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EL CAMINO DE DIOS

En una ampliación de un separador vial, la ciudadela El Salitre tendrá su Iglesia.

8 de enero de 1990

Las iglesias fueron en el pasado edificaciones cuya presencia en la ciudad revistió un significado especial. Desde la presencia imponente de las catedrales hasta las iglesias de barrio, desde las ermitas localizadas en la cima de las montañas hasta la gran iglesia conmemorativa, la imagen del edificio religioso fue un hito de mayor o menor importancia según su jerarquía en el espacio público de la ciudad. Mientras que de la misma silueta de la iglesia surgían los signos visibles de su importancia: torres, cúpulas, ábsides, agujas, el espacio le correspondía con ejes, plazas, ámbitos circundantes donde sucedian cosas: mercados y ferias, procesiones y celebraciones, que hacían de la iglesia un evento integral en la vida urbana.

Definitivamente las cosas han cambiado. Algo de ello indica, por ejemplo, el concurso público recientemente convocado por la Sociedad Colombiana de Arquitectos y la empresa que gerencia el desarrollo de la Ciudadela El Salitre en Bogotá, para el diseño de la iglesia que prestará servicios religiosos a este vasto sector de la ciudad. El predio escogido es una ampliación del separador vial de la Avenida de la Esperanza, el principal eje vial del sector. El predio está conectado peatonalmente con el puente que cruza sobre la Avenida 68 y posee las dimensiones necesarias para alojar la futura construcción. La localización del predio, rodeado prácticamente por un sistema vial principal, sugiere la posibilidad de replantear la concepción de una edificación religiosa a finales del siglo XX y de formular ideas interesantes como muestra de los alcances de una nueva arquitectura religiosa.

Dado que el predio en cuestión está en medio de una vía importante y que un tráfico vehicular intenso lo ha de rodear, las posibilidades que aparecen se pueden dirigir en el sentido de edificaciones pensadas en función del vehículo. Una primera posibilidad es la de proponer algo semejante a un "Diagnosticentro Espiritual", con secciones para alinear las almas torcidas, para rectificar los errores, para balanceo de los espíritus que se debaten entre el bien y el mal, entre otras, y donde se pueden expedir los correspondientes certificados de movilización. Existe también la posibilidad de proponer una iglesia a la manera de un "autobanco", en el que los servicios se presten a través de terminales de computador y se conecten en una red urbana más amplia. Allí, con la simple inserción de una tarjeta de crédito religioso, el ciudadano puede revisar su estado de cuentas con la Iglesia, tanto en pecados como indulgencias, todo ello debidamente upaquizado. Puede, igualmente, hacer abonos y solicitar créditos. No hay necesidad de confesores ni de espacios inútiles.
Esto tendría el inconveniente de dificultar la celebración, "en vivo y en directo", de misas, bautizos, funerales y otras celebraciones. Por ello sería necesario construir también un "drive-in" anexo, en el que algunos de esos servicios se proyecten sobre una pantalla y los feligreses se comuniquen telefónicamente con una central, situada posiblemente en la Plaza de Bolívar, desde donde se controlen los terminales en toda la ciudad.

Estas y otras ideas corresponden a una iglesia moderna, manejada con el criterio empresarial que ahora se impone en la administración colombiana. Podrían contribuir a la modernización de los servicios religiosos en las postrimerias del siglo XX y propondrian realmente cambios interesantes en un medio en el que la construcción religiosa, por no ser rentable, no debe ocupar espacios que pueden ser vendidos satisfactoriamente a otros clientes.-