BUENAS NOTAS
El balance de la temporada musical del primer semestre del 83 ha demostrado que la Sinfónica puede interpretar con éxito partituras espinosas.
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Después de un año al frente de la Orquesta Sinfónica de Colombia, hay que afirmar que el nombramiento del Maestro Luis Biava como director titular de la misma es la mayor inyección de talento que ha recibido la agrupación musical, desde el fallecimiento del inolvidable y en cierta forma legendario Olav Roots.
La experiencia internacional de Biava, su más que sólida formación en una de las primeras orquestas del mundo, un indiscutible carisma personal y una evidente musicalidad, le han merecido el respeto de los instrumentistas y la consecución de unos resultados sumamente positivos. Ello prueba la idoneidad de Biava para dirigir una orquesta que hasta hace poco tiempo parecía sufrir de problemas endémicos irremediables, que se originaban fundamentalmente en una muy escasa disciplina, o expresado de manera más parroquial en "muy pocas ganas" .
Si al terminar la temporada del año pasado ya era posible vislumbrar un rayo de esperanza, el primer semestre del 83 ha demostrado que cuando hay voluntad colectiva -y todo parece indicar que la hay- es posible enfrentar con éxito el reto que representa la interpretación de partituras espinosas y comprometidas que, como en el caso de la Décima Sinfonía de Chostakovitch o de la versión completa de "El sombrero de tres picos" de Falla, o de la Quinta Sinfonía de Mahler, representan un paso adelante en lo que respecta a poder programar obras mayores del repertorio, al menos con una mínima garantía de que se podrán superar ciertos escollos técnicos.
Precisamente, al final del concierto que cerró la primera parte de la temporada 83, y en el cual se interpretó la sinfonía de Mahler, en el ambiente del teatro Colón de Bogotá flotaba, además del sabor épico de las notas mahlerianas, la sensación de que el futuro de la Orquesta, si ella lo desea, es amplio y brillante, y de que podrá comprometerse no sólo con otras partituras del propio Mahler -sueño impensable hace algún tiempo- sino con mucha de la música que hasta ahora sólo había sido posible escuchar en el país en grabaciones. No es aventurado aspirar inclusive, con algún refuerzo por el lado de los cobres, las tubas de rigor y por supuesto solistas especializados, a realizar alguna ópera de Wagner, en versión de concierto.
Ya el hecho mismo de que la programación de la orquesta -más equilibrada e interesante en los últimos meses- incluya abundantes obras de estreno, demuestra que los avances no han sido únicamente en lo que se refiere a afinación y precisión, sino que una nueva y de alguna manera insólita disciplina ha permitido que el director titular aspire a la realización de planes ambiciosos que, después de todo, son habituales en cualquier orquesta sinfónica, aunque aquí parezcan éxoticos. Por lo pronto, ya en la mayoría de los conciertos, los "habituees" hablan más de matices de interpretación que de problemas técnicos, y cuando esto ocurre es porque por fin se está hablando de una orquesta profesional.
Otro aspecto que cabe destacar es la participación de la Sinfónica en varias giras dentro y aun fuera del país. Estas presentaciones tienen la importancia de otorgarle a la agrupación un carácter más nacional y de permitir que los públicos de otras ciudades, que no disponen de orquestas permanentes, puedan disfrutar de la música viva. Claro está que detrás de estas actividades itinerantes, hay importantes apoyos financieros de entidades regionales que han permitido el desplazamiento de la Orquesta a Barranquilla, Cúcuta, Popayán, y a la ciudad venezolana de San Cristóbal.
Y a propósito de financiación, también desde hace algo más de un año en los costos de la Orquesta han comenzado a participar varias empresas estatales y privadas, diferentes de Colcultura, y algunas embajadas, ya que aunque los presupuestos no son ni mucho menos escandalosos -27 millones en el presente ejercicio- la Sinfónica, a veces, se encuentra abocada a afrontar los cuellos de botella de las instituciones gubernamentales en lo que a flujo de dinero se refiere. Una prueba más de que hacer cultura sin el concurso de fondos diferentes de los de un atado fiscal es, al menos en Colombia, una utopía. Los planes de la Orquesta para el segundo semestre son ambiciosos y muy atractivos para el público. La segunda parte de la temporada se iniciará el próximo 23 de septiembre con el Segundo Concierto para Piano de Brahms, interpretado por el solista Harold Martina. Vendrán luego una serie de presentaciones con varias obras de estreno (Ivan el Terrible de Prokofiev entre otras) y numerosas reposiciones, con la participación de varios importantes solistas nacionales y extranjeros; incluido un violinista de gran cartel internacional, cuyo nombre no fue posible establecer en vista de que se trata de una sorpresa. Por supuesto, dentro de la agenda de la Orquesta continúan apareciendo varias giras por diversas ciudades del país, y así se llevarán a cabo conciertos, durante los meses de octubre y noviembre, en Cali, Pasto, Pereira, Armenia y Manizales, siempre con la finalidad de extender el radio de acción y de merecer, en justicia, el nombre de Orquesta Sinfónica de Colombia.
Hacia un futuro más remoto, los proyectos son aún más ambiciosos: el maestro Biava prepara para 1984 un basto programa didáctico que permita a la juventud, y sobre todo a la infancia, un mayor acercamiento a la música sinfónica. Para ello se estudia actualmente la posibilidad de realizar periódicamente conciertos con la ayuda de formas teatrales de expresión y ciclos musicales con lemas atractivos para los niños. De la misma manera, el próximo año continuarán llevándose a cabo los talleres musicales dirigidos por los solistas invitados, que tan buenos frutos han dado en el presente año.
Sobra decir que todas las realizaciones y los proyectos de la Orquesta son costosos y que implican, cada vez, cifras mayores de financiación; sin embargó, a través de una fuente extraoficial logró establecerse que para 1984 ya le ha sido aprobado a la Orquesta un presupuesto de 38 millones de pesos, que sumado a las ayudas externas -privadas, oficiales y diplomáticas- permite prever una cierta holgura económica y desde luego el cumplimiento de unas metas ambiciosas.
Por ahora, y mientras se cristaliza el futuro, se puede decir que hay una Orquesta profesional y que al frente de ella está un dinámico director titula con proyectos importantes en materia musical, que sin duda contribuirán a hacer de Colombia un país mucho más amable.