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EL BESO DE JUDAS

Libro de la periodista Laura Restrepo cuenta intimidades del proceso de paz

20 de octubre de 1986

En la carátula del libro de Laura Restrepo, aparece una foto de Carlos Pizarro abrazado por Bernardo Ramírez, en el momento de la firma de los acuerdos de paz con el M-19 en Corinto. Si algún esfuerzo requiriera el título del libro, "Historia de una traición", para ilustrar los sentimientos de la autora, nada más adecuado que este documento gráfico.
El traidor es el gobierno de Belisario Betancur y los traicionados los grupos guerrilleros que creyeron en él y que se jugaron la carta de la paz. Laura Restrepo en su doble condición de periodista (ex editora de SEMANA) y miembro de la Comisión de Negociación y Diálogo, cuenta con las credenciales y el privilegio de haber sido testigo de excepción del controvertido e incierto proceso de paz que propició Belisario Betancur. El libro es extraordinariamente bien escrito y es probablemente el más ameno de los que se han publicado sobre este proceso. Sin embargo, es totalmente parcial. Parcial en los dos sentidos del término: sólo presenta una parte del proceso de tregua --la tregua propiamente dicha hasta la ruptura del M-19 en julio de 1985--, ignorando la que hasta ahora continúa con las FARC. Y sólo presenta un ángulo: el de la guerrilla, particularmente el del M-19. El libro no pretende ser tanto un análisis objetivo del proceso como una respuesta a la memoria ministerial de Jaime Castro, que es el malo del paseo. Resulta útil leer los dos, aunque el de Laura Restrepo está mejor escrito.
Al presentar sólo la tregua hasta que la rompió el M-19, pero abrir el libro con un breve capítulo sobre los hechos del Palacio de Justicia, se distorsiona el análisis. No se entienden porque estaban tan exacerbados los ánimos el 6 y 7 de noviembre si de acuerdo con lo que la periodista cuenta el M-19 había respetado escrupulosamente los acuerdos de tregua. El atentado al comandante del Ejército, semanas antes, por parte del M-19, no es considerado por la autora un antecedente relevante. La toma del Palacio de Justicia es presentada como un simple recurso para que se publicaran las actas de verificación ("simple como una gota de agua"), haciendo caso omiso de que entre las exigencias estaba la de que el Presidente fuera al Palacio de Justicia para ser sometido a un juicio público.
Al presentar sólo el lado guerrillero del asunto, los guerrilleros aparecen como unos ángeles. Las matanzas del grupo Ricardo Franco en el Cauca (que son, es cierto, posteriores al marco temporal del libro) se despachan con dos líneas con la acotación de que "sacudida hasta la raíz por ese abismo de muerte y de oprobio al cual tuvo que asomarse, la coordinadora nacional guerrillera, expulsó al Ricardo Franco, y siguió su marcha afirmando que la revolución no podía ser otra cosa que vida, alegría, dignidad y limpieza". Lo cual dejaba de lado el hecho de que la coordinadora, antes de expulsar al Ricardo Franco tuvo con él todo un ballet de alianzas, rupturas, nuevas alianzas, sin que este grupo hubiera dejado, por ejemplo, de cometer atentados contra el PC y las FARC.
Aunque políticamente sesgado, el libro, en términos literarios, es magnifico. Pinta magistralmente el ambiente macondiano de todo el proceso de paz. La coexistencia de las declaraciones pomposas de Landazábal con los indios paeces que capturan luciérnagas rojas para hacer un hechizo militar. El "esquizofrénico experimento" de hacer la paz de estado de sitio. La industria del secuestro, la "FARC-narcconnection". Los encuentros de guerrilleros y Presidente bajo las colas del frac del rey de España. Las palomas pintadas y los asaltos a pueblos. Recrea muy bien la atmósfera del delirio de todo el asunto.
Lo mejor, sin duda --y lo mejor escrito-- son los episodios en que la periodista tomó parte directamente en su calidad de miembro de la Comisión de Diálogo y Verificación. La visita al XII Frente de las FARC en las selvas del Carare-Opón. La farsa heroica y cómica de la emboscada a Boris en San Francisco, Cauca, cuando iba a encontrarse con miembros de la Comisión de Paz. La batalla de Yarumales --con la cual, de pasada, logra convencer en cierto grado al lector de la indiferencia culposa del alto gobierno.Son también excelentes las descripciones, la presentación de los protagonistas, Belisario y los "hombres del Presidente", en particular. Del otro lado, y aun entendiendo que la cosa se reduce bastante al M-19 y deja como actores marginales a los demás grupos, hay cierto desequilibrio; demasiado protagonismo de Carlos Pizarro, y demasiado poco de Alvaro Fayad.
Y el libro está salpicado de frases lapidarias y auténticas, puestas en boca de los protagonistas, que ilustran mejor que un tratado eso del ambiente, de la atmósfera, del proceso de paz. Dice Bernardo Ramírez: "El que tiene al pueblo no tiene a nadie". Dice Iván Marino Ospina a Belisario (en reunión en México con Iván Duque): "¿Por qué trajo usted a un liberal? Nosotros nos entendemos mejor con los conservadores". "Por eso mismo", respondió Belisario. Dice Jaime Castro: "El gobierno... ofrece una política generosa y amplia, y al que no la acoja, puntería, niña". Dice un capitán por radio, leyendo los nombres de los comisionados de paz que acaba de interceptar en el monte "Ramírez Rodríguez Bernardo. Dice que era ministro y que lo manda el Presidente. Almarales Manga Andrés, ese es amnistiado... Castrillón Hoyos Darío, dice que es obispo...".
Es un libro incompleto. Es también un libro necesario para entender esos dos años del proceso. Un libro incompletamente necesario, o necesariamente incompleto.--