CINE

Drive

Esta sofisticada película de acción recoge, a su paso, una serie de tradiciones del cine más duro de estos años.

Ricardo Silva Romero
24 de marzo de 2012
Ryan Gosling interpreta a un conductor sin nombre que se gana la vida como chofer de criminales.

Título original: Drive
Año de estreno: 2011
Dirección: Nicolas Winding Refn
Guion: Hossein Amino, basado en el libro de James Sallis
Actores: Ryan Gosling, Carey Mulligan y Albert Brooks?

El protagonista de la absorbente Drive no tiene nombre, no tiene gestos, no tiene presente ni pasado ni futuro. Vive de conducir carros: trabaja de lunes a viernes en el taller de su amigo Shannon, es doble de películas de acción cada vez que tiene la oportunidad de serlo y les sirve de chofer a los criminales que necesitan huir después de dar un golpe. Poco más sabemos de él. Que es un hombre ensimismado en el mundo alienado que describen obras como Taxi Driver (1976) o El perfecto asesino (1994) o Collateral (2004). Que con un par de miradas podría entenderse bien con Harry el sucio. Y si no se hubiera encontrado con su vecina en el ascensor, no habría caído en esa tentación en la que suelen caer los héroes taciturnos de los oscuros tiempos que corren: hacer una vida común y corriente, con una familia que sirva de norte a cada día, no se le habría pasado jamás por la cabeza.

Todo ha dado un vuelco en la vida del conductor. Y todo ha quedado en suspenso. Su vecina, casada con un hombre que se encuentra en la cárcel, tiene un hijo que le despierta el corazón. Y su amigo Shannon, empeñado en convertirlo en corredor de autos de carreras, lo ha puesto en contacto con un par de mafiosos que pueden echar abajo la falsa calma en la que podría seguir viviendo el resto de la vida.

Drive es un regreso triste a la estética de los años ochenta. Ahí están los sintetizadores que recuerdan las composiciones de Giorgio Moroder, de Vangelis, de Angelo Badalamenti. Ahí está la cámara lenta que los grandes directores, de David Lynch a Ridley Scott, de Brian De Palma a Michael Mann, exploraron durante aquellos años. Ahí está un maravilloso género cinematográfico que en los últimos 20 años se ha desdibujado: el género de 'acción'. Está el narcisismo que es el único camino que queda si se quiere sobrevivir a la terrible violencia de esos mundos. Está el genial Albert Brooks, el comediante de Los Ángeles que da consuelo a los neuróticos, en un papel que no se parece a ninguno de los que ha interpretado. Están las persecuciones a muerte que ponen nerviosos a los espectadores. Y ese tono de fábula ejemplar perversa que tiene clarísima su moraleja: "aléjate de los demás como de las plagas".

De tanto en tanto, Drive se siente demasiado calculada, demasiado coreografiada: la violencia que la recorre parece, de vez en cuando, un artificio. Pero la presencia de Ryan Gosling, uno de los actores fundamentales del cine de hoy, no la deja perderse en el artificio. Gosling, que ha cargado con películas tan brillantes como Half Nelson (2006), Lars y la chica real (2007) y Triste San Valentín (2010), encarna a ese conductor sin nombre con la misma convicción con la que Clint Eastwood encarnó al pistolero de la trilogía del hombre sin nombre que dirigió en los años sesenta el italiano Sergio Leone. Gosling es la razón por la que Drive vale la pena.