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DIOS NOS AMPARE DE ESO QUE LLAMAN UNA POLITICA CULTURAL.

El escritor Alvaro Mutis no se había pronunciado sobre el tema del ministerio de Cultura. SEMANA lo invitó a hablar. Fue breve pero muy directo.

8 de mayo de 1995

SEMANA SE INTERESO, DESDE SUS inicios, en la propuesta del entonces candidato a la presidencia Ernesto Samper, de crear un ministerio de la Cultura. Ha pasado el tiempo, y ahora, más que una propuesta de campaña, el asunto se ha convertido en un proyecto de ley que ha calentado al Congreso. Por esta razón, el debate ha adquirido mayor profundidad e importancia y son cada vez más los artistas, políticos, periodistas y personajes de la vida nacional que se han interesado en el tema. Sus opiniones no podían ser más variadas y opuestas. Por ello, y porque una decisión de esa trascendencia debe tener altura y reflexión, SEMANA ha consultado y seguirá consultando las opiniones más calificadas sobre el tema, para que expresen sus puntos de vista sobre la conveniencia o la inconveniencia de la creación de esta entidad. Esta vez el turno le correspondió a una de las grandes figuras de la cultura colombiana, quien hasta ahora no se había pronunciado sobre el tema: el escritor Alvaro Mutis. Las siguientes son sus opiniones.

SEMANA: Que opinión le merece a Alvaro Mutis la propuesta gubernamental de crear un ministerio de Cultura en Colombia ?
ALVARO MUTIS: La cultura es un proceso orgánico, siempre sujeto a una pauta de nacimiento, auge y decadencia, por medio del cual una nación, una ciudad o una etnia manifiestan, a través de las artes, su muy particular visión del mundo, del destino del hombre y su imagen de la naturaleza. Toda intervención ajena a ese proceso creativo, a menudo anónimo, siempre doloroso y que deja, sin remedio, una sensación de insuficiencia, corre peligro de distorsionar, entorpecer y hasta detener su natural desarrollo. El Estado moderno, tal como nos fue heredado del nefasto siglo XIX, es, en su esencia, extraño por completo a la cultura, tal como he intentado definirla.
SEMANA: Aunque es verdad que sin ministerio han escrito García Márquez y usted, ha pintado Botero, ha tocado clavecín Rafael Puyana ¿no cree que el apoyo de un ministerio sería útil para muchos otros trabajadores de la cultura y muchas actividades artísticas?
A.M.: A los tres ejemplos admirables de artistas colombianos que han vivido única y exclusivamente de su vocación, que jamás han sabido de subsidio alguno y así han logrado una más que merecida fama internacional, yo quisiera agregar otro ejemplo, el de León de Greiff y el de Aurelio Arturo, los dos poetas mayores de Colombia en este siglo, que ganaron el sustento en modestos oficios, de ingeniero de minas y experto en estadística, el primero, y de abogado adscrito a modestas funciones en tribunales y juzgados, el segundo. Jamás supieron, tampoco, de apoyo oficial alguno y, en cambio, sí conocieron el amargo veneno de la envidia y la estólida marginación de una crítica parroquial y dominguera. Sin el deseo ni la necesidad de sacar conclusiones respecto a uno u otro de los casos antes citados, no veo cómo un pomposo ministerio de Cultura hubiera tenido alguna significación. Ya sé que con esto me estoy ganando la vindicta de quienes han criticado a García Márquez de ser persona que no ha hecho nada por la cultura en Colombia. Sólo me queda, en este caso, repetir la frase de la señora nueva rica: "corramos un estúpido velo ".
SEMANA: Usted parece rechazar la idea del apoyo oficial a los creadores artísticos Pero ¿no piensa que hombres como Miguel Angel pudieron crear gracias, justamente, al apoyo de mecenas, Papas y gobiernos?
A. M.: Es importante no confundir el apoyo estatal con el mecenazgo. Este corresponde a una manifestación totalmente personal, y así se dio en el Renacimiento, en el Siglo de Oro y en el Gran Siglo francés. Es así como Julio II, León X, Felipe IV o Luis XIV dieron a Miguel Angel, a Rafael, al Bramante, a Velásquez o a Racine, entre muchos otros, la oportunidad de realizar su obra. No sobra recordar, por otra parte, que Julio II fue culpable directo de que Miguel Angel dejara inacabada parte de su obra, obligado a seguir la caprichosa y cambiante voluntad del soberbio pontífice.
SEMANA Varios personajes que han intervenido en estos días en el debate, han demandado que antes de cualquier decisión, se defina una política cultural ¿Usted cree que eso puede ser necesario? ¿Util?
A. M.: Dios nos ampare de que algún día se nos aplique en Colombia eso que llaman una 'política cultural'. ¿No bastan, acaso, los ejemplos de Hitler, Stalin, Mussolini y McCarthy para ilustrar las nefastas consecuencias de tamaño despropósito ?
SEMANA: García Márquez propone, a cambio de un ministerio, un Consejo Nacional de Cultura, estatal y no gubernamental, sin burocracia, que administre el apoyo a una serie de actividades culturales con fondos públicos e incluso con fondos privados. ¿Qué opina de esta alternativa?
A. M.: Yo creo que lo que propone García Márquez, con su acostumbrada madurez y sentido del justo medio, puede ser una solución valedera. Si al organismo que él menciona se le da o no el carácter de ministerio, es decisión del Presidente y del Congreso. Le confieso que he tenido siempre el cuidado de ignorar los engranajes administrativos y políticos que funcionan en un caso como este. Le puedo, sí, decir que, en México, el llamado Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, en muchos aspectos semejante al organismo que propone García Márquez, ha sabido cumplir su cometido a cabalidad sin necesidad de ser un ministerio. Podría refutárseme el ejemplo trayendo a cuento el caso del Ministerio de Cultura de Francia que en tiempos cuando estuvo bajo la dirección de Malraux, realizó un trabajo perdurable y muy acertado, sobre todo en la provincia francesa. Tengamos sentido de las proporciones y sepamos dónde está Francia y dónde estamos nosotros en punto a tradición cultural y recursos económicos.
Quiero, finalmente darle un ejemplo bien elocuente de una obra cultural de gran alcance llevada a cabo en el área de la iniciativa privada y cumplida por más de 40 años en Colombia con entera libertad y probada eficiencia. Me refiero a la Emisora H.J.C.K. el Mundo en Bogotá, que día tras día sigue cumpliendo una vasta y rigurosa función cultural, sin apoyo oficial alguno y sostenida únicamente con la publicidad que le asignan empresas del sector privado.