EL "AYATOLLAH" SANTOS
Sin pelos en la lengua, Rafael Santos, se ha vuelto uno de los columnistas más controvertidos del país
García Márquez se refirió a él en cierta oportunidad con los calificativos de oligofrénico y retrasado mental, y con la frase de que "no tiene ni la menor idea de cuán arduo y comprometedor es el trabajo de hacerse hombre". Le respondía en esa forma a un impertinente columnista, quien había insinuado que el novelista probablemente no era totalmente ajeno a la invasión que el M-19 acababa de realizar con supuesta colaboración del gobierno cubano. Aquellas palabras escritas por García Márquez desde su exilio en México, que en otro caso habrían significado muy seguramente la muerte en vida de la víctima, representaron para "Ayatollah" la salida del anonimato como columnista. Hasta ese momento muy pocos sabían, porque posiblemente a muy pocos les interesaba, quién se escondía bajo ese seudónimo.
En realidad el personaje tenía muchas razones para no pasar inadvertido. Hijo del director y mayor accionista de El Tiempo, era el único de sus siete hermanos a quien le interesaba el periodismo, lo que años después lo llevaría a convertirse en el jefe de redacción del periódico y en uno de los columnistas más controvertidos del país.
De escasos 29 años de edad, la mayor cualidad que le reconocen sus allegados y colaboradores es su extraordinario olfato para la noticia y su incansable ritmo de trabajo, que lo hace llegar al periódico antes de las seis de la mañana y salir después de las tres de la madrugada si la noticia así lo requiere. Se trata de Rafael Santos Calderón, a quien la condición de ser "el hijo del dueño" de El Tiempo no lo ha convertido en un burócrata de escritorio. Por el contrario, no ha calmado aún su fiebre de reportero, y con frecuencia se le mide al trabajo de campo, como sucedió cuando personalmente fue a cubrir las tragedias de Popayán y El Guavio.
Pero si mientras como jefe de redacción y como reportero la pulcritud de su trabajo y su sexto sentido periodístico no admiten discusión, como columnista enciende semanalmente las más encontradas reacciones, desde quienes sostienen que es el más valeroso de los escasos columnistas de oposición, hasta quienes afirman que es tan radical y desaforado como el propio Khomeini, el inspirador de su seudónimo.
Sus rudas salidas como columnista han dejado varias veces a más de uno "boquiabierto". "Ayatollah" ataca de frente y sin pelos en la lengua. Para él parece no haber matices: las cosas son blancas o negras y el caso de Gabo no ha sido su única salida de tono. Cuando apenas estaba terminando la luna de miel del país con el Presidente Betancur, en una de sus columnas sentenció: "El gobierno es malo y el Presidente también". No menos sorprendente fue su salida de la semana pasada cuando equipara al Presidente con Tirofijo y termina su columna diciendo que: "Ojalá la paz no le quede grande al doctor Betancur, como otras cosas, empezando por la banda presidencial".
Desproporcionados e irrespetuosos como pudieran parecer estos comentarios, en realidad no son más que el registro escrito de las cosas que se comentan habitualmente en los cocteles de sociedad. La fórmula de "Ayatollah" parece consistir en transcribirlas textualmente, sin la edición que suelen hacer los otros columnistas de oposición, quienes consideran que algo va de la palabra hablada a la palabra escrita. El resultado, si bien controvertible, tiene su hinchada, obviamente empezando por quienes dicen ese tipo de cosas en los cocteles y se consideran apoyados al leer sus mismas frases, avaladas en las columnas editoriales de El Tiempo.
Esto lo ha convertido para la izquierda en un reaccionario consumado y precoz y para la derecha en uno de los pocos columnistas objetivos que dice las cosas de frente. Esta ubicación ideológica que se le atribuye poco parece mortificarlos a él o a su padre, quien ha sido víctima del mismo trato por más de 20 años. La relación entre ellos no podía ser mejor. Además de su gran parecido físico, Rafael se perfila como el continuador ideológico del pensamiento político de Hernando Santos de lo cual ambos se sienten orgullosos. Tampoco lo inquieta que su columna sea ubicada a la derecha de la de Enrique Santos Calderón y Daniel Samper, distinción que comparte, igualmente con orgullo, con su colega de las página editoriales D'Artagnan (Roberto Posada).
En todo caso, piénsese lo que se piense de su columna, está claro que "Ayatollah" está llamado a destinos periodísticos más altos que el del polémico columnista. Auncuando su condición de hijo del accionista mayoritario lo candidatizaría para el puesto de Director como heredero de la posición de su padre, conocedores de la casa Santos opinan que el actual subdirector y primo suyo, Juan Manuel Santos, estaría, en el momento, mejor ubicado para llegar a ese cargo. No faltan quienes afirman que Rafael Santos está convencido de que el verdadero periodismo y el verdadero poder radican en el control de la información más que en la redacción de editoriales. No menos poder contiene una decisión sobre titulación en primera página o sobre selección de noticias, que el sesudo análisis de un problema nacional en el editorial. Es en lo primero y no en lo segundo, en donde "Ayatollah" se encuentra en su salsa y en donde, incluso sus detractores, le reconocen una singular competencia.
De acabar el control de la información en manos suyas y la orientación política en manos de Juan Manuel, se habrían invertido los papeles tradicionales que han desempeñado Hernando Santos Castillo y Enrique Santos Castillo.--