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EL CASO OMAIRA

Uso y abuso de la figura de una niña en la tragedia de Armero, el tema de un libro de un fotógrafo holandés.

13 de noviembre de 1989

Un fotógrafo holandés, alto y desgarbado, provocará una verdadera tempestad en Colombia cuando llegue su libro sobre el papel sádico, narcisista y violento de la fotografía a través de la Historia porque entre los grandes temas incluidos se encuentra el de una niña que hace cuatro años se convirtió en el símbolo de la tragedia anunciada en la zona de Armero, una niña alrededor de quien, segun el fotógrafo, se montó todo un espectáculo que estaba despojado de compasión y solidaridad.

El fotógrafo se llama Michael Schulc Kryznanowski, tiene 40 años y se ha pasado todo este tiempo teorizando sobre este oficio porque, según él, la fotografía deja de ser un fin en si misma, incapaz de agotarse en el instante fugaz en que se acciona la máquina. Ha llegado a tal grado su obsesión por la realidad y por la naturaleza misma de sus personajes retratados, que es capaz de organizar foros en Europa para analizar uno de sus más importantes trabajos en serie, el haber seguido muy de cerca durante más de 15 años la evolución de una mujer desde su adolescencia inocente, pasando por el colegio, los primeros amores, el matrimonio y luego el desgarramiento del divorcio.

Por eso, cuando conoció la triste historia de la niña Omaira Sánchez, vino a Colombia, se quedó varios dias en la zona del nevado del Ruiz y lo que era Armero, habló con los sobrevivientes, conversó con los parientes más cercanos y los amigos de la pequeña, buscó a los reporteros y periodistas que estuvieron ahi, en el lodo, observando los últimos dias de una agonia terrible, y lo que cuenta en el libro, que aparece esta semana en España y otros países, es interesante. Citado por un periódico de Madrid, el fotógrafo afirma: "Allí estaba, por lo menos, una veintena de fotorreporteros con sus correspondientes equipos para tomar la escena en la que la vida de Omaira, atrapada en un agujero, lentamente concluía. Sin embargo el mundo no sabía que con una simple bomba de agua que hubiese llegado a aquel lugar la vida de la pobre niña se hubiera salvado". La verdad es que la bomba de agua se pidió y se consiguió pero llegó demasiado tarde.

El fotógrafo, quien habló con la familia de Omaira, sostiene en el libro que los responsables de la situación, es decir del salvamento de la pequeña, prefirieron que muriera en el lodo a que se le aserraran las piernas, lo que le suponía la supervivencia. Según el holandés, el clima creado por la afluencia de cámaras de fotografía y televisión y cine, la afluencia de curiosos que aumentaba con el paso de las horas, la misma presión violenta en medio del dolor y el fango, impidieron que alguien, cualquiera con un mínimo de autoridad, hubiera tomado la decisión más oportuna, según él. Pero se sabe muy bien que ni siquiera con la amputación de sus piernas la niña hubiera podido sobrevivir porque estaba demasiado atrapada entre los escombros y el lodo.

Kryznanowski, citado por el mismo diario, agrega: "Ese es el drama del fotoperiodista. Por lo que a él le concierne, al final se resume en un hecho sucedido en un sitio concreto, en un momento también concreto, y con una determinada luz, no muy lejos de un teléfono, etcétera. El mejor drama está localizado por los periodistas hasta dónde desplazarán la atención del mundo entero. Puede ser cínico pero es la realidad".

Obsesionado con la función social, política, económica y cultural que la fotografía ejerce en la sociedad contemporánea, el fotógrafo sostiene: "Esas fotos de Omaira resultaron muy emocionantes en los países occidentales, fueron un golpe. Se tradujeron a unas altísimas cifras de dinero generado por la compasión de la gente ante la imagen de una niña moribunda. Realicé un trabajo sobre lo sucedido en Colombia con este dinero, que ha desaparecido en los bolsillos de determinados políticos colombianos y también de determinados estamentos de la clase militar de ese país. La muerte de Omaira se reflejó en las portadas de los medios más variados, pero sin sentido". Y suelta una frase terrible: "Es que Omaira murió en un escenario, en una función pública, pero en el cielo no ha podido escuchar los aplausos todavía".

Kryznanowski tiene una teoría que ha provocado largos debates en Europa, y se relaciona con lo que llama "el narcisismo ante la cámara" o sea, las razones por las cuales la gente acepta posar, acepta que la retraten. Hace algunos meses en Montpellier, durante las Jornadas Internacionales de lo Audiovisual, realizó un experimento: convocó a todo aquel que se considerase "físicamente en condiciones de ser fotografiado como modelo" y la respuesta fue masiva, más de lo esperado. No pagaban por las fotos pero esas sesiones con desconocidos le sirvieron al holandés para reconfirmar su teoría: "Todo aquel que acudia a que lo retratasen, lo hacía por motivos exclusivamente narcisistas, o sea, el acto fotográfico sirve para que la gente libere el narcisismo que lleva escondido. Como casi nunca el fotógrafo le pregunta al modelo por qué se deja retratar, esas razones permanecen ocultas pero el fenómeno estalla cuando es al revés, cuando la gente rehúsa ser fotografiada al saber que esas fotos serán publicadas. Por supuesto, muchas veces la gente permite que la fotografíen porque confía en el fotógrafo".

Para este holandés, que estuvo en Colombia varias semanas y piensa regresar para promocionar su libro aquí y en otros países latinoamericanos, el papel de la fotografía es más profundo de lo que la gente cree, y el caso de Omaira, convertida en protagonista de un espectáculo masivo, es el mejor ejemplo.