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Buenos embajadores

Luis Fernando Roldán y Johanna Calle atraen por estos días con sus dibujos a los visitantes del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.

13 de junio de 2004

Los artistas colombianos siguen presentes en las principales ciudades del mundo. En febrero pasado estuvieron en Madrid Óscar Muñoz y Juan Fernando Herrán, que en un par de meses también empaca maletas para la Bienal de Sao Paulo, Brasil. José Alejandro Restrepo estuvo en Barcelona y, ahora, Johanna Calle y Luis Fernando Roldán están exponiendo parte de su obra reciente en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, en donde el año pasado también estuvieron Muñoz, Restrepo y Miguel Ángel Rojas.

La curadora independiente María Iovino, gestora de la muestra, se propuso mostrar a dos de los artistas colombianos que trabajan con un medio muy tradicional como el dibujo. Ambos, impulsados por intereses diferentes, han concebido buena parte de su trabajo a través de este medio, y en esta exposición coinciden por el uso de textos que se confunden con trazos y líneas.

La obra de Johanna Calle, resultado de procesos lentos y cuidadosos, se apoya muchas veces en hechos concretos de la realidad nacional: desde niños huérfanos o abandonados por sus padres que "buscan su hogar" y de quienes han difundido fotografías a través de diferentes medios de comunicación, hasta el caso que ocurrió en 1998 con las famosas 'chicas de acero', unas niñas con uniforme militar que fueron secuestradas durante algunos días por un grupo guerrillero. Estos han sido, entre muchos otros, los temas que han movido a Calle. En Torrencial (1999), a medida que iba escribiendo nombres de niños abandonados, fue creando ondas expansivas que aluden a esa situación y a las consecuencias que a corto plazo traerá este fenómeno. Son las palabras las que le dan forma a la obra. Lo mismo hizo en Ciel étranger (2001), en la que transcribe fragmentos de la novela Vuelo de noche, de Antoine de Saint-Exupéry.

Roldán, en Sueños, rasgó sabanas que había tinturado de negro para, como si se tratara de hilos, disponerlos a manera de sutiles líneas y puntos que también asemejan textos. "Roldán no es un creador guiado por teorías, ni por algún tipo de discursos, pero sí por un espíritu refinado en el estudio del arte, un creador de formas moldeado en un trabajo arduo, que lo ha dotado de un lenguaje matriz o de una voz habilitada para expresarse en distintos idiomas", escribió Iovino en el catálogo de la exposición.