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Contundente y radical

'Velvetina', el nuevo trabajo de Miguel Bosé, es todo un compendio de sonoridades, imágenes e ideas.

23 de enero de 2005

Si alguien quisiera escribir un manual de cómo hacer arte a partir del pop tendría que remitirse a la vida y obra de Miguel Bosé y prestarle mucha atención. Velvetina, su último trabajo -que realizó con el apoyo del productor Antonio Cortés- es un catálogo de sonoridades, de imágenes y de posturas acerca de temas que van desde el amor hasta la guerra, la xenofobia y el poder de las palabras.

No se trata de un trabajo experimental en el estricto sentido de la palabra pues Bosé nunca se sale de la estructura básica de la canción pop. "Yo comencé a cantar en un momento en el que, cuando se hacía un LP, uno incluía 10 ó 12 canciones, y estábamos obligados a que esas 12 canciones fueran potenciales 'singles'. Es muy difícil escaparse de ese esquema, de no buscar que todas las canciones que vayas a presentar cumplan con ese objetivo", le dijo a SEMANA en conversación telefónica.

Además de potenciales éxitos de la radio, los temas que componen Velvetina son pequeñas aventuras sonoras que, directa o indirectamente, recuerdan que Bosé, hijo del torero Luis Miguel Dominguín y de la actriz italiana Lucía Bosé, desde niño creció rodeado de artistas. Y vaya artistas: Luchino Visconti (su padrino de bautizo), Pablo Picasso, Michelangelo Antonioni, Jean Cocteau, Franco Zefirelli, Sofía Loren y Ernest Hemingway, entre otros.

A medida que ha desarrollado su carrera, Bosé ha aprendido a combinar la inmediatez de la canción popular con todo ese acerbo cultural que lo ha rodeado y que tanto le fascina. "Siempre está presente el amor hacia la música. Música hecha de una manera o de otra pues hay miles de maneras de hacerla. Al final acabas trabajando de manera muy exigente contigo mismo. No te vale cualquier cosa como canción. Si no hay armonías de base, no haces el esfuerzo de reemplazarlas por arreglos o por una producción que sea pantallante. Si existe la canción, entonces le das la intención de enriquecerla, embellecerla y, sobre todo, de personalizarla con sonidos, con producción y también con la letra".

En eso Bosé ha sido maestro desde hace casi 20 años, cuando logró imprimirles una personalidad propia a sus discos, cada uno de ellos diferente del anterior, en los que la aventura y el riesgo casi siempre han estado presentes. "Sinceramente, uno escucha la radio y casi todo es igual. Con semejante variedad enorme de sonidos y frecuencias que existen, no es verdad que todas las producciones tengan que parecerse. Al revés, con la tecnología disponible podemos personalizar más que nunca las producciones".

Bosé y Cortés se tomaron lo anterior muy a pecho. Además de medírsele al chill out, el trip hop y el dance, buscaron evocar el pasado, tal vez un tango o alguna balada italiana de la edad dorada del festival de San Remo: "Hemos ido a recuperar cosas que eran mucho más 'revival', mucho más antiguas, a coquetear con un pasado musical electrónico y acústico que nos divertía mucho más". Un trabajo dispendioso pues muchos de estos sonidos les tomaron dos o hasta tres días de trabajo sólo para diseñarlos. "Queríamos inventar sonidos que teníamos en la cabeza y con los cuales soñábamos, y que aparecen a lo mejor de forma muy esporádica, sonidos que casi ni se escuchan, que pertenecen a una sola canción y pasan dos o tres veces. Eso es un deleite".

Pero Velvetina también es un notable documento visual. El DVD contiene los 13 videos de las canciones, cada uno de ellos realizados por un director diferente. A través de los textos de las canciones y las distintas caracterizaciones que desarrolla, Bosé filosofa acerca del amor y la soledad, y también aprovecha la oportunidad para sentar posición acerca de tópicos muy diversos. Así, en Ojalá, ojalá se presenta como el portavoz de un ejército comunicador. En No se trata de critica a quienes se gastan sus vidas pensando en lo que hubiera podido ser y no fue. En Hey Max se opone con virulencia a la xenofobia y al racismo y recuerda que en algún momento de su vida cualquier persona ha sido extranjera y emigrante. En La tropa del rey maldice las guerras. En Verde canalla sugiere que para quedar en paz con los recuerdos es necesario pintarlos con "un cierto verde sentido del humor". Down with love, el video que ya ha sido sometido a censuras, es "una oda al pene y un guiño a sus efectos". En realidad se trata de una sugestiva danza bajo el agua que ha escandalizado mucho más por la presencia de los actores porno Nacho Vidal y Katsumi que por su contenido.

Estos videos invitan a pensar en la faceta de Miguel Bosé actor y fanático del cine. Sin embargo, él no está de acuerdo con esa mirada: "Yo no hablaría de cine cuando se habla de video. No se hace con la misma intención. Quizá ayude la experiencia que yo haya tenido en cine a entrar en juegos y expresiones que pueden enriquecer cada una de las historias, pero nada más. Son ilustraciones, no desarrollan un personaje".

En Velvetina Bosé muestra su goce que por los idiomas. Pasa del castellano al francés, del inglés al italiano, se le mide al portugués. No es la primera vez que lo hace, recuerda. A partir de 1984, en su álbum Bandido, comenzó a jugar con este rasgo, que se ha repetido en otros trabajos. "En 'Velvetina' a lo mejor está más exasperado porque de repente los temas que iba a tocar lo necesitaban, y también porque hay una musicalidad de determinados idiomas que hace que le pueda dar a una canción en particular un cierto misterio, una universalidad". Bosé no lo hace por esnobismo. Desde que nació habla castellano e italiano, se educó y terminó sus estudios en un Liceo Francés y ha vivido largas temporadas en ciudades angloparlantes: "Todo eso lo tengo muy integrado en mi cotidianeidad y lo utilizo de forma natural. Probablemente esos idiomas los hable todos los días por razones de trabajo, amistad o lecturas. Esa riqueza, que me legaron mis padres, me da un poder de comunicación y de entendimiento con mucha gente y, quizá por eso, de enriquecimiento y de falta de conflicto hacia otras culturas y para con ellas".

Bosé lleva en su apellido la 'B' de David Bowie y de David Byrne, otros grandes artistas que han demostrado hasta la saciedad que se puede ir mucho más allá de los formatos previsibles y las recetas que se repiten una y otra vez, y que el público de lo popular sabe apreciar este tipo de esfuerzos.