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EL CARA Y EL SELLO

El rediseño cambia por dentro y por fuera un producto que sigue siendo el mismo

9 de febrero de 1987

Cualquiera que sea el producto u objeto que tengamos a la mano ha pasado por un proceso de desarrollo de todos y cada uno de los elementos que lo componen y que lo han conducido finalmente a lo que es.
Ese proceso tiene dos versiones bien claras: la primera es la del diseño en sí mismo y que parte de una necesidad que a través de ciertos mecanismos proyectuales se concreta en un objeto o medio para solucionar el problema que lo generó. La otra versión, más comúnmente utilizada, es la llamada "Rediseño". Este proceso que mecánicamente es bien similar al anterior, tiene como fin el mejoramiento del producto basándose en él mismo, o en los de su género, y sometiéndolo a un análisis de todos sus aspectos inherentes: producción, mercadeo, manejo, funcionalidad, apariencia, etc.

El "Rediseño" de un objeto o producto no es un proceso aislado de la creatividad, pues es aquí donde justamente, en combinación con los racionalismos del caso, esta tiene que estar presente porque se trata de mejorar en todo un objeto que pasó por el primer modelo de diseño y tuvo su prueba y su resultado y que ahora por motivos como el envejecimiento, su aparente obsolescencia o el mercado determinan su "renacer".

En la novísima era industrial el flujo de objetos resulta de dos grandes causas: la primera es la necesidad de vender y la segunda es la moda. Esto hace que los artículos cambien cíclicamente de año en año (como los automóviles) o simplemente por su propia evolución (como los artefactos electrónicos) y el ingrediente principal de cambio es el mismo: el rediseño.

Esta arma de doble filo (pues mal utilizada puede convertirse en un escapismo) es la que ha caracterizado la tendencia del diseño americano, en el que hay que hacerlo "ligero" porque la demanda de cambio como razón comercial es muy poderosa, en contraposición al europeo en el que todavía persiste, además, la idea del diseño por el diseño, es decir que el objeto posea una mayor Permanencia en manos del consumidor y no en el mercado, pero adicionando innumerables elementos estéticos y culturales (o artísticos si se quiere) más duraderos.

Tanto en el proceso de diseño como en el de rediseño, los principios y los fines son igualmente ejemplificables: es decir que se parte de un problema y se llega a una solución, aunque físicamente sean diferentes.

Un ejemplo clásico de la actividad del rediseño y que de una forma u otra nos ha afectado consciente e inconscientemente, lo encontramos en la evolución del aparato telefónico que en principio era una caja con algunos elementos desconcertantes para sus primeros usuarios hace dos generaciones (muchos sólo los conocemos como piezas de anticuarios y que hoy en día su forma y su funcionamiento van más allá de sus requerimientos básicos, y todo eso gracias a un concienzudo análisis de mejoramiento permanente, el cual no fue gratuito ni casual y de tan largo alcance como para convertirse adicionalmenle en el símbolo de una era la de la comunicación, sin dejar de ser el teléfono. --