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A la diestra de Dios Padre

Se fue el hombre de la eterna carcajada, quien dedicó más de 50 años a la dramaturgia, la poesía y la pintura. Semblanza.

12 de enero de 2003

El pasado 31 de diciembre falleció en Cali el maestro Enrique Buenaventura víctima de una peritonitis aguda. Sus cenizas reposan, de acuerdo con su voluntad, junto al frondoso árbol de mango en el solar del teatro que fue su hogar. Quienes lo conocieron de cerca cuentan que Enrique Buenaventura se mantuvo firme en sus convicciones revolucionarias buscando que la vida fuera mejor para la gente aunque por ellas perdiera, en algún momento de su historia, el apoyo estatal para su querido teatro. También dicen que nunca estudió teatro en ninguna escuela o academia, pero reconocen que nadie sabía enseñarlo mejor. Coinciden al afirmar que jamás abandonó el barco y tuvo la entereza suficiente para que a sus 78 años los caleños se cansaran de verlo pasar con el sombrero tendido buscando recursos para solventar su invento maravilloso: El Teatro Experimental de Cali. El maestro Buenaventura nació en Cali en 1925. Estudió en el colegio Santa Librada, donde se destacó frente a los compañeros de sus dotes de artista de circo y actor de radioteatro. Posteriormente estudió filosofía y pintura en la Universidad Nacional de Bogotá pero abandonó esta tarea para refugiarse en el Chocó y darle rienda suelta a su pluma inagotable. Pero si alguna característica de su personalidad destacan quienes hoy lo extrañan es su gusto primigenio por la aventura, que lo llevó a enrolarse siendo muy joven en una compañía teatral gaucha, a embarcarse como marinero y viajar por el Caribe, a iniciarse en los cultos de Changó en Brasil, a recorrer el río de La Plata y a desempeñarse como periodista en Trinidad. En 1955 regresó a Cali y se convirtió en profesor de la recién fundada Escuela Departamental de Teatro, donde vivió los años más prolíficos de su creación teatral. En 1960 lo invitaron a París, al Teatro de las Naciones, junto con el grupo de teatro de la escuela departamental y presentó por primera vez la que sería su obra cumbre: su versión teatral del cuento de Tomás Carrasquilla A la diestra de Dios Padre. Desde ese momento le comenzó a sonreír la gloria y encontró el amor a través de los ojos de Jacqueline Vidal, su inseparable compañera. En 1963 recibió el premio de teatro latinoamericano de la Unesco con La tragedia del rey Kristophe. En 1967, su obra La trampa provocó la censura oficial, y los auxilios del Estado para el Teatro Escuela de Cali fueron suprimidos, por lo que desaparecieron como institución oficial. En 1969 dejó la escuela departamental y fundó el Teatro Experimental de Cali, una sala independiente con sede propia, junto a Fanny Mikey y Pedro Martínez. En esta sala se realizaron montajes importantes para la época como La loca de Chaillot, La casa de Bernarda Alba, Llegaron a una ciudad y Ha llegado un inspector, entre otros. A partir de las experiencias en el TEC y con la colaboración de Jacqueline Vidal propuso un método de creación colectiva, el cual ha sido traducido al francés, al inglés y al italiano. En la década del 70 viajó con el TEC por Europa, Estados Unidos, México y Latinoamérica. La Universidad del Valle le otorgó el doctorado honoris causa en letras y su montaje Historia de una bala de plata recibió el premio Casa de las Américas. Durante los años 80 realizó varias exposiciones en el museo Omar Rayo en Roldanillo (Valle), además fue condecorado por la Junta Regional de Cultura, con el Calima de Oro por su aporte al desarrollo cultural del departamento. En 1990, la casa Siglo 21 publicó una selección de sus obras con el título Los papeles del infierno y otros textos. Uno de sus mejores amigos, Santiago García, comentó la noche en que velaban al maestro: "Estoy triste pero contento, pues sabía que Enrique logró hacer todo lo que había querido".