CINE AL ROJO VIVO

Protesta de padres de familia produce la primera reglamentación del cine porno en Colombia.

28 de octubre de 1985

Todo parece indicar que "Garganta profunda", el gran clásico de la pornografía, con su legendaria actriz Linda Lovelace, así como cientos de filmes de ese género, podrán ser vistas por los colombianos en las recién creadas salas X, que acaba de aprobar el Ministerio de Comunicaciones.
Este parecería ser el resultado de la polémica surgida a raíz de una carta enviada por prestantes ciudadanos, encabezados por el rector del Gimnasio Campestre, Alfonso Casas Morales, protestando y pidiendo medidas de control contra lo que ellos consideran una creciente ola de inmoralidad que "a través de medios incontrolados de comunicación, perturba a nuestros hijos, los instruye en miserias y maldades hasta inconfesables, enaltece ante ellos el adulterio, las perversiones sexuales, la violencia y la crueldad, de robo y otras muchas manifestaciones del pecado y del delitó".
De todas las anteriores "manifestaciones del pecado", la única sobre la cual se podía establecer una reglamentación concreta, era la del cine porno. La censura del material impreso es muy difícil de implantar en Colombia y la "inmoralidad en la T.V." no es tan obvia como para que exista un consenso sobre su reglamentación. Por esto, el Presidente en su carta de respuesta, después de expresar su solidaridad por la causa, se concretó en un proyecto de reglamentación del cine Pornográfico "para poner diqúe a un comercio que hiere convicciones profundas".
El asunto tenía varios intringulis jurídicos: la pornografía había sido considerada delito en Colombia desde 1936, pero esta disposición fue derogada en 1983, cuando se cambió el Código Penal. Desde ese momento, era jurídicamente imposible censurar argumentando el carácter pornográfico de la cinta. La Junta de Clasificación, sin embargo, recurrió a ciertos postulados universales contenidos en la Convención de Ginebra de 1923, según los cuales "el estado debe comprometerse a velar por la moral ciudadana". La norma era demasiado abstracta y obsoleta. Y más aún, su aplicación tenía que ser acomodaticia una vez se había abolido la pornografía como delito.
Como caso curioso, la industria del cine pornográfico en 35 m.m. y en color, que comenzó a surgir hace unos 20 años, no había sido asimilada en Colombia como lo fue en otras partes del mundo. Cuando en otros países el cine rojo en largometrajes, conocido con el nombre hard-core (pornografía explícita), era un elemento normal de los años setenta, en Colombia creaban escándalo películas como "Cuando las colegialas crecen" y "El último tango", que no iban más allá del destape y la simulación. Estos últimos títulos pertenecen más bien a la categoría del denominado soft-core (pornografía discreta). La diferencia entre uno y otro no es de poca monta, como tuvieron oportunidad de verificarlo los horrorizados miembros de la Junta de Clasificación este año cuando por primera vez se le presentaron solicitudes para clasificar películas hard-core. La Junta de Clasificación definió este género como el "tratamiento gratuito, reiterativo y efectivista del sexo como elemento narrativo central". Sin embargo, Mauricio Laurens, uno de los miembros del comité, dijo a SEMANA que "en la práctica hard-core es simplemente una hora y media de genitalia, penetración y eyaculación en primer plano". Esta descarnada descripción corresponde a la realidad de un género cinematográfico que si bien el diario El Tiempo considera "útil como válvula de escape para los depravados", es parte de la vida contemporánea en todo el mundo occidental.
Cinco películas de esta naturaleza fueron exhibidas este año ante la Junta de Clasificación. La primera, llamada "Compañeras de cuarto", fue vetada más por el instínto de repugnancia que le causó a la Junta, que por la validez jurídica de la argumentación en su contra. Al haber dejado de ser la pornografía un delito, el rechazo hacia una cinta por considerarla "demasiado pornográfica" era legalmente insostenible. La única forma de vetarla era la de alegar que contenía apología del delito, elemento que no necesariamente acompaña a la mayoría de las cintas porno. Por esto, las cuatro peliculas hard-core que fueron sometidas a la Junta después de "Compañeras de cuarto", tuvieron que ser aprobadas ante la perspectiva de que los propietarios de las cintas ganaran el pleito en el Consejo de Estado. Esta circunstancia coincidió con la carta de protesta por la proliferación de este tipo de películas, de tal suerte que surgió la decisión de reglamentar su exhibición. El problema radicaba en que si bien sólo hasta este año se presentaron solicitudes legales para su presentación, ilegalmente el negocio venía funcionando sin ningún control desde los años ochenta. Se calcula que más de 200 películas hard-core han sido proyectadas, contrariando todas las disposiciones legales.
El decreto N° 4518 para reglamentar este tipo de cine, parece aceptar la inevitabilidad de la pornografía, pretendiendo, con criterio realista, en lugar de frenarla, permitir su exhibición con restricciones. Estas son básicamente: prohibir la publicidad explicita de las mismas y exhibirlas en salas especializadas y claramente identificables que serán conocidas como salas X. Según el gobierno, esto impedirá que en un futuro incautos buscando películas de entretención familiar, acaben viendo espectáculos repugnantes para los cuales no estaban preparados. Aceptando la bondad de la medida, es difícil creer que ante anuncios en carteleras con ilustraciones de mujeres desnudas y títulos como "Hembras insatisfechas", "La insaciable" y "Devoradoras de hombres", pudiera haber muchos incautos que entraran creyendo que iban a ver a Walt Disney.