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CANTO DE ANGELES

A PROPOSITO DE LA,PELICULA "FARINELI", SEMANA PRESENTA A CONTINUACION ALGUNAS PISTAS SOBRE EL FENOMENO DE LOS CASTRADOS Y LA VIDA DEL MAS GRANDE DE SUS INTERPRETES.

1 de julio de 1996

La vida de los castrati, que llenaron con su voz hermafrodita los teatros y las cortes europeas entre los siglos XVII y XIX, llega a la actualidad envuelta en medio de una bruma de leyendas e inexactitudes y nunca es del todo claro qué fue verdad y qué no en la vida de estas primeras estrellas de la historia de la música que ahora pasan al cine en la película Farinelli. Balatri, por ejemplo, fue el único de los centenares de castrati de los siglos barrocos que se cuidó de escribir sus memorias, las cuales hoy son un documento excepcional de la vida musical del siglo XVIII. Sin embargo, salvo por su viaje a Tartaria con el zar de Rusia, Balatri no tenía mucho qué ofrecer al curioso lector de la posteridad. Muy distintas habrían sido las cosas si Carlo Broschi, Farinelli, se hubiese tomado el trabajo de relatar su vida. Por una razón sencilla: fue el más grande cantante de su tiempo. La castración con fines musicales tuvo su origen en la prohibición a la mujer de cantar en la iglesia. Nació en el siglo XVI con el ánimo de conservar la voz en los niños que formaban parte del coro papal, pero a comienzos del XVII ya los castrati se habían tomado los teatros en Italia y España. En esa época, como en todas, ser estrella traía consigo dinero, viajes y proximidad al poder y los castrati hicieron todo lo posible por alcanzarlo. De hecho fueron el capricho del mundo, eran exóticos y rutilantes, las mujeres los adoraban, los deseaban como amantes y los asediaban como hoy a Boy George o Michael Jackson. En este sentido Farinelli desbordó todo lo previsible. No solo fue el más grande cantante del siglo XVIII, capaz de sostener una nota durante un minuto sin respirar, sino que su harén de mecenas contenía, al tenor del libro Historia de los Castrati, de Patrick Barbier, "dos emperadores, una emperatriz, tres reyes de España, dos príncipes de Asturias y el Papa Benedicto XIV". Dejó la escena operística para trasladarse a la corte española, donde vivió casi 22 años. Fue Isabel Farnesio, la esposa de Felipe V, quien lo llevó a la corte de Madrid, pues pensaba que en el canto de Farinelli Felipe V compensaría las pesadumbres de lo que entonces llamaban melancolía, un extraño padecimiento de síntomas particulares, entre ellos la aversión al baño y al cambio de ropas. En la teoría las obligaciones de Farinelli se limitaban a cantar cuatro canciones siempre las mismas al rey cada noche. Sin embargo, en la práctica trabajó en la modificación del curso del río Tajo, diseñó el teatro de la ópera y escogió los títulos que allí se presentaron, importó caballos de Hungría, dirigió la Capilla Real y sobre todo ayudó a su rey en los asuntos de Estado. Era el verdadero gobernante de España. Hizo lo propio durante el reinado de Fernando VI y María Bárbara de Braganza. El ascenso de Carlos III al trono fue el final de su reinado. En 1759 se retiró a su villa de Bologna, donde vivió rodeado de una de las más exquisitas colecciones de objetos de arte recibiendo la visita de personajes famosos. Independientemente de esta historia, lo que más ha llamado la atención en los espectadores de la película es la capacidad amorosa de Farinelli. La verdad es que, contrario a lo que muchos suponen, los castrati sí podían tener relaciones sexuales. Un artículo de la Academia de Medicina de Nueva York de 1983 proporciona datos precisos sobre las técnicas de castración del barroco. "Se sumergía al niño en un baño caliente y se le daba una bebida fuerte; cuando estaba semiembriagado se oprimían las yugulares, se comprimían las gónadas y se las frotaba hasta que ya no podían palparse". Es decir, la extirpación directa de los testículos no era la intervención más usual de lo que podría pensarse. Al decir de Meyer Melicow, miembro de dicha academia, este tipo de operación no impedía la formación de testosterona, pues si algunas de las células que las producían lograban sobrevivir y funcionaban, "ello posibilitaba a muchos cantantes castrati las relaciones heterosexuales". La figura de la mayoría de estos cantantes era casi grotesca, más altos que el promedio, torso desproporcionado, piernas delgadísimas, caderas afeminadas y algunos desarrollaban los senos. Sin embargo, a la hora de la verdad no eran caballeros condenados al celibato y de hecho muchos de ellos protagonizaron tórridas historias de seducción como Caffarelli, Luigi Marchessi, Gásparo Pacchierotti, Giusto Ferdinando Tenducci, Giovanni Battista Vellutti y el propio Farinelli, quien además, según la película de Corbieu, se dio el lujo de compartirlas con su hermano.