Home

Cultura

Artículo

CAZA FANTASMAS

El suspenso y el humor negro se toman el escenario del Teatro Nacional con la obra "Trampa mortal".

26 de noviembre de 1990


Pocas veces se habìa montado en Colombia una obra basada en el suspenso. Hacía falta. Ahora,bajo la dirección de Julio César Luna, el Teatro Nacional lleva a las tablas "Trampa mortal", de Ira Levin, y enriquece la propuesta dramática para el fin de año.

La expectativa y el humor negro se combinan de manera armònica en esta pieza. "Trampa mortal" es un juego de situaciones mejor, el juego de una situaciòn que se repite y se altera para acomodarse a las circunstancias, es el drama del mundo moderno, en el que la pasiòn por el sexo y el dinero se convierte en el eje de la acciòn. Dos escritores, uno profesional y otro que comienza, son los protagonistas de esta obra. Son los responsables de mantener entre el público un clima de suspenso en permanente. ascenso. Aun al final, cuando el telòn imaginario se baja definitivamente, el espectador puede esperar alguna sorpresa.

El drama logra involucrar a todos los presentes. Cada quien, como en un juego de azar, terminahaciendo sus apuestas: ¿Quién matara a quién? ¿Cuál se quedará con la fortuna y los honores? "Trampa mortal" comienza como un juego nefasto. Los escritores inventan un drama para engañar a la mujer del mayor de ellos y poder desarrollar a plenitud su relación homosexual. La mujer cae en la trampa. Pero el juego continúa, la historia da una vuelta de 180 grados, y al final todos terminan engañados. Incluso quienes han calculado que el maléfico proyecto carece de errores.
Humberto Dorado, en el papel de Sidney Bruhl, el dramaturgo que ha llevado a escena historias de suspenso a lo largo de su vida, descubre en un joven aprendiz suyo, Clifford Anderson, representado por Miguel Varoni, un talento que podrá llegar muy lejos . Un escritor que sera solicitado por cuanto productor se atraviese en su camino.
Bruhl, desgastado por los años, ha refundido su talento y vive al amparo de su mujer Chela Arias como Myra Bruhl. La admiraciòn por Anderson se convierte en la disculpa para darle rien da suelta a sus pasiones. Por él mata a su esposa, para quedarse con su fortuna y compartir su vida con el joven. Por él desenfrena su ambiciòn de alcanzar una vez más la fama y, en el camino fácil, prefiere apoderarse de su ingenio plasmado en el papel. Bruhl es un verdadero maestro del terror y en el ocaso de sus años cree escribir la mejor obra de su vida. La diferencia con las anteriores es que ésta no la propone para ser interpretada, sino que él mismo la interpreta, en la vida real, para conseguir, como sus personajes de antaño, la gloria y el podor. No obstante su experiencia, algún detalle se escapa y se vuelve en su contra.

En este juego de escritores talentosos que viven del engaño transcurre la obra, enriquecida por un toque de humor negro que por cuenta de una parasicòloga delirante Rosita Alonso, que no sòlo aporta el elemento que desatará algunas carcajadas de terror entre el público, sino que además se ira convirtiendo en la clave para que el espectador descubra ese final que se insinúa desde el comienzo, pero que logra escabullirse magistralmente de cualquier consideraciòn. El cuadro lo completa Pedro Mogollón, quien representa al abogado de Bruhl, Porter Millgrim.

Si bien el texto original de Ira Levin el mismo autor de "El bebé de Rosemary" ofrece un espectacular tratamiento del suspenso, el montaje de Julio César Luna no se queda atrás. La propiedad con que los actores desarrollan sus papeles se enfatiza con un excelente repertorio de efectos. Desde la musicalizaciòn, que puntualiza cada escena y juega con el espectador a su antojo, hasta los trucos de muerte y de sangre que aparecen con frecuencia, logran su cometido. El pero de "Trampa mortal" está, sin embargo, en el abuso del propòsito cómico. Es cierto que la pareja humor negro-terror funcionan a la maravilla cuando se manejan con mesura. De hecho, en buena pane del drama esta mezcla alcanza un efecto muy apropiado para el tema: despertar emociones contrapuestas en el público.
Hacer reír a la gente a carcajadas y al minuto hacerla temblar en su silla. Pero parece como si existiera el temor de pasar inadvertidos por esconder el sarcasmo. Entonces, se planea el chiste inoportuno y éste lleva a que los actores, en ocasiones, deban sobreactuar su parlamento y caer en el ridículo. La prueba palpable está en el final de la obra. Realmente hay dos finales. El de terror, que resulta apropiado, y el de humor, que sobra.

Pero, con esta salvedad, en su conjunto "Trampa mortal" constituye una pieza a la cual vale la pena enfrentarse.
El suspenso tiene la cualidad de permitir que todo el mundo participe. Más allá de los gritos que hacen temblar el teatro con frecuencia, el espectador se convierte en el sexto personaje. En una especie de Sherlock Holmes que no puede evitar la tentaciòn de hacer conjeturas con cada suceso, en su búsqueda de una verdad escurridiza. El rompecabezas se arma y se desarma a cada instante, porque siempre queda alguna pieza fuera de lugar. La última palabra sólo pueden darla los actores: ellos llevan consigo la pieza clave.

Lo curioso es que aun en medio del suspenso y del humor, "Trampa mortal" ofrece un espacio para soñar. Las ilusiones del joven escritor no pasan inadvertidas, ni se dejan hundir por el efecto dramático. Precisamente la obra va desarrollando el terror a partir de ese juego de sentimientos y pasiones. De la esperanza por sobresalir se llega al desenfreno. Del amor se cae en la violencia. Y lo cierto es que por más construido que resulte el juego escénico, el éxito se logra a partir del buen uso del detalle cotidiano.