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Escobar, el patrón del mal

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El año 2013, cuando la realidad le ganó a la ficción

Este año se confirmó la arrolladora popularidad de las historias basadas en hechos reales. SEMANA habló con guionistas, editores y directores sobre este fenómeno.

14 de diciembre de 2013

Uno de los clichés más recurrentes es que la realidad supera la ficción. Pues bien, desde hace un tiempo en Colombia este lugar común parece confirmarse una vez más. Las historias basadas en hechos reales –bien sea en televisión, libros o en cualquier otro formato– superan en audiencia y popularidad a las puramente ficcionales.

En la pantalla chica este fenómeno es cada vez más evidente. Desde hace unos años se empezaron a popularizar en los canales nacionales las series inspiradas en hechos de la historia reciente y en 2013 estas se consolidaron. La tendencia comenzó con producciones como Sin tetas no hay paraíso o El capo, que situaban su acción en épocas y contextos más o menos reconocibles.


El público recibió muy bien estos experimentos y los productores dieron un paso más adelante. Luego vinieron El cartel de los sapos y Las muñecas de la mafia, donde ya empezaban a aparecer personajes y hechos tomados de la realidad con referencia precisas. De nuevo, la fórmula funcionó y fue premiada con un rating espectacular.

En mayo del año pasado, el canal Caracol se lanzó a la aventura de llevar a la pantalla chica la historia de Pablo Escobar. El resultado es conocido por todos: El patrón del mal se convirtió en una de las producciones con más audiencia de todos los tiempos, un referente cultural y un hito de la historia televisiva colombiana. La serie se emitió hasta finales de 2012 y actualmente se retransmite. También fue comprada por canales alrededor del mundo y no sería exagerado decir que puede ser la serie colombiana más vista de todos los tiempos.

El patrón del mal también marcó un hito. Por primera vez llegaron a la pantalla chica personajes y hechos históricos, sin ningún tipo de matices. No se trató de caricaturas o aproximaciones: su guion estaba escrito a partir de una rigurosa investigación documental. Pero, justamente, no se trataba de un documental sino de una obra de ficción basada en la realidad.

Este año los canales privados buscaron repetir el éxito. RCN estrenó en marzo Tres Caínes, una serie basada en la vida de los hermanos Castaño. La serie proponía hacer con el paramilitarismo lo mismo que El patrón del mal había hecho con el narcotráfico: contar uno de los fenómenos más violentos de las últimas décadas en Colombia por medio de la vida de algunos de sus protagonistas. 

La apuesta, sin embargo, no tuvo una buena acogida. En las redes sociales se empezó a gestar una campaña masiva para que los anunciantes retiraran la pauta de Tres Caínes. La indignación del público surtió efecto y la serie tuvo muy poca pauta y un muy bajo rating: tanto así que duró apenas tres meses al aire.

Pero no ocurrió lo mismo con otras dos producciones estrenadas en 2013. La selección, de Caracol, entró a la parrilla del canal en julio y, de inmediato, se convirtió en un éxito de rating. La serie, que narraba las aventuras de una generación de futbolistas encabezada por el Pibe Valderrama, Faustino Asprilla, Freddy Rincón y René Higuita, cautivó al público. Por su humor sencillo y sus actuaciones frescas, La selección se convirtió en uno de los programas más taquilleros del año.

También tuvo éxito Alias el Mexicano, que se estrenó en noviembre en RCN. La serie sobre la vida del narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha ha tenido magníficas reseñas por su rigor histórico –a partir de una investigación del periodista Gerardo Reyes– y sigue al aire con muy buenas cifras. 

Mauricio Navas, vicepresidente de contenidos de FOX Colombia y uno de los libretistas de Alias el Mexicano, cree que esa serie tiene éxito, en primer lugar, por la proximidad de los hechos. “Hace 30 años el país escribía el diario de su historia en la prensa. Los periódicos eran los únicos cronistas, ahora no son la única forma de registro de la vida diaria de una sociedad. Ahora la televisión, el cine, los medios audiovisuales se convirtieron en otra forma de consignar la historia”, le dijo a SEMANA.

