MÚSICA
Dudamel y Garanca rompen el muro de Berlín
El cantante nace, lo mismo que el poeta, decía Giuseppe Di Stefano. La carrera activa de un cantante no tiene por qué durar 40 o 50 años… también hay que vivir y disfrutar.
Silvesterkonzert 2010
Elina Garanca · Gustavo Dudamel
Orquesta Filarmónica De Berlín
Dvd · Deutsche Grammophon · Tango
Cuando al final de este concierto la orquesta ataca los primeros compases de Granada de Agustín Lara y la solista se lanza con el conocido Granada, tierra soñada por mí, toca volver a mirar la carátula de este DVD y corroborar que, efectivamente, la orquesta es la Filarmónica de Berlín, que la solista es una mezzosoprano letona, nacida en Riga en 1976, llamada Elina Garanca, y que al frente de la orquesta –una de las dos o tres más prestigiosas del mundo– está un venezolano, Gustavo Dudamel, nacido en Barquisimeto en 1981.
Hace unos años este concierto de fin de año habría sido poco menos que inconcebible. Porque allí tradicionalmente los compositores provienen de la más pura tradición germánica –Mozart, Brahms, Beethoven, Strauss, Wagner– y aquí lo único que medio se acerca a la tradición alemana es la preciosa interpretación que Garanca hace de la romanza de Margarita, D’amour l’ardente flamme de La condenación de Fausto del francés Hector Berlioz, y bien se sabe que a los alemanes nunca les ha hecho mucha gracia que los compositores extranjeros se metan con el Fausto de Goethe. Además, la apertura de la noche ha estado a cargo del Carnaval romano de Berlioz y no de alguna de las grandes y brillantes oberturas de Beethoven o Wagner, por ejemplo.
Continúan con dos trozos de la ópera bíblica Samson et Dalila de Camille Saint-Saëns –la popular Bacanal y el aria de Dalila Mon cœur s’ouvre à ta voix– bien aplaudidas, pero aún se siente la reticencia de un público habituado a un menú muy diferente en las grandes noches de la Filarmónica de Berlín.
Siguen con arias de Carmen, insuperablemente interpretadas, como es de esperarse, por la Garanca, quien hoy por hoy es la más cotizada Carmen del mundo; además, Dudamel empieza últimamente a especializarse en la ópera de Bizet y la orquesta berlinesa, bueno, esa experta en cualquier música que caiga sobre sus atriles: la diva coquetea en la Habanera, se insinúa en la Seguidilla y seduce a la altura de la Canción gitana.
Hay desconcierto a la hora de los postres. Porque vienen danzas del Sombrero de tres picos de Manuel de Falla, algo insólito, para decir lo menos. Entendible si ocurriera en el Auditorio Nacional de Madrid o en el Manuel de Falla de Granada, donde Agustín Lara generaría locura en los tendidos y Falla estaría en casa, pero no en la austera capital alemana.
Pero falta el puntillazo final. Con su nadadito de perro, Dudamel y la Garanca han conseguido ir rompiendo el hielo y a la altura de la Jota del Sombrero el público casi se ha entregado, lo que ocurre con la primera propina, las Carceleras de Las hijas del Zebedeo, ¡una zarzuela de Ruperto Chapí! Viene enseguida la Danza española de La vida breve, una ópera de Falla y la canción de Lara que alborota al respetable.
Hay que encontrar la explicación en el prestigio que se ha labrado a lo largo de los últimos años Gustavo Dudamel, quien ya está en el cerrado círculo de los grandes directores del mundo. Prestigio que evidentemente le permite darse lujos en los límites de la provocación. Como este. Porque ha escogido, a su aire, un repertorio desconcertante que le obliga, minuto a minuto, a conseguir la aprobación de uno de los públicos más exigentes del mundo, históricamente habituado a monstruos de la talla de Von Büllow, Furtwängler o Von Karajan, que jamás habrían siquiera meditado la posibilidad de algo como Granada o las Carceleras. Una tarea ardua, coronada con éxito y sin sobra de dudas.
Evidentemente, lo que ocurre en el escenario del glorioso auditorio de Scharoun –por cierto magistralmente retratado y recorrido a lo largo del concierto– es mejor, mucho mejor que los aplausos del público; pero justamente de eso también se trata este video, de ser testigos de cómo un director venezolano, y una mezzosoprano letona, tumban el muro de Berlín.