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Desafío al tiempo

Un policía descubre, en el viejo radio de su padre, una frecuencia para reparar su pasado.

Ricardo Silva Romero
6 de noviembre de 2000

Los viajes al pasado son fascinantes porque el tiempo, tal como lo conocemos, es un enemigo invencible. Por eso siempre que un hombre logra entrar en una dimensión inédita y, por obra y gracia de la ficción, se desplaza hacia una época anterior de su vida, celebramos la victoria y nos ponemos de su lado. Queremos que repare su vida, supere su angustia y vuelva en paz hasta el presente.

Ese es, quizás, el mayor atractivo de Desafío al tiempo. John Sullivan, un policía de 36 años, consigue vencer los invisibles límites del tiempo cuando, por medio de una antigua radio de onda corta y gracias a las teorías de la física cuántica, logra comunicarse con su papá, un bombero que murió como un héroe en un incendio de hace 30 años. La vida de Sullivan no funcionaba —su novia lo había dejado, se sentía mal, no podía resolver un importante caso— y, según le decía su memoria, todos sus problemas habían comenzado con esa muerte trágica.

Hablar con su padre es, pues, una última oportunidad para poner su vida en orden y resolver varios conflictos de su infancia. Podría, por ejemplo, advertirle de los peligros del incendio y salvarle la vida. Podría hacerle muchas preguntas y aconsejarle mejores decisiones. Pero también podría —porque no se puede entrar a una dimensión sin alterar el curso de las otras— modificar sustancialmente su propia historia y activar, de paso, una serie de accidentes y dramas irreparables. Ese es el conflicto. Esa es la historia.

Parte, como puede verse, de un par de ideas conmovedoras. Para comenzar, sugiere que la memoria es un órgano crítico y que, como una radio, o como la imaginación, es capaz de acceder a universos anteriores y de sintonizar, corregir e inventar una mejor vida. Para concluir, deduce que un hijo, como el Pinocchio que rescata a Geppeto en el océano, puede darle la vida a su padre, y que es entonces cuando se convierte en una persona de verdad y cuando su vida comienza a funcionar.

Gracias a la ingeniosa realización de Gregory Hoblit —el director de La raíz del miedo y Poseídos—, y a las acertadas actuaciones de Dennis Quaid y James Caveziel, Desafío al tiempo logra atraer y conservar la atención del espectador desde el comienzo hasta el final. Las ocasionales lagunas de la historia, la confusión en los terrenos de su ciencia ficción y los cabos sueltos de su trama policíaca no alcanzan a detener todas las emociones que, desde los primeros minutos, ha despertado esa conversación entre un hijo y un padre separados por el tiempo.

Ese diálogo entre dimensiones es, sin duda, el gran atractivo del relato. No sólo porque explora las soluciones de la memoria y celebra la oportunidad de regresar al pasado para abrirle paso al presente. También porque concluye que el tiempo es una ficción. Y que, porque aún no lo conocemos bien, todavía puede ser derrotado.