Fernando Gaitán, guionista y director de contenidos de RCN, cree lo mismo: “Esta tendencia tiene éxito porque se trata de ‘thrillers’ de acción, y el público se identifica con sus personajes, son historias que la gente conoce y quiere recordar. La narconovela o la narcoserie tienen un gran impacto porque son temas que el país tiene que conocer y explorar. Creo que es una tendencia que va a durar mucho porque es una cantera tan inagotable como la violencia en Colombia”, le dijo a esta revista. 

Gaitán también recordó que su canal prepara una serie llamada En la boca del lobo, sobre los hermanos Rodríguez Orejuela. “La característica principal de nuestra televisión es que está comprometida con la realidad, de alguna u otra manera”, dice Gaitán.

Marta Ruiz, editora, reportera y columnista que ha trabajado como asesora en varias de estas producciones, cree que el éxito depende de que la historia esté bien contada y que tenga los elementos estéticos y dramáticos para tocar emocionalmente al público. 

“Me parece normal que el arte y la industria del espectáculo trabajen sobre temas de la realidad. Primero porque en Colombia todo pasa muy rápido y hay hechos muy trascendentales que han pasado más bien de manera fragmentaria por nuestros ojos. Sin duda, hoy hay que mirar el pasado para armar el rompecabezas del presente y creo que eso es lo que intentan hacer artistas y narradores”, dice. 

Ruiz también cree que será una tendencia duradera: “Porque la realidad nunca para, nos toca mucho y es un rico material narrativo. Todavía se producen series y libros sobre la Antigua Roma y sobre las guerras mundiales”.

Omar Rincón, profesor universitario y crítico de televisión de El Tiempo, coincide en que el éxito de estas series está garantizado: “Colombia está ahora en un momento de revisión respecto a lo que somos. El país le está dando la vuelta a la página a fenómenos como el paramilitarismo o el narcotráfico y eso implica la revisión. Estos productos tienen éxito porque generan reconocimiento e identificación. Es una historia que todos conocemos, en la que nos reconocemos y con la cual nos identificamos”. Esto no ocurre solo en Colombia, pues en países como México también han aparecido series como El señor de los cielos y La reina del sur.

Este fenómeno no es solo televisivo, pues ha permeado varios productos culturales. En la industria editorial, por ejemplo, las historias reales tienen una gran acogida entre los lectores. Los libros que tocan temas actuales, bien sea bajo la forma de novela, cuento, testimonio o cualquier otro género, lideran las ventas. 

“Hay una diferencia entre lo que se hace desde la televisión y lo que se hace desde la industria editorial. Las series están hechas para un público masivo y eso hace que los productos sean más generales y menos rigurosos en términos históricos. Aunque las editoriales quisiéramos esa audiencia masiva, nuestro público es más restringido”, le dijo a SEMANA Juan Sebastián Sabogal, editor de No Ficción en Aguilar Santillana.

“Este es un fenómeno que no tiene que ver solo con Colombia sino con las tendencias de lo que el mundo consume. Lo que hacen las industrias culturales es tomar la realidad y procesarla. En Estados Unidos, el principal productor de contenidos del mundo, el patrón es el mismo, hay cientos de libros sobre la muerte de Bin Laden o sobre el 11 de septiembre”, dice Sergio Vilela, editor general de Planeta en Colombia. 

Y continúa: “En América Latina, en países como Colombia, México, Perú, Argentina, pasan cosas increíbles, la realidad genera personajes como Fujimori, Montesinos, Pablo Escobar, Hugo Chávez, el cartel de Sinaloa… Esas son historias que difícilmente pueden ser superadas por la ficción”.

Quizás el gran acierto de estos productos es que reconstruyen historias completas. En los medios la actualidad aparece fragmentada, mientras que las series, los libros o las películas intentan dar un panorama ordenado y completo. Pero, más allá, esta enorme y exitosa producción cultural es una muestra de que la historia aún no se termina de contar.