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Ciudadanos a la fuerza

Diez ejemplos de resistencia civil y emancipación social en medio del conflicto colombiano.

Luis Fernando Afanador
31 de octubre de 2004

Varios Autores
Emancipación social y violencia en Colombia
Norma, 2004
621 páginas

Colombia es un país sui generis. A la vez que alcanza uno de los mayores índices de violencia e injusticia en el mundo -secuestros, homicidios, masacres, pobreza, desigualdad- puede mostrar avances significativos en materia educativa, una increíble estabilidad institucional, un sistema político relativamente abierto y un buen desempeño económico según los estándares regionales.

¿Cómo es posible tamaña contradicción? La explicación más fácil sería decir que somos un país esquizofrénico. Sin embargo, no es necesario acudir a la sicología para dilucidar tal paradoja. Como lo plantea el abogado y politólogo Mauricio García Villegas -coeditor junto con el profesor Boaventura de Souza Santos de los trabajos reunidos en este libro-, sólo es necesario leer con cuidado a algunos de los científicos sociales que han estudiado con rigor nuestra historia.

García Villegas comparte la tesis de Daniel Pécaut: la ausencia de intervención económica estuvo ligada a la industria del café. Así como los cafeteros no necesitaron el poder del Estado para realizar su gestión, la burguesía colombiana tampoco necesitó de él para organizarse -lo hizo a través de los gremios- y buscó siempre sustraerse de los conflictos entre liberales y conservadores. "La intervención social del Estado colombiano fue muy precaria, debido a que siempre estuvo mediatizada por los partidos políticos". Estabilidad institucional por medio del clientelismo, de la Iglesia y del consenso en el manejo macroeconómico y de orden público, y un Estado débil, antimoderno, sin control total del territorio e incapaz de ser el representante de los intereses generales de los diferentes grupos sociales y con serias dificultades "para mediar e institucionalizar los conflictos".

Un modelo hasta cierto punto eficaz pero que a partir de los años 80 resulta insuficiente para controlar una violencia que siempre había existido de manera cíclica. Los viejos conflictos nunca resueltos sobre la tenencia y la posesión de la tierra hicieron surgir las autodefensas campesinas radicalizadas luego como grupo guerrillero, las Farc, que pervierte sus orígenes y adquiere un inmenso poder gracias a la irrupción del narcotráfico. En general, el narcotráfico exacerba todas las violencias hasta extremos casi ingobernables.

Después de un frustrado proceso de paz, vivimos bajo el gobierno actual un explicable intento de recuperar el poder del Estado y la gobernabilidad. Para ello se incrementa el gasto militar, se restringe el gasto público social y también aumentan las violaciones a los derechos humanos y la injerencia de Estados Unidos en nuestro conflicto armado. En este nuevo orden de prioridades, ¿qué lugar tienen los graves problemas sociales? ¿Qué rumbo toman las luchas populares?

Esas preguntas -totalmente válidas- son las que se hace García Villegas y las que explican el sentido de su compilación: los trabajos por él reunidos son ejemplos significativos de resistencia y emancipación en medio de la intolerancia de los actores armados. Los habitantes de San José de Apartadó, cansados de la violencia paramilitar, guerrillera y estatal "deciden declararse comunidad de paz ajena al conflicto e independiente de cualquier poder militar o político externo". Los U'wa, con redes de apoyo nacionales e internacionales, defienden sus territorios ancestrales en contra del Estado y de las petroleras. Una cooperativa de recicladores consigue hacer un proyecto que no sólo es viable económicamente sino que les devuelve el orgullo y la dignidad personal a sus miembros.

Cuando nos pase la euforia de la guerra final -que no va a llegar-, tal vez entenderemos que la verdadera solución a nuestros conflictos tiene que ver con la creación de un Estado inclusivo que no siga frustrando y arrojando a la ilegalidad las protestas legítimas. Que, al fin, por la vía institucional, se puedan acoger y resolver todos los conflictos sociales.