El embrujo de La Revuelta

El grupo La Revuelta acaba de llegar de una gira por Europa. Para buena parte de ese público era la primera oportunidad de oír los ritmos del Pacífico colombiano. Los músicos tocaron su currulao y los europeos bailaron al mejor estilo vikingo. Pero, como reflexiona el director Juan David Castaño, “la sociedad europea tiene mucho contacto con África”. De ahí que el resultado de la gira haya sido cierto mestizaje amoroso. De regreso, La Revuelta presenta su segundo disco. Es un documento breve que nos pasea por el currulao, el bunde, la juga y un par de esos ejercicios un poco más libres que en la región del Pacífico se conocen como ‘inspiraciones’. No hay fusiones radicales. Si en vivo se destacan por su potencia y sus incursiones en el hip-hop, en el álbum dejan registro de un intensivo estudio del folclor. La mitad de los temas recuerda su participación en el Festival Petronio Álvarez, en el que llegaron tres veces consecutivas a la final.

No es fácil grabar la marimba de chonta, reproducir en disco un festejo de currulao. En Cali, los estudios de grabación Takeshima se han especializado en el asunto. Este álbum tiene también el mérito de un sonido espaciado y cálido, fraguado en Bogotá, que brinda nuevas ideas en términos de producción. El balance de las voces en El puente del piñal, la aparición intrusa pero siempre bien recibida de una gaita en Maezinha, las atmósferas casi progresivas en Graciela, son aportes a nuestra experiencia auditiva de la llamada “costa olvidada”.

El encanto se completa con las voces de las cantadoras Ailín Calderón y Verónica Atehortúa. Marimba urbana, es el registro de la fascinación por un instrumento selvático en la ciudad: el legendario embrujo de la marimba. Pero es cuando se oyen ellas que la magia es completa. Entonces podemos hablar del embrujo de La Revuelta.