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CUENTO DE HADAS

El director de "El graduado" recrea ahora el mundo de intrigas y odios de los jóvenes ejecutivos.

17 de julio de 1989

"Secretaria ejecutiva" Dirigida por Mike Nichols
Con Sigourney Weaver, Michelle Pfeiffer y Harrison Ford
"Secretaria ejecutiva" es una fábula de hadas pero no en un reino encantado, sino en pleno corazón de Manhattan, en ese mundo de las grandes corporaciones donde todos, hombres y mujeres, son tiburones para el prójimo. En ese ambiente sofisticado una muchacha rubia y de pocos recursos, secretaria de una ejecutiva que no tiene corazón, se dedicará durante varios meses a la prueba más difícil y odiada de todas, demostrarle a la jefe que ella también es capaz,

Durante el reciente reparto de Oscares, esta comedia tuvo siete nominaciones, y con razón. La historia está contada con una mezcla de cinismo, ingenuidad, erotismo sutil y, sobre todo, ese sentido de la realidad inmediata que distingue las películas cargadas de humor negro y realizadas por este director para quien cualquier anécdota, aun la más trivial --como en el caso de "El graduado"--, le sirve para hacer una disección profunda de ese cuerpo enfermo que es la sociedad norteamericana. "Secretaria ejecutiva", es una mirada a ese mundo de lo cotidiano, lo vulgar, lo doméstico, lo intrascendente, donde no hay héroes ni heroínas, donde todos suenan como pueden, donde todos se levantan con el pie derecho, se miran al espejo y deciden que ese día tendrán que dar la batalla de la semana y, en este caso, con la muchacha que descubre, aterrorizada y preocupada, que la jefe está robándole su eficacía, sus metodos y, lo que es imperdonable en ese mar de tiburones hambrientos, sus ideas.

Michelle Pfeiffer, uno de los casos más asombrosos dentro de las actrices norteamericanas, es la secretaria lúcida y ambiciosa, terca, amante de su soledad cuando descubre que ningún hombre, ni siquiera esos solteros que conoce en los bares, es capaz de traducirle en palabras o gestos toda la impaciencia que ella siente cuando descubre que la estan explotando, la están frenando, la están manipulando. Y la jefe es Sigourney Weaver, sofisticada, cruel y sin corazón, típico ejemplo de las yuppies que suben las escaleras sobre los cuerpos ajenos. Y Harrison Ford, en la mitad, en un personaje anodino que se olvidará cuando llegue Indiana Jones.

Esta es una de las películas claves en la filmografía de Mike Nichols. Nunca antes estuvo tan fresco, tan agresivo, tan lúcido y, sobre todo, tan simple, con este cuento de hadas en una ciudad donde las mujeres corren con tenis rosados
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"Cocoon II, el regreso" Dirigida por Daniel Petrie
Con Don Ameche, Hume Cronyn y Wilford Brimley

La primera "Cocoon" dirigida por un muchacho llamado Ron Howard, era fresca, ingenua, cargada de poesía con esa historia del encuentro de los ancianos que viven en un hospicio y descubren que en el fondo de una piscina yacen los capullos de los extraterrestres, que no alcanzaron a ser rescatados varios años atrás, durante una misión galáctica. La parábola que encerraba esa comedia, por la cual Don Ameche (el anciano de "Las cosas cambian") se ganó un Oscar, giraba alrededor de un principio simple y no tan original: que la juventud no está en el cuerpo sino en el corazón. Aunque estos ancianos eran capaces, ayudados por el agua tibia y enriquecida de la piscina, de realizar proezas que los sorprendían a ellos mismos.

Ahora, como con tantas historias exitosas de Hollywood, llega la segunda parte y, como en otras ocasiones, es inferior a la original pero conserva la frescura de los personajes, quienes regresan a la Tierra a echar una mirada a ese mundo material que dejaron varios años atrás y descubren que mientras ellos siguen siendo los mismos, mientras su juventud simbólica está intacta, en su pequeña ciudad las enfermedades, la muerte (una palabra que ellos ya habían olvidado), el dolor (otro vocablo desechado), la soledad, los celos, los conflictos cotidianos llenan la vida de familiares y amigos.

El director de esta secuela es un veterano, Daniel Petrie, y la intención de la comedia es insistir en el terreno de lo espiritual, con ese tránsito al revés, con esa búsqueda de señales que indiquen a los viajeros que la inmortalidad puede ser deliciosa y divertida, y la mejor defensa contra la destrucción. Pero en el fondo, la Tierra con sus dolores es su verdadero mundo, lo suyo, por encima de todo, y estrechar la mano de un nieto es más significativo que estar vagando en el espacio para siempre. Quizás quienes vieron la primera parte echen de menos una de las escenas más hermosas dentro del cine de cienciaficción: cuando la muchacha se despoja de su envoltura y queda convertida en un haz de luz y hace el amor con el joven del barquito, en una alegoría que trasciende cualquier género. Pero en la secuela, como compensación, está el momento en que la misma muchacha (no es la misma actriz), desata una corriente de fuego, nacida de su impulso sexual, una corriente que acaba con la tranquilidad de un restaurante.--