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El ‘boom’ de los independientes

Hollywood es rey absoluto pero en Colombia se consolida una fuerte minoría de seguidores del cine de otras latitudes.

5 de noviembre de 2001

Cine irani, frances, mexicano, danés, de Turquía, de Usbekistán… desde hace varios meses el público de Colombia, y en especial el bogotano, comienza a acostumbrarse a una cartelera paralela que, si bien no atrae a los centenares de miles de espectadores que se agolpan para ver a Harry Potter, Monsters Inc. o El señor de los anillos, la mantienen entusiastas cinéfilos que aprecian estas propuestas, que no han pasado por el filtro de Hollywood y cuya meca no son tanto los premios Oscar como el León de Venecia o la Palma de Oro de Cannes. Festivales como Eurocine, que se celebra en Bogotá cada año, así como muestras promovidas por embajadas (Francia y México son dos casos notables) han ayudado a interesar a más y más gente en estas cinematografías.

Los éxitos no han sido pocos: La bruja de Blair, Amores perros, Los niños del cielo, Celebración, Comer, beber, hombre, mujer, Bailarina en la oscuridad y Réquiem por un sueño, por sólo citar algunos, hacen pensar que no se trata de una moda pasajera. Prueba de ello, las 20 películas francesas que se planea exhibir este año en el país.

Detrás de este fenómeno se encuentra no sólo un público ávido sino también un puñado de distribuidores independientes que, literalmente, se juegan la vida cada vez que traen al país estos filmes. “Es como jugar a la ruleta rusa”, dice Françoise Nieto, de Centauro, empresa que desde hace cuatro años trae cine independiente al país. “Una película exige una inversión mínima de 30 millones de pesos entre derechos de exhibición, impuestos, publicidad y sacar las copias”.

Aunque Cine Colombia ha traído películas y a veces pone algunos de sus teatros a disposición de estos distribuidores el grueso llega a través de los independientes y se exhiben en cine-bares y en teatros como el Astor Plaza y Teusaquillo en Bogotá, Fundadores en Manizales, Palos de Moguer y La Tertulia en Cali, Cinecentro y Colombo Americano en Medellín, en los que las boletas son más baratas que en los multiplex, y eso las hace más accesibles a los estudiantes.

Incluso la cadena Cinemark ha comenzado a ofrecer sus salas para exhibir cine independiente.

“Una ventaja es que la prensa y el público creen en esto, agrega Federico Mejía, de la distribuidora Babilla Films, que lleva dos años en el negocio. Estas películas también tienen un buen boca a boca, y todo esto compensa la falta de presupuesto para hacerles publicidad”.

Dos caras de la moneda

¿Qué tan real es este fenómeno? Carlos Llano, gerente de exhibición de Cine Colombia, dice: “Es muy difícil medirlo porque se manejan escalas muy diferentes”. De El Señor de los anillos se traen 60 copias y se presenta en simultánea nacional mientras que de estas películas por lo general hay tres o cuatro copias. José Isidro Sánchez, gerente de las salas Cinemanía, tampoco cree que se pueda medir el auge. “En Cinemanía se ven salas llenas, pero son para medio centenar de personas, mientras que a las de Cine Colombia les caben por lo menos 300”. De todas maneras Llano no desconoce el fenómeno: “Películas ajenas a Hollywood que se presentaron en teatros de Cine Colombia, como ‘Los niños del cielo’ y ‘El color del paraíso’, superaron los 100.000 espectadores”. Estas cifras motivan a los independientes, más si se tiene en cuenta que 10.000 asistentes justifican una inversión. Elba de McAllister, gerente de CinePlex, también cree que el público colombiano ya tiene una cultura del cine de calidad. “Bailarina en la oscuridad’, de Lars von Trier, la vieron 17.000 personas, mucho más que en Argentina”. Su meta es mostrar una película al mes. “Siempre hay un público fiel al cine que no es de Hollywood y eso justifica traerlas”, dice Orozco.

Sin embargo los obstáculos aún son considerables. Colombia es un mercado pequeño. En 2001 funcionaban en el país 302 pantallas, de las cuales 122 son de Cine Colombia, 32 de Procinal, 27 de Royal Films, 22 de Cinemark y 99 de otros. Eso significa que no siempre les queda fácil conseguir salas. “Si se estrenan al mismo tiempo ‘Harry Potter’, ‘El señor de los anillos’ y ‘Monsters Inc.’ se llena el circuito”, señala Françoise Nieto.

Cuentan con poco presupuesto para la publicidad. Más de un fracaso —en particular del cine colombiano— ha sido consecuencia de una promoción mal enfocada. “A cada película hay que hacerle un trabajo específico. No es lo mismo lanzar y promocionar un ‘wonderbra’ que un brasier para hacer deportes. Ambos cumplen una función similar pero para venderlos es necesario tener en cuenta sus particularidades”, señala Françoise Nieto.

Por costos dependen de material que ya esté subtitulado. “Esto nos ha impedido traer cine de China, Japón y Tailandia, que está de moda en Europa pero que no se consigue en castellano”, dice Mejía. Y las películas subtituladas muchas veces llegan amarradas con títulos poco llamativos (Luna Papa, Por la libre) que en ocasiones no le dicen nada al espectador.

Otro inconveniente lo tienen con Cine Colombia. Mientras que los teatros independientes se quedan con la mitad de la taquilla los de Cine Colombia lo hacen con el 65 por ciento y los costos corren por cuenta del distribuidor. La piratería también los afecta. “En ciertos video-clubes nos hacen una competencia desleal, pues cobran 5.000 pesos por entrada y pasan películas en VHS que no pagan ningún derecho”, señala Françoise Nieto.

Todos tienen alguna película a la que le ponen el corazón y les va muy mal. Para Centauro fue La estrategia de Luizhin. Para Babilla, Luna Papa. Por fortuna el ciclo de una película no muere allí. Cuando termina la exhibición lanzan el video, que se alquila o se vende. Luego viene la posibilidad de vendérsela a canales por cable y satelitales y, por último, a canales de televisión abierta. “A ‘Luna Papa’ le está yendo bien en videotiendas y alquileres”, señala Mejía.

A mediano plazo él cree muy factible armar un ciclo de salas independientes más amplio, que les permita trabajar con más flexibilidad. De ser así, ganarán todos. Hollywood seguirá tranquilo en su trono (como ocurre en todo el mundo) y el público interesado en lo que sucede por fuera del área metropolitana de Los Angeles continuará disfrutando con el cine que produce el resto del planeta.