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Fischer-Dieskau en el estudio de grabación. Fue el cantante que más grabó en la historia del disco.

MÚSICA

El canto del cisne

El mes pasado murió Dietrich Fischer-Dieskau, el más grande recitalista del siglo XX y probablemente de la historia. Ostentaba el récord de ser el músico que mayor cantidad de grabaciones realizó en la historia del disco.

Emilio Sanmiguel
9 de junio de 2012

Este 28 de mayo Dietrich Fischer-Dieskau hubiera cumplido 87 años, pero diez días antes, el pasado 18 de mayo, murió en su residencia de Starnberg, cerca de Múnich. El asteroide 42842 inmortaliza el nombre de quien fue considerado el más excelso 'liederista' del siglo XX, y probablemente de la historia de la música.

Su carrera profesional se inició en 1947 cantando el Réquiem alemán de Brahms en Freiburg. Al año siguiente se probó en la escena lírica con Don Carlo de Verdi en la Ópera Estatal de Berlín y ese mismo año, también en su ciudad natal, Berlín, debutó como intérprete del Lied -la canción culta alemana- con el Viaje de invierno de Schubert.

En realidad su primera aparición pública ocurrió en Berlín a los 17 años, justamente con el Viaje de invierno. A la altura del octavo Lied el recital fue interrumpido por un bombardeo de las Fuerzas Aliadas; tras dos horas y media transcurridas en un sótano, el público le solicitó concluir el ciclo de 24 canciones que, paradójicamente, describen el camino de la vida a la muerte. Poco después se alistó en el ejército alemán. En 1945 fue capturado por el ejército

estadounidense y llevado a un campo de prisioneros en el norte de Italia donde, en sus propias palabras, "para combatir el horror cantaba para sus compañeros de presidio los ciclos de Lieder 'Los amores del poeta' de Schumann y 'La bella molinera' de Schubert".

En 1949 su carrera tomó dimensión internacional con su debut en la Staatsoper de Viena y de Múnich, seguidos de conciertos en Londres en 1951 y en el Festival de Salzburgo, al año siguiente. Llevaba la música en la sangre porque era descendiente directo de Karl Heinrich von Dieskau, para quien Johann Sebastian Bach escribió en 1742 la Cantata burlesca BWV 212.

El disco llevó su voz exquisita de barítono lírico a todos los rincones del mundo. Ningún otro artista en la historia consiguió grabar tanta música y con tanta calidad: solamente en el campo del Lied grabó más de 3.000 obras, de hecho la totalidad de los Lieder para voz masculina de compositores tan prolíficos como Schubert, Schumann, Beethoven, Strauss, Mahler, Wolff, Liszt, Weber. Su repertorio cubría desde obras del siglo XVII hasta el XX.

A ello habría que agregar sus grabaciones de oratorios, obras sinfónicas con solista y de ópera, donde su legado resulta incalculable por la cantidad de títulos, con la particularidad de que en los años iniciales de su carrera persistía en Alemania la tradición de cantar y grabar las óperas italianas, francesas y rusas en alemán. Así las grabó y luego lo hizo en los idiomas originales.

Además de su voz excepcional, fue el más intelectual de los cantantes del siglo. De ello dejó testimonio en varios libros, donde abordó temas como Los Lieder de Schubert; Wagner y Nietzsche; Robert Schumann: el verbo y la música, y Los sonidos hablan y las palabras cantan.

Lo suyo no tenía antecedentes: hasta su irrupción en el mundo musical, la canción culta era asunto de cantantes en vía de retiro. Él impuso una nueva manera de pensar y, de paso, sentó las bases interpretativas que son el referente para cantar este repertorio.

Su legado está en el arte de sus centenares de discípulos del Conservatorio de Berlín, en sus libros, en sus grabaciones y, también, en ese asteroide 42842.