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CASA TOMADA

A un año de su implantación, el programa de subdivisión de viviendas urbanas empieza a mostrar sus primeros resultados.

11 de julio de 1988

Subdividir viejas edificaciones para dar cabida a más dependencias es una práctica casi tan antigua como la historia misma de las ciudades, la que cuenta ya con varios milenios a cuestas. Las grandes ciudades del mundo occidental llevan siglos desarrollando este tipo de adecuación. De otra manera no existirían hoy los extensos sectores antiguos de Londres, Paris, Roma, Viena, Praga o Venecia, por ejemplo. En Italia, donde la preocupación por el cuidado de las ciudades históricas es constante, los viejos palacios y casonas albergan ahora varias viviendas, algunas de ellas de excelente diseño y factura.
La vida urbana de esas ciudades deriva, casi totalmente, de la presencia constante de habitantes de diversos niveles de ingresos en las edificaciones recuperadas.

En Colombia esta práctica es también muy antigua. Las viejas casonas coloniales se subdividieron en unas más pequeñas, dando así origen a nuevos tipos que después se quedaron como parte de la herencia urbana.
Durante el siglo XIX no sólo se continuó esa práctica sino que se enriqueció con los detalles de ornamentación, característicos del gusto por lo neoclásico. La vivienda moderna aparentemente indivisible fue pronto sometida a tratamiento y se unió al vasto conjunto de casas en permanente transformación, muchas veces inadecuada y sin control que, si bien ha aumentado la oferta de espacios útiles, ha causado también deterioro especialmente en los sectores más preciados de las ciudades. En todos los estratos sociales la práctica de subdivisión se ha manifestado. Pero es sólo ahora cuando cuenta con respaldo financiero oficial, con normas y reglamentaciones, y con asesoría y supervisión técnicas.

Hace ya un año, el Banco Central Hipotecario inició en Bogotá la promoción y la realización de un programa especial de crédito para la subdivisión de vivienda urbana en Colombia.
Este programa se convirtió inmediatamente en una alternativa para los propietarios de viviendas que, bien sea por su edad, tamaño y eventual falta de mantenimiento, son susceptibles de ser sometidas a una forma de cirujía plástica que no sólo las embellece sino que, además, multiplica notablemente su oferta de unidades habitacionales. Esto, tan sencillo como parece, representa uno de los mayores aportes hechos hasta ahora a la conservación de las ciudades, a la oferta de vivienda y a la práctica de la arquitectura en el país. Lo que antes se hacia desordenada e ilegalmente, ahora se puede hacer con cuidado, respetando las condiciones ambientales de los barrios y de los predios buscando condiciones satisfactorias para las viviendas y ciñéndose a criterios de buena arquitectura para la ciudad y para sus habitantes.

El Banco Central Hipotecario en asocio con la Sociedad Colombiana de Arquitectos, ha desarrollado ya una serie de cursos instructivos para profesionales interesados en vincularse al programa, a los cuales ya han asistido más de mil personas. En estos cursos se suministra información acerca de los requisitos y trámites necesarios para presentar las propuestas. En Bogotá, se conformó un Comité Técnico Interinstitucional, con representantes del Banco y la SCA, de Planeación Distrital, de la Secretaría de Obras Públicas, de las empresas de Servicios y del Catastro. Han sido ya ágilmente aprobadas por ese Comité 250 solicitudes, de las cuales se obtendrán cerca del 1.250 unidades de vivienda. Este índice multiplicado señala cómo, de expandirse el programa, se obtienen más o menos cinco nuevas unidades por cada solicitud aprobada, las que saldrán al mercado a precios considerablemente menores que los de la oferta comercial corriente. El programa se encuentra ya en marcha en Cali, Medellin, Cartagena, Bucaramanga y Cúcuta, y se extenderá paulatinamente a otras ciudades del pais. Se ha creado además un concurso anual de méritos públicos para premiar aquellos proyectos que presenten soluciones óptimas dentro del espiritu del programa.

Los beneficios son "silenciosos" en la medida en que no son ni espectaculares ni instantáneos. A largo plazo son incalculables. La generación de empleo profesional es mucho mayor que la del sistema financiero de corporaciones, que favorece preferencialmente a empresas grandes y establecidas, y a viviendas grandes y costosas, pero que no ampara al profesional independiente que puede trabajar a pequeña escala. La ocupación de la mano de obra en construcción que genera el programa no es tan voluminosa como la de la gran industria edificadora, pero puede sostenerse en un nivel constante, creciente y estable, sin los altibajos que ocasionan usualmente los cambios en los sistemas financieros. La ciudad se beneficia por la concervación de la estructura de barrios que poseen condiciones ambientales satisfactorias las que intentan ser destruidas por Decretos como el 067 de Bogotá, afortunadamete detenidos en su marcha hacia destrucción. Y, finalmente, las viviendas bien diseñadas pueden disfrutar de las ventajas de las construcciones que se hicieron antes de la de la especulación: espacios generosos, muros gruesos, alturas mayores algo de la calidad espacial de la vieja arquitectura: penumbras, rincones detalles decorativos, buenas madera y ornamentos, etc.

A pesar de que todas las ciudades pueden beneficiarse de este programa, en algunas de ellas, Cartagena por ejemplo, sus efectos pueden ser extraordinarios. Muchas de las viejas casonas del centro histórico, ahora abandonadas y sujetas a una especulación inmisericorde, pueden readecuarse como viviendas para quienes aman desinteresadamente esa ciudad y quieren vivir en ella. La tradición manizaleña de viviendas múltiples encuentra en el programa un apoya inesperado, que permite seguir con una costumbre arraigada en la ciudad y conservar algo de ese sabor de las viejas calles, en las que las viviendas se escalonan de manera característica.
Y, en Bogotá, se pueden recuperar barrios tan diversos como La Candelaria, La Soledad, Santa Teresita Santafé, Chapinero, Palermo y Sears además de brindarse alternativas para todos los demás barrios amenazados de demolición.

Este primer año es entonces un motivo de celebración para quienes en Colombia aspiran a contar con mejores ciudades, viviendas al alcance de los ingresos de los habitantes y, sobre todo, sensatez económica y cultural.
Alberto Saldarriaga Roa. --