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EL GENIO OLVIDADO

En medio de la indiferencia de los colombianos, el mundo celebra los 450 años del nacimiento de Miguel de Cervantes.

20 de octubre de 1997

Recién aparecido El Quijote, y llevado más bien por el desprecio que por la razón, Lope de Vega, uno de los más grandes genios literarios del Siglo de Oro español, se atrevió a escribir en 1604: "De poetas no digo: buen siglo es éste. Muchos están en ciernes para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a don Quijote". Cerca de 400 años después del incidente la sentencia de Lope, una diatriba común en una época en la que los escritores solían ser ácidos contradictores entre sí, figura apenas como una anécdota irónica en la historia de la literatura, ante el paso galopante con el que las aventuras de aquel caballero de la triste figura y su fiel escudero Sancho han trascendido el tiempo hasta colocarse en la cumbre de las letras castellanas.
Pero no fue ni siquiera el tiempo el que se encargó de hacer justicia póstuma con Cervantes. De hecho, a diferencia de muchas de las grandes obras de la literatura universal, el de El Quijote fue un éxito inmediato, un fenómeno que los editores de hoy llamarían un best seller. Durante el primer año de su publicación aparecieron no menos de ocho ediciones -dos en Madrid, dos en Lisboa, dos en Valencia, una en Barcelona y otra más en Amberes-. Y antes de que Cervantes publicara la segunda parte 10 años después, ya los ingleses, los franceses y los italianos habían comenzado el proceso de traducción de una obra recibida con insospechado entusiasmo. "Los nombres de don Quijote, Sancho y Dulcinea andaban en todas las bocas", comenta el crítico Luis Astrana Marín, e incluso las ferias callejeras de la época no tardaron en incorporar a los nacientes personajes a sus desfiles de máscaras y disfraces. La fama de El Quijote corrió, en fin, como reguero de pólvora, en primera instancia por la gracia, el ingenio y el humor con que había sido escrito, y más tarde por la dimensión literaria que comenzó a adquirir en la historia de las letras universales.
El novelista moderno
Sin que él mismo pudiera darse cuenta del fenómeno, Cervantes había iniciado con El Quijote la novela moderna. Si antes la prosa de ficción era una simple narración de sucesos verificables, un cúmulo de aventuras anecdotarias, El Quijote rompió el mecanismo en mil pedazos. La novela será a partir de entonces una constante pregunta por la vida y sus ambigüedades, ya no será un vehículo para la vivencia sino la vivencia misma. ¿Por qué Cervantes inaugura la novela moderna? se pregunta el poeta Jaime García Maffla en el prólogo a la edición colombiana de El Quijote publicada recientemente por Editorial Panamericana. "Porque lo que le interesa no es ya el solo relato de una historia (de la cual, para enterarse, el lector tiene el libro como puente o pretexto), peripecia o anécdota, como sucedía en los escritos literarios que llegaban hasta él, sino el momento mismo de la lectura (tener el libro entre las manos), el instante de leer como episodio espiritual, el solo suceso interior del acto de leer, que no se hace ya para enterarse de algo o para trasladarse a otro mundo sino para estar en más íntimo contacto consigo mismo".
"El novelista no tiene que rendirle cuentas a nadie, salvo a Cervantes", ha escrito el autor checo Milan Kundera, reconociendo la paternidad del escritor español sobre el género. Mientras el argentino Jorge Luis Borges, quien a lo largo de su vida siempre sospechó de la verdadera grandeza del autor de El Quijote, terminó aceptando su superioridad por encima, incluso, de Quevedo, su autor consentido.
Pero independientemente de las discusiones literarias alrededor de su importancia, el hecho es que El Quijote se convirtió con el paso del tiempo en uno de los textos más editados, traducidos y analizados en la historia de la literatura universal. Los tratados, ensayos y artículos alrededor de Cervantes y su obra desbordan los anaqueles y las figuras del escuálido caballero y su carnoso escudero sobrepasaron hace rato los límites literarios para incorporarse a la imaginería popular.
Si las letras italianas encontraron la gloria con Dante, las inglesas con Shakespeare y las alemanas con Goethe, no hay duda de que las letras castellanas hallaron su pináculo en Cervantes, un estatus que el escritor español no alcanzó siquiera a vislumbrar a pesar de su efímera y postrera fama.
Una vida quijotesca
En realidad la vida de Miguel de Cervantes Saavedra, desde el punto de vista simbólico, no difiere mucho de la del propio Quijote. De la misma forma que su anacrónico caballero andante vivió derrota tras derrota sus aventuras furtivas y vivaces, Cervantes tuvo sobre su existencia más el signo del infortunio que el de la dicha.
Aunque sus biógrafos han confirmado que fue bautizado el 9 de octubre de 1547 en Alcalá de Henares no ha aparecido todavía algún documento que testifique el día en que nació. Según la tradición española, era frecuente que los padres bautizaran a sus hijos con el nombre del santo del día de su nacimiento, y por eso la hipótesis más aceptada es que Cervantes vino al mundo el 29 de septiembre, día de San Miguel. Su padre, Rodrigo de Cervantes, era un médico practicante que, dadas las penurias económicas de su familia, nunca pudo continuar sus estudios superiores en la Universidad Complutense. Ser apenas un practicante de cirugía en una ciudad de altos estudios en medicina, y por demás repleta de médicos, le hacía difícil conseguir un oficio permanente. Para rematar, era sordo. De manera que pronto, debido a los quebrantos económicos, tuvo que vender la casa acosado por las deudas y trasladarse a Valladolid en 1551. Cervantes no había cumplido los cuatro años y era el cuarto de una familia que llegaría a tener siete hijos: Andrés, Andrea, Luisa, Miguel, Rodrigo, Magdalena y Juan.
Las angustias económicas, que nunca abandonarían a don Rodrigo, lo obligaron a trasladarse de Valladolid a Córdoba, de Córdoba a Cabra y luego a Sevilla, hasta llegar a Madrid en 1566, donde el rey Felipe II había instalado la residencia de la corte. Lo más probable es que durante estos años el pequeño Miguel haya iniciado sus estudios de la mano de los jesuitas. Sin embargo los trasteos cotidianos le habían impedido dedicarse con juicio a su aprendizaje. A los 20 años Cervantes era un joven atrasado para su edad pero es muy probable que sus deficiencias las haya disimulado a punta de lecturas no muy ordenadas pero sí intensas. Sin duda era un individuo inquieto. Bajo la supervisión del maestro Juan López de Hoyos el hijo de don Rodrigo dio pronto muestras de su afición literaria. Había compuesto algunos poemas y en 1569 aparecieron publicadas por primera vez cuatro composiciones suyas, en medio de un relato escrito por el propio Hoyos sobre la muerte y las exequias de la reina de España, Isabel de Valois.
Con un talento apenas insinuado, todo indicaba que el joven Cervantes continuaría sus estudios en la Universidad Complutense para convertirse en todo un intelectual. Pero un incidente habría de cambiar dramáticamente su destino inmediato. En una riña callejera hirió con la espada a su contrincante, un suceso que lo llevó a huir de Madrid. Un mandato judicial proferido por la Sala de Alcaldes de Casa y Corte lo declaró ausente en rebeldía y lo condenó a un destierro de 10 años. Su condición de hidalgo amenguaría la pena, pero para entonces Cervantes ya se había instalado en Roma, trabajando como camarero de monseñor Julio Acquaviva, quien sería nombrado cardenal en 1570. Pero su vida no estaba para la servidumbre y una vez conoció que la Santa Liga, organizada por el rey de España, el señorío de Venecia y el Papa Pío V, preparaba su ejército para enfrentar a los turcos, Cervantes decidió alistarse y fue enviado al Tercio de Nápoles, en la compañía de Diego de Urbina. A bordo de la galera Marquesa el autor de El Quijote habría de protagonizar una de las batallas más famosas de la historia, la de Lepanto.

El manco de Lepanto El 7 de octubre de 1571, y bajo las órdenes de Juan de Austria, hermano del rey Felipe II y comandante de los ejércitos de la Santa Liga, el aguerrido soldado venció las calenturas producidas por la malaria que lo había atacado por esos días y en un arranque ejemplarizante de coraje se arrojó contra el enemigo incitando a sus compañeros a la victoria definitiva. Su valentía, reconocida poco después por el mismo Juan de Austria al premiarle con un aumento de sueldo, tuvo su costo. Un arcabuzazo le hirió el pecho y de paso le destrozó la mano izquierda. Aunque no la perdió, le quedó inservible y el episodio serviría para que la historia lo bautizara con el nombre de 'El manco de Lepanto'.La gloria, sin embargo, habría de ser efímera. Después de destacarse en misiones menