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El ganador se lo lleva todo

Un ensayo sobre las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo.

Luis Fernando Afanador
7 de mayo de 2001

La corrosion del caracter
Anagrama 2000
188 paginas
$ 31.000

El nuevo capitalismo es flexible. Se opone a la vieja rigidez burocrática y a la rutina. Antes, los trabajadores podían tener metas claras, hacer una carrera laboral, pensar en jubilarse. Había cierta estabilidad. Ahora, por obra y gracia de una ‘reingeniería’, su empresa y su trabajo de siempre pueden desaparecer en un instante. Nada es a largo plazo, el mercado es demasiado dinámico y los inversionistas son demasiado impacientes. Los trabajadores deben estar dispuestos a cambiar, a tener muchos puestos en el curso de sus vidas. Reinan la ansiedad y la incertidumbre.

¿De qué manera estos cambios afectan el carácter? Ese es el tema que explora el sociólogo Richard Sennet en su libro. Hay que aclarar, en primer lugar, que Sennet utiliza la palabra carácter en el sentido antiguo: es el valor ético que atribuimos a nuestros deseos y a nuestras relaciones con los demás. El carácter de un hombre depende de sus relaciones con el mundo, creía Horacio. Como se ve, una palabra que abarca mucho más que la moderna ‘personalidad’. Así pues, cuando se plantea que el nuevo capitalismo está corroyendo ‘el carácter’, debe entenderse que está alterando de una manera dramática nuestras relaciones con el mundo.

No es lo que piensan Bill Gates —el gran héroe del nuevo capitalismo— ni los líderes de la economía y la política que se reúnen cada año en el pueblo suizo de Davos y que con vehemencia defienden los grandes cambios que han marcado nuestro tiempo: son los vencedores. Ellos se consideran la mejor prueba de sus teorías: antes no eran ricos ni poderosos y gracias al capitalismo flexible “han llegado”. Porque han aprendido a no aferrarse a las cosas: “Sus productos aparecen con fuerza en el mercado y con la misma rapidez desaparecen; Rockefeller, en cambio, quería poseer pozos de petróleo, edificios, maquinaria o carreteras y poseer todo por mucho tiempo”. En la montaña mágica la experiencia de la fragmentación y la dislocación es diferente.

Allí no es problema la falta de relaciones humanas sostenidas y de proyectos duraderos. Ni las reconversiones de empresas y las reducciones de plantas que han hecho que el fracaso sea la perspectiva normal a la que se enfrentan no sólo los muy pobres sino también la clase media. Porque aquella élite es cada vez más pequeña y el éxito cada vez más difícil de alcanzar. Y en ese juego de “el-ganador-se lo lleva-todo” los que ganan barren con las ganancias mientras la masa de perdedores tienen que repartirse las migajas. Un juego azaroso que arroja a grandes cantidades de gente con estudios “al vertedero del fracaso”.

La propuesta de Sennet no es, ni mucho menos, reivindicar el viejo capitalismo ni lo que se conoce como el Estado de bienestar. Aparte de parecerle imposible, considera que tal perspectiva era claustrofóbica y sus condiciones de autoorganización rígidas: “Continuar hoy ese modo de pensar sería una receta para la autodestrucción en los mercados y las redes flexibles de la actualidad”. ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo organizar nuestra vida personal ahora en capitalismo que dispone de nosotros y nos deja a la deriva?

Obviamente Sennet no tiene las respuestas. Su gran aporte en este lúcido ensayo es el de plantearnos el problema en toda su dimensión y con una gran claridad. La reflexión a lo largo del texto siempre está hecha a partir de la experiencia de personas concretas: Rico, Rose, los panaderos de Boston, los ingenieros despedidos de la IBM. No tiene respuestas, pero sus cuestionamientos son demoledores: un régimen que pierde de vista las angustias y los sentimientos de los que están abajo, que los hace sentir innecesarios, no tiene legitimidad. Y no puede durar mucho tiempo.