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Caetano Veloso y Gilberto Gil son los abanderados del tropicalismo, un movimiento musical brasileño que une la ‘bossa nova’, el ‘rock and roll’ y la psicodelia. | Foto: Reuters

MÚSICA

Dos amigos y cien mil fanáticos

Las dos figuras veteranas más importantes de la música brasileña se unieron en una gira sencilla y conmovedora. El resultado acaba de salir publicado.

Juan Carlos Garay
4 de junio de 2016

¿Cómo celebrar 50 años de amistad? Si siguiéramos los dictámenes de la industria musical actual, con un concierto lleno de decibeles y el acompañamiento de una banda gigante. Y sigamos sumando: coreografías, luces estroboscópicas, juegos pirotécnicos… No exageramos. Una parte de la industria tiende tanto a esa abundancia que, hace poco, un estudio de la Universidad de Oslo alertaba que “la música se está volviendo parte de la polución sonora”.

Pero cuando Gilberto Gil y Caetano Veloso anunciaron que se iban de gira, a mediados del año pasado, las fotos de los ensayos mostraban todo lo contrario: ellos dos, frente a frente, con sus guitarras y nada más. Así se fueron a recorrer el mundo, sin banda acompañante. Visitaron 21 países y sumaron cerca de 135.000 oyentes. Y en casos como este, la palabra oyente cobra pleno sentido. Un recital así no puede abordarse sino con la escucha atenta. El concierto, que ha quedado registrado en un álbum doble llamado Dois amigos, está lleno de sutilezas: guitarras que contrapuntean, voces que se responden y versos tan delicados como aquel que dice que la samba es “una lágrima clara sobre piel oscura”.

Es un triunfo de la calma, de esa serenidad que solo se adquiere con el paso de los años. Caetano Veloso y Gilberto Gil se conocieron hace medio siglo y descubrieron muy pronto que compartían inquietudes musicales. En esa época, el disco brasileño que estaba de moda era Getz and Gilberto del sello Verve, una exploración de canciones populares con sabor de jazz. El disco era bueno pero no alcanzaba a reflejar las inquietudes de una juventud que ya había descubierto el rock y que quería también expresarse sobre temas sociales.

Entonces hicieron el himno de su generación: crearon un movimiento llamado el tropicalismo y lanzaron un primer disco con notable influencia de la psicodelia de los Beatles. En 1969 su postura artística incomodaba al régimen, y ambos fueron encarcelados. De ahí salieron exiliados a Londres, donde siguieron alimentándose de buena música hasta su retorno en 1972. Desde entonces han tenido carreras paralelas que, de vez en cuando, se vuelven a juntar: la más notable de esas reuniones fue hace 22 años, cuando hicieron juntos el disco Tropicalia 2 y el compositor Arto Lindsay afirmó que “estos dos todavía pueden repensar la sociedad brasileña”.

Probablemente esa no sea la meta de este nuevo registro. Se trata, más bien, de un repaso amable de sus trayectos y un desfile de las muchas canciones que han escrito juntos. El recital se inicia con Back in Bahia, que narra la alegría de su regreso después del exilio, y sobrevuela un abanico de sentimientos que van desde la nostalgia de Coração vagabundo hasta la esperanza de Andar com fé. Quienes los hemos seguido desde hace años, comprendemos pronto que aquí hay algo más que un álbum de fotos viejas. La aproximación a las canciones es honestamente actual. Gil se ha vuelto “más primitivo y a la vez más refinado espiritualmente”, según palabras de su amigo Caetano, y este a su vez se siente en su canto más a gusto que nunca.

Para cerrar con broche de oro, una canción nueva, compuesta en el calor de la gira. Se llama As camélias do quilombo do Leblon y termina con palmas y una frase que parece repetirse hasta el infinito. Ambos con 73 años, no dan señas de querer retirarse. Pero de alguna manera ese coro final parece un mantra, una letanía que ya garantiza la posteridad.