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CODIGO MENTAL

En la obra del venezolano Sigfredo Chacón, Luis Pérez Galena expone una aproximación plástica al vacío.

4 de noviembre de 1991


LA OBRA DEL VENEzolano Sigfredo Chacón por estos días en Bogotáno es fácilmente digerible. Tal vez no necesita serlo. Así ocurre con el arte abstracto. Al pùblico de la vieja guardia le gusta encontrar en los cuadros detalles que ilustren una realidad conocida y aprendida: recodos del camino, habitaciones con vista, huellas en la arena... Por eso, muchas veces no entienden el papel que pueda jugar la abstracción en ese sentido. Posiblemente es cuestión de disciplina. Este tipo de arte, como el de Chacón, no permite la identificación de elementos precisos, ni la rememoración de experiencias vividas a la luz del día. Pero se convierte, en cambio, en un espejo profundo para explorar el inconsciente, en una plataforma desde la cual van surgiendo interrogantes, en una laguna que va despertando sensaciones.
La obra de Chacón que expone actualmente la Galería Luis Pérez gira, en buena parte, alrededor de los espacios vacíos. El artista habla de la fobia o del horror que éstos pueden producir. Pero se enfrenta con ellos con la intención de descifrarlos. Con el propósito de convertirlos en materia manejable ¿Qué hay en ese más allá? Es necesario entrar en contacto con el misterio para obtener algunas luces. En este orden de ideas, su obra no pretende resolver los interrogantes que el vacío pueda despertar, sino mostrar una ruta su propia ruta, su esquema en el camino hacia la solución inicial: una solución que, en todo caso, abrirá la puerta a nuevos cuestionamientos. Ese es, al fin y al cabo, el juego de la abstracción: crear en el hombre la disciplina de mirar más allá de lo aparente, más allá de lo conocido.
Chacón representa a esa generación de artistas venezolanos que empieza a forjarse un nombre en América Latina. A esa generación que, con un lenguaje universal, está demostrando que en su país hay nuevas propuestas, más allá de las archiconocidas de Soto y Cruz-Diez. Su obra comienza a despertar interés fuera de casa, porque el artista ya ha logrado definir un estilo propio. Una perspectiva con enfoque original, aunque sus desvelos constituyan una constante para muchos otros pintores en el mundo.
El lenguaje de Sigfredo Chacón está compuesto de espacios vacíos, líneas sutiles, líneas retenidas y sombras. Son palabras que articula con pigmentos que él mismo elabora:
trabaja los óxidos, los mezcla con cera de abeja y con acrílicos industriales. Conoce las reglas del proceso, pero se preocupa por variarlas cada vez que tiene en mente un nuevo cuadro, Chacór,el quiere que sus materiales puedan hablar por sí solos, que no sean un simple pretexto para expresar una idea o un sentimiento, sino que formen parte integral del lenguaje. Lo mismo ocurre con el lienzo o con la madera. El artista los integra de una manera tan estrecha con los pigmentos y con las ideas que han servido como punto de partida, que en el cuadro terminado no son sencillamente un soporte, sino una parte esencial del todo.
El resultado de su trabajo es una especie de código mental con el cual se intuye el camino hacia lo desconocido. Es un juego de huellas que dan ganas de recorrer. Pero Chacón se ha preocupado por crear dentro del cuadro ciertas zonas de reserva, como si pretendiera con ellas ofrecer un refugio a los que, una vez tentados por conocer el misterio, se sienten desfallecer. Son una estación de servicio para recargar la energía.