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EL DISCRETO ENCANTO DE BOGOTA

Dos libros, dos estilos y un mismo propósito:celebrar los 450 años de Bogotá.

28 de diciembre de 1987


Difícilmente podríamos encontrar dos libros más próximos a un mismo propósito y comprobar cómo el resultado obtenido es tan palpablemente disímil. Hablamos de dos recientes publicaciones conmemorativas de los 450 años de la fundación de Bogotá: "El encanto de Bogotá" y "Así es Bogotá". Aunque cada uno desde el título anuncie su carácter, lo que pueda decirse en favor de uno, es posible que resulte ser una desventaja para el otro; pero aún así cada cual a su manera consigue cuanto se ha propuesto. El uno, revelar el encanto --no siempre bien comprendido--de Bogotá y el otro, presentar ampliamente la ciudad multifacética, "tal como es".

"Así es Bogotá", impreso en la editorial "Arco", por Gamma, bajo la dirección editorial de Consuelo Mendoza de Riaño, es una antología fotográfica de los más diversos aspectos de la ciudad, de sus lugares, de su actividad múltiple, de la variedad de su gente y de su cambiante arquitectura. Este volumen se nos presenta con tan amplio y variado despliegue de ilustraciones que nos inclina a tomarlo como un trabajo periodístico. Es una miscelánea, en donde cabe de todo un poco. Cada uno de sus capítulos, con sus textos literarios, se sucede en forma tan caprichosa, que su composición general a veces resulta desordenada y azarosa, como si se hubiera omitido un criterio para su ordenamiento. El capítulo "Memoria de Bogotá" de Plinio Apuleyo Mendoza es sin duda el mejor del libro, en sus bellas páginas evocadoras y en la unidad en su composición.

Como un cuaderno de viaje al interior de la ciudad "Así es Bogotá" propone un recorrido a través del tiempo y del espacio de la ciudad. Partiendo del barrio de La Candelaria, para ir en busca de los centros neurálgicos de su existencia, la visión que ofrece de la ciudad va siendo múltiple, reflejada en sus más variadas actividades y ofreciendo un claro privilegio hacia aquellos lugares más rescatables por su caracter turístico. Pero también allí se nos presentan otras grandes zonas de su desarrollo. La industria, los deportes, el comercio, los clubes sociales, el oriente y el occidente, el norte y el sur de la ciudad no han sido omitidos por el lente de Armando Matiz. "Memoria de Bogotá" merece mención aparte. Es una bella evocación literaria de los años 40, que ilustra con sus imágenes correspondientes como era la Bogotá de entonces.

"El encanto de Bogotá", que seduce desde la portada, presenta un testimonio particular de la historia de la ciudad, de su desarrollo y de su actualidad. En sus textos reconocemos la crónica anclada en algún lugar del pasado y la evocación de algunos linajes ilustres; también podemos encontrar en ellos la mirada contemporánea que alude a algún aspecto de la ciudad de hoy. En una guía óptima para recorrer su historia. "El encanto de Bogotá", editado por Benjamín Villegas, reúne con lujo estos tres aspectos. Y de una cierta manera. Más que hablarnos propiamente del pasado, situándonos más allá de la crónica nostálgica, el libro se abre a una visión amplia de Bogotá, en donde está contenida, su tradición.

Desde su cotidianidad, del tráfago de sus avenidas, de sus moradores, de sus calles, de los espacios públicos, de sus edificios históricos que guardan alguna página ilustre de nuestra historia, el libro nos revela un panorama privilegiado: el deslumbrante despliegue de fotografías, nos pone ante una clara evidencia:" El encanto de Bogotá" redescubre la ciudad. Detenida en sus páginas y exaltada, a jubiloso placer visual, se convierte en la forma ideal como podemos avanzar hacia la órbita de su existencia estética. Podrá decirse aquí que la visión de la ciudad está idealizada y que al ignorar sus mirerías cotidianas, ha omitido su atareado acontecer de cada día, ha dejado de lado lo transitorio. Erigir un monumento--bibliográfico--como homenaje a su historia, parece ser el propósito fundamental de este libro y resulta que orgullosamente lo es. Eleva un monumento en favor de su historia. Es una manera como la ciudad se defiende de los duros embates de los tiempos cambiantes, y sin embargo, aquí también está el testimonio de una ciudad que, en su fuerte deseo de perdurar, se ofrece a nuestros ojos como un lugar de encuentro de las múltiples culturas que conforman la geografía humana del país. Ahí está la presencia sólida de sus edificios públicos espléndidamente rescatados en el amplio cromatismo de sus páginas. Están sus plazas y sus parques, sus iglesias, monumentos y museos, sus callejuelas perdidas en la memoria de un cronista y vueltas a encontrar en el paso diario del caminante y están los momentos felices de su arquitectura; o sea está la palpable legitimación que expresa la existencia de aquello que Toynbee ha llamado la esencia de una ciudad, su alma.

Si su fisonomía parece llena de contradicciones, éstas han sido pertinentemente evocadas por Fernando Garavito en un texto que cierra el libro, como comentario a cada lámina que nos ha ilustrado acerca del devenir de la ciudad. Prologado por quien fue uno de sus más entusiastas auspiciadores, el alcalde Julio César Sánchez, el libro presenta una pequeña pero valiosa antología de textos evocadores. Alfonso López Michelsen, Alvaro Gómez Hurtado, Germán Arciniegas, Andrés Holguín, Enrique Caballero Escobar, Gonzalo Mallarino Botero, Juan Gustavo Cobo-Borda, Santiago Mutis Durán, José Umaña Bernal, Alberto Lleras y Rogelio Echavarría, son entre otros, los autores de estas páginas breves, pero ciertas, vividas en su memoria o translúcidas en su acontecer poético.

Este reencuentro tan grato con la ciudad de Bogotá, nos reconcilia con su existencia problemática, nos ayuda a amarla un poco más, y aunque no responda a interrogantes de orden sociológico, sin suprimir la realidad, la proyecta en el ámbito de su historia y de su estética.
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