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Museo Guggenheim de Bilbao, Frank Gehry

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Egos desenfrenados

Los países desarrollados rinden culto a una nueva generación de arquitectos que se caracteriza por su espectacularidad y su poder mediático. Esos genios del mercadeo están construyendo los proyectos más sofisticados del planeta.

11 de junio de 2006

Tener un cuadro de Picasso, Cézanne o Van Gogh colgado en la sala de la casa es un lujo que muy pocas personas pueden darse. Vivir o trabajar en un edificio diseñado por arquitectos como Jean Nouvel, Norman Foster o Zaha Hadid es otro lujo difícil de alcanzar. En los países más desarrollados del mundo crece inusitadamente el culto hacia una arquitectura creada por diseñadores de gran renombre. Se le conoce comúnmente como 'arquitectura de autor'.

La principal característica de este movimiento es su firme respuesta frente a valores posmodernistas como la relación de la arquitectura con su entorno natural y cultural. Por el contrario, la arquitectura de autor retoma las enseñanzas puras del movimiento moderno de Le Corbusier y su conocida escuela, la cual proclamaba que la arquitectura era un bien universal adaptable a cualquier entorno.

A pesar del auge, sería un error afirmar que este tipo de arquitectura es un fenómeno nuevo. En el siglo XX Naciones Unidas encomendó su sede a Mies Van der Rohe; el gobierno de India a Le Corbusier, y el Museo Guggenheim, a Frank Lloyd Wright.

Pero el actual boom de la arquitectura de autor tiene dos nuevos ingredientes: los medios de comunicación y el surgimiento de poderosas herramientas como Internet. En una sociedad dominada por la inmediatez de las comunicaciones y el marketing, los íconos cobran máxima importancia. Eso lo han entendido los principales promotores, quienes cada vez más encomiendan la construcción de sus obras no siempre al mejor proyecto presentado en los concursos, sino a aquellos arquitectos que les aseguren suficiente despliegue publicitario. Por eso, para muchos la arquitectura de autor es simplemente una feria de vanidades y egos en la que lo que verdaderamente importa es el protagonismo del arquitecto.

El nuevo renacimiento

El resurgimiento de la arquitectura de autor se dio en España a comienzos de la década de los 90. Ese país, considerado en su época como el más atrasado de Europa, tuvo la afortunada coincidencia de organizar las Olimpíadas de Barcelona y ExpoSevilla. Para demostrar el renovado poder económico y cultural del país, los organizadores decidieron que el eje central de ambos eventos fuera un fastuoso despliegue de nuevos edificios diseñados por los arquitectos más reconocidos del momento.

En pocos años los habitantes de Barcelona, acostumbrados a los pequeños y artesanales edificios de Gaudí, vieron crecer obras monumentales de arquitectos que antiguamente veían sólo en programas de televisión o en revistas internacionales. Norman Foster, Zaha Hadid y Jean Nouvel, acostumbrados sólo a aceptar encargos con presupuestos prácticamente ilimitados, irrumpieron en ciudades ávidas de obras que los acercaran a sus poderosos vecinos. Los famosos arquitectos encontraron en Barcelona y Sevilla un escenario ideal para poner en práctica toda su capacidad imaginativa, y logran borrar en pocos años la imagen franquista de España que aún tenía ante Europa, y al mismo tiempo, elevar la autoestima de los habitantes.

Años después, la industrial y deprimida ciudad de Bilbao repitió el experimento y resurgió de una profunda crisis económica gracias a una radical intervención urbana y arquitectónica que incluyó la construcción de cuatro hitos arquitectónicos diseñados exclusivamente por 'arquitectos estrella': el museo Guggenheim, de Frank Gehry; el metro, de Norman Foster, y el puente sobre el río Nervión y el aeropuerto, de Santiago Calatrava.

El exitoso ejemplo de España fue rápidamente imitado por otros países, en su mayoría emergentes y con gran músculo financiero, como los del continente asiático. Los mismos arquitectos que reconstruyeron España saltaron hacia tierras lejanas detrás de poderosas chequeras y carta libre para construir los proyectos más vanguardistas. Edificios como el Banco Nacional de Hong Kong, de Norman Foster, y la nueva sede de la televisión china, en Pekín, de Rem Koolhaas, son dos fieles representantes de la arquitectura de autor en Asia.

¿Quiénes son?

Una generación de arquitectos con edades superiores a los 40 años se ha convertido en objeto de culto por parte de millones de personas que sueñan con vivir, o por lo menos visitar, uno de sus edificios. Estos arquitectos están respaldados por enormes equipos de trabajo -en la oficina de Calatrava en Nueva York trabajan 120 profesionales- dispersos en oficinas en Europa, Estados Unidos y Asia.

A la cabeza de esta generación mediática se encuentran el holandés Rem Koolhaas y sus discípulos, la iraquí Zaha Hadid, Mvrdv y Ben van Berkel, quienes conforman la elite de la reconocida nueva escuela holandesa. Británicos como Richard Rogers y Norman Foster representan, junto al japonés Arata Isosaki, la arquitectura pos high tech, cargada de desarrollos tecnológicos y materiales de última generación. Aunque más discretos, pero no menos espectaculares, los europeos Jean Nouvel y Herzog & De Meuron se caracterizan por el despliegue escenográfico que tienen sus edificios. Los estadounidenses deconstructivistas Peter Eissenman, Daniel Libeskind y Frank Gehry y el español Santiago Calatrava completan la lista.

Este nuevo protagonismo que han alcanzado algunos arquitectos ha hecho que su papel se haya tenido que replantear. Por ejemplo, Rem Koolhaas diseña los principales almacenes de Prada, y presta su imagen para las campañas publicitaras de esta compañía. Los organizadores de eventos deportivos como el Mundial de Alemania y las Olimpíadas de China hicieron un gran esfuerzo para asegurarse de que el diseño de los estadios más importantes fuera de los suizos Herzog & De Meuron. Esto no sólo con el fin de contar con edificios revolucionarios, sino para basar su campaña de promoción en el diseño de los estadios.

No hay duda de que las ciudades prefieren invertir su dinero en un edificio diseñado por un arquitecto mediático que garantice que su obra rápidamente se constituirá en un ícono. Por eso es común que en las instancias finales de los concursos más importantes casi siempre se vean las mismas caras. Un ejemplo de esto es la reconstrucción de la zona cero, en Nueva York, asignada por concurso y en el que intervendrán siete de los 10 principales talleres de arquitectura del mundo, entre ellos Santiago Calatrava y Daniel Libeskind.

Pero el ejemplo que mejor describe la arquitectura de autor es el recién inaugurado Hotel Puerta de América, en Madrid. Sus dueños concibieron el hotel como un escenario para que 18 reconocidos arquitectos diseñaran, sin alguna, limitación cada piso del edificio. Este ejercicio desembocó en un desafortunado collage duramente cuestionado por varios de los críticos más respetados, entre ellos Luis Fernández Galiano, columnista del diario El País, de España. "No soy capaz de asumir que el autor del viaducto de Millau deba ocuparse de la segunda planta de una construcción tecnocutre... No quiero aceptar que el autor del monasterio de Novy Dvur, en la República Checa, necesite intervenir en esta feria abigarrada y excesiva de diseñadores".

Precisamente, la crítica más recurrente por parte de urbanistas y arquitectos es que la arquitectura de autor se ha convertido en una forma de imposición de patrones y presupuestos del Primer Mundo que no siempre son válidos dentro de contextos diversos, especialmente en países con graves problemas sociales, como Malasia, India y Singapur.

En China, inmersa en una carrera por construir el rascacielos más alto del mundo, las torres de la Televisión Nacional están en el ojo del huracán de las críticas debido a su forma y presupuesto, mientras que en Nueva York el cuestionado proyecto de reconstrucción de la zona cero ha sido catalogado como exagerado y ajeno. "Si las arquitecturas de autor merecen moderarse, será porque expiatoriamente hayamos decidido construir menos edificios y hacer más ciudad", dice Fernández Galiano.

A pesar de las críticas, y más allá del debate estético, la mayoría de megaproyetos encomendados recientemente a estos arquitectos ha cumplido con el cometido de impulsar el desarrollo de sus ciudades. No hay que olvidar que en su momento, el Guggenheim de Bilbao recibió críticas por su exagerado costo y extraña forma. Pero hoy nadie pone en duda que este museo es el principal motor de la ciudad. También en el pasado se criticaron duramente la construcción del Empire State de Nueva York y la de la Torre Eiffel de París.

En un mundo globalizado como el de hoy, la arquitectura de autor se ha convertido en una herramienta para terminar de difuminar las fronteras que distancian los países. En el legendario libro La imagen de la ciudad, Kevin Lynch clasificó los cinco elementos fundamentales que conforman una ciudad "Caminos, Bordes, Distritos, Nodos e Hitos". El tiempo, que es el único que puede juzgar los edificios, dirá si estos proyectos se convertirían en el último de los elementos del imaginario de Lynch.