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Blanca es la protagonista de ‘Noche herida’, la película que narra la lucha de una abuela que quiere un futuro para su familia, en un contexto de exclusión.

SÉPTIMO ARTE

Cine documental a la carta

Un género cinematográfico desconocido para muchos, a pesar de su extensa trayectoria, comienza a tomar fuerza en Colombia y en el mundo.

7 de mayo de 2016

Nubia transita entre hospitales, oficinas y salas de espera en busca de una autorización o un medicamento para su hija que tiene cáncer. Las vueltas administrativas se convierten en un viacrucis para esta heroína que enfrenta con valentía las trabas del sistema de salud en Colombia y relata la cotidianidad de una cuidadora. Esta madre protagoniza Paciente, el nuevo documental de Jorge Caballero, coproducido en conjunto por Gusano Films y Señal Colombia.

La cinta ha despertado buenas críticas en el mundo y ya acumula varios premios de prestigiosos festivales como el de Guadalajara, San Diego, Toulouse, Cartagena y Málaga, lo que demuestra que los documentales en Colombia tienen tanta calidad como las películas de ficción. Paciente, por ejemplo, llama la atención en Europa porque además de abordar un tema universal, como el del familiar que cuida a un pariente, utiliza también una serie de recursos técnicos y narrativos característicos de las películas de ficción.

Esta obra cinematográfica significa un gran logro para su autor, radicado en España. Caballero hace parte de un grupo de realizadores preparados que asumen el compromiso social de reivindicar a los que sufren. En su caso, se ha dedicado a crear una serie de películas que tratan la institucionalidad judicial y sanitaria en el país. “Las películas ‘Bagatelle’, ‘Nacer’ y ‘Paciente’ quieren entrever las pequeñas relaciones que se establecen entre las diferentes jerarquías alrededor de los sistemas sociales. Por ejemplo, entre un abogado y un acusado o una madre y un médico”, asegura.

Estos documentales reflejan, junto a otras producciones como Todo comenzó por el fin, de Luis Ospina, Noche herida, de Nicolás Rincón, y La impresión de una guerra, de Camilo Restrepo, una mirada profunda de la realidad nacional. Y si bien el documental siempre ha estado en la historia del cine colombiano -con realizadores como Martha Rodríguez, Jorge Silva y Carlos Álvarez-, ahora tiene mayor acogida en el público.

De hecho, están llegando con éxito a las salas de cine del país, como Paciente y Todo comenzó por el fin y, además, han sido protagonistas de muestras audiovisuales –como sucedió en el Festival Internacional de Cine de Cartagena–. En este momento, por ejemplo, El infinito vuelo de los días, de Catalina Mesa, participa en el festival documental más grande de Norteamérica, Hot Docs 2016.

Pero aunque hay más público, al filme todavía le falta mucho camino por recorrer. Caballero no siente que este formato esté en alza. “Al contrario –dice–, creo que pasa por un momento crítico en el mundo y eso se puede ver en que aunque la producción de documentales supera en cientos a la de películas ficción en el país, pocos se exhiben”.

Es cierto que estas producciones siguen siendo escasas en las salas de cine –el año pasado solamente se estrenaron siete cintas de este tipo–, y que el dinero invertido en su publicidad es mucho menor al de otras películas. Pero en comparación con otras épocas en las que no se publicaba en cartelera ni uno solo documental, ahora se evidencia un cambio de actitud de los exhibidores con respecto a este tipo de cine.

Esto señala cómo en los últimos años su consumo cambió. Y una de la razones puede estar relacionada con las nuevas plataformas audiovisuales como Netflix, donde los espectadores escogen entre una amplia cartelera en la que se destacan numerosos documentales de gran éxito. Según Paula Arenas, asesora de contenido de Señal Colombia, “es probable que este tipo de plataformas, que apuestan por el documental, contribuyan a que la gente se familiarice más con su lenguaje”.

A más plataformas -dice Jaime Manrique, director de Laboratorios Black Velvet, que promueve el cine nacional- “todas las opciones de distribución alternativa siempre impulsarán los formatos menos publicitados, como el documental”.

Este género gusta dentro de un público que se interesa, en el caso colombiano, por temas que no tratan los medios de comunicación, como La selva inflada, un documental que cuenta por qué se suicidan los jóvenes indígenas en el Vaupés.

Quienes quieren estar mejor informados, tener mejores argumentos de discusión para entender lo que pasa en su entorno y en el país buscan estos contenidos. En este sentido, “esa puede ser una de las razones por las que tanto el consumo como la producción de documentales ha aumentado”, asegura Pedro Adrián Zuluaga, crítico de cine.

Lo problemático es que muchas de estas películas no alcanzan a circular porque ni la industria cinematográfica, ni la televisiva –salvo Señal Colombia– están muy interesadas en el género. Es un cuello de botella que logra destrabarse, de alguna manera, gracias a los festivales nacionales que amplían los circuitos tradicionales de exhibición como Ambulante, de carácter itinerante, y la Muestra Internacional Documental de Bogotá (Midbo), que se realiza desde hace 18 años.

Su director, Pablo Mora, asegura que hoy se producen más documentales “por las nuevas capacidades de gestión entre productores y el acompañamiento de las autoridades cinematográficas”. Aunque manifiesta que “estas películas siguen en desventaja”, frente al impulso económico que el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico (FDC) otorga a las de ficción. Esto, afirma, tiene que ver con una visión industrial y con el éxito de taquilla. “No hay una terquedad o una apuesta de los exhibidores y distribuidores para apostarle al cine de lo real”, enfatiza.

Colombia tiene unas convocatorias envidiables, y de 2014 a 2016 el monto destinado por el Consejo Nacional de las Artes y la Cultura en Cinematografía -Cnacc- para documentales aumentó en un 49 por ciento, según Proimágenes Colombia. Pero también es cierto que las sumas destinadas a ficción y documental son bastante

desiguales. Este año, la convocatoria del FDC destinará 5.000 millones para producir películas de ficción, más de tres veces lo que invierte en documentales, que son 1.507 millones de pesos.

Caballero cree que el documental sigue relegado. “Los que lo hacemos –dice– vamos a gatas”. Según él, “deberíamos mejorar el estatus que se le da a este este tipo de películas”. En esa crítica coinciden varios expertos e investigadores como Diego Rojas, quien resalta ese inmenso esfuerzo que demandan estas cintas y lo compara con la labor del pescador que tira la red y no sabe qué va a salir de allí.

Aunque en Colombia hace falta mucho más espacio para exhibirlas, la buena noticia es que el canal Señal Colombia, cuyo formato estrella es el documental, tiene muy buen recibo entre el público. La gente se engancha y asume su lenguaje. Porque, al final de cuentas, cumple el mismo objetivo que la ficción: contar historias.

A participar

La Muestra Internacional Documental de Bogotá, que va del 24 al 30 de octubre, abrió su convocatoria hasta el 18 de julio. Un comité de selección escogerá unos 30 documentales que formarán parte de las secciones Competencia Nacional, Panorama Nacional y la sección especial Espejos para salir del horror, que exhibirá obras cuya temática gire en torno al conflicto armado, la resistencia de las comunidades y la imaginación del posconflicto. Los interesados pueden consultar la web oficial de la muestra www.midbo.co. El 15 de agosto se publicará el listado de las obras seleccionadas.