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¿El buen ladrón?

El pasado martes una juez de Nueva York volvió a aplazar una decisión que tiene en vilo al mundo editorial: ¿Podrá 'Google Books', la biblioteca virtual más grande y ambiciosa del mundo salirse con la suya y seguir digitalizando libros a diestra y siniestra?

9 de mayo de 2009

En poco menos de 20 años, la magnitud del impacto de Internet en la producción y la distribución de libros -sólo comparable al de la imprenta de Gutenberg- se empieza a hacer evidente. Desde finales de los años 90 el libro digital es una realidad: autores como la polémica premio Nobel Elfriede Jelinek han decidido publicar sus libros exclusivamente on-line; los escritores estadounidenses ahora incluyen en sus negociaciones con las editoriales los derechos digitales de sus obras y agentes literarias visionarias como Carmen Balcells (la responsable de que el boom latinoamericano fuera una explosión de ventas en todo el mundo a finales de los 60), hoy se dedican a comercializar los derechos digitales de las grandes obras de la literatura iberoamericana.

Pero las consecuencias del cambio no con tan claras como a algunos abanderados de las nuevas tecnologías les gustaría creer. Y los interrogantes son muy difíciles de resolver en estos momentos de transición. Por un lado, Internet se presenta como una poderosa arma para democratiza r el acceso al conocimiento. Por el otro, ya que todo es gratuito, ¿qué pasará con los autores?

Un ejemplo: el libro Historia de una traición de Laura Restrepo fue escaneado por Google Books sin permiso ni de su autora, ni de su agente literario, ni de la editorial. Para Google, ese libro pertenecía a la categoría de los "libros huérfanos", es decir, libros cuyos autores o derechos son difíciles de ubicar (cosa que, como es más que obvio, no es el caso de Laura).

Escritores como Laura Restrepo tendrán hasta el 4 de septiembre de 2009 para decidir si quieren continuar en Google Books (lo que les daría más reconocimiento y difusión a su obra a cambio de aceptar reglas del juego muy poco claras e inciertos ingresos) o prohibir su reproducción, recibir una compensación económica mínima de Google por haber infringido sus derechos de autor, y -¿quién sabe

- quedarse por fuera del más poderoso sistema de distribución de contenidos que ha conocido la humanidad.

La fecha del 4 de septiembre es la que acaba de estipular la juez de Nueva York Denny Chin, quien postergó el fallo que debía emitir sobre el asunto la semana pasada. Todo el mundo editorial del Primer Mundo estaba en vilo: lo que está en juego es la comercialización digital de libros por parte de Google Books. Pero la juez les dio una prórroga a los autores que han sido escaneados ilegalmente por Google para decidir qué quieren hacer, porque muchos todavía no se han pronunciado por pura falta de conocimiento del tema.

Su anuncio no sólo es el más reciente episodio de una serie de tropiezos legales en los que se ha visto involucrado Google desde 2005, y abre un debate sobre si éste monopoliza el conocimiento universal o, muy por el contrario, es un democratizador de la era digital.

Poco después de que Google empezó a digitalizar fragmentos de libros en 2005 sin permiso de los autores, el Author's Guild (un sindicato de escritores de Estados Unidos) y la Association of American Publishers denunciaron al más popular buscador de Internet por violar los derechos de autor. Aunque durante el litigio Google nunca admitió haber violado leyes de derecho de autor -según ellos, usar fragmentos de libros está estipulado en la 'Fair use doctrine' (la ley de copyright para Internet) de Estados Unidos-, el asunto es más complicado. Además de digitalizar libros libres de derechos, Google había digitalizado otros libros. Así, hasta abril de este año Google Books tenía en su poder más de siete millones de libros provenientes de todo el mundo sin pagar un solo dólar. En octubre del año pasado, después de dos años de litigio, el asunto finalmente pareció zanjado: los escritores estadounidenses y Google redactaron un acuerdo en el que se sentaban las bases para el uso de libros digitales -que los autores de todo mundo debían aceptar o rechazar el pasado martes-, y según el cual Google debía destinar 34 millones de euros para indemnizar a los autores de las obras ya escaneadas.

Desde entonces las protestas no han sido pocas. En octubre de 2008, 1.300 intelectuales alemanes firmaron el 'Manifiesto de Heidelberg', un documento en el que acusaban a Google de violar los derechos de autor; el gremio de editores españoles no se demoró en reclamar la parte de esos 34 millones de dólares que les correspondía; y el Consumer Watchdog (el veedor del consumidor), junto a miles de bibliotecas públicas en Estados Unidos que pusieron el grito en el cielo y advirtieron que Google estaba creando un monopolio, otra de las razones que obligó a la juez Chin a retrasar la decisión y, con esto, la legalidad del acuerdo.

Pero ¿por qué ha generado tanto revuelo una noticia que a estas alturas no debería ser rara? Para Mónica Torres, subdirectora de derechos de autor del Cerlalc, detrás de este proceso legal está el tema de cómo se va a acceder a los libros y al conocimiento de aquí en adelante. Según ella, "este es un precedente judicial importantísimo, pues lo que está en juego en Nueva York es el nuevo modelo de negocio de distribución de libros". Un modelo que no sólo afectará la forma como los escritores, los intelectuales o cualquiera que publique un libro se gane la vida, sino, también la manera como el público tendrá acceso al conocimiento y el valor cultural del mismo.

Tal y como está redactado el acuerdo, si un autor no se excluye antes de septiembre, hará parte de éste de manera automática después de octubre, cuando la Corte Suprema finalmente apruebe o no el acuerdo. Es decir, Google podrá digitalizar sus libros hasta cuando el autor se dé cuenta por sí mismo de que su obra está circulando por Internet. En ese caso, el autor puede pedir que retiren su libro de la web o tendrá que asumir su olvido y empezar a cobrar, según lo establecido por Google. Y, para completar, el autor no podrá denunciar a Google por violación de derechos de autor.

Es temprano para saber si es un buen o mal negocio para los autores. Pero es claro que para Google Books el negocio es redondo: por una parte, podrá establecer el precio de los libros sin autorización y tal como está el acuerdo en este momento. Además, Google podrá cobrar suscripciones a la base de datos de libros y por la publicidad a las bibliotecas.

Por eso, según Torres, "Google es el único portal que sin autorización previa de los titulares está comercializando las obras de más de 1,5 millones de creadores, estableciendo un sistema de compensación unilateral que dista mucho de ser justo".

Sin embargo, y antes de que haya un pronunciamiento oficial por parte de Google Books, muchos escritores consultados por SEMANA se preguntan si al elegir no estar dentro del acuerdo, sus obras se quedarán por fuera de la cadena de distribución más grande, más masiva y más global que nunca antes se haya visto.

Y es que aunque todo el litigio tenga como escenario Estados Unidos, la decisión de la juez afectará a los autores de todo el mundo, ya que el ciberespacio cada vez ignora de manera más tajante los viejos conceptos de soberanía geopolítica.

Lo más preocupante es que mientras en países como España, Brasil y Argentina, en los que ha habido pronunciamientos y protestas por parte de los intelectuales y gremios de editores, y en los que el tema ha sonado en la prensa, los peligros y beneficios de acuerdo han sido estudiados, en Colombia -que se verá afectado de igual manera por la decisión que tome el tribunal- no se habla del asunto. Es más, la Cámara Colombiana de Libro, la institución que debería representar a los editores en Nueva York, a escasos meses de tener que tomar una decisión, no tiene una idea definida sobre qué hacer y, al parecer, no tiene un conocimiento claro del asunto.