias perspectivas para el desarrollo del espiritu. El festival de teatro ha dado un fuerte e importante matiz, ha mostrado una fase, ha consolidado una gran primera iniciativa. Bajo este gran impulso a la cultura se le ha llegado a tener en cuenta. Pero, como se advertia antes, este impulso tendrá que resonar en el futuro.
A la hora de la clausura el inventario no puede ser mas positivo, y no necesariamente por los exitos obtenidos en la palpable calidad de buena parte de los espectaculos, sino tambien en ese hecho que muestra como la maquinaria teatral tiene marcha para un largo camino. Pero si esa maquina teatral marcha frente al publico, hay que ver quienes la hacen funcionar: la gente de teatro, los actores, directores, escenógrafos, maquinistas, luminotécnicos, dramaturgos, etc. Ahi esta el aspecto técnico pero tambien el aspecto humano y mas noble del teatro. Si el festival no se redujo a las representaciones de los grupos nacionales e internacionales, sino que prolongó su actividad en encuentros, seminarios y talleres, es porque se ha tenido en cuenta el corazon mismo del teatro: quienes lo hacen, quienes trabajan en el, y encuentros asi, por decir lo menos, infunden vigor a la actividad entera. El futuro del teatro colombiano de esto se beneficiara, no solo porque los grupos hoy, tantos y tan diversos, pudieron ofrecer a un publico entusiasta sus propuestas escenicas, sino porque estas dieron paso a las deseables confrontaciones. Los grupos, que trabajan en el aislamiento, pudieron abrir sus puertas para que entrara el aire fresco de otras impresiones. Y se vio entonces como corrientes renovadoras sacuden las estructuras un poco cerradas del teatro nacional. Entonces la ambiciosa empresa de impulsar al teatro colombiano con el festival proporcionó los estimulos para promover su progreso, la investigación y una mayor apertura.

Sin duda, cuando una organización ambiciona cubrir grandes espacios, surge el temor de que aquello se vuelva inmanejable. Contra la acendrada tendencia de los colombianos a la pequeñez, el festival penso en grande, busco abarcar los cuatro puntos cardinales de las artes escenicas y lo logro plenamente. ¿Que hubo tropiezos? Los hubo. Que una parte del teatro callejero no respondió a la calidad deseada, bien puede ser cierto.
Que algunos conjuntos defraudaron, tambien es un hecho. Pero analizar el evento general bajo estas imperfecciones seria mezquino. Hoy no hay un simbolo mas claro y mas diciente de los nuevos impetus con que el ciudadano quiere sobreponerse al clima de calamidad con que hemos tenido que convivir ultimamente, que ese simbolo dorado del Festival Iberoamericano de Teatro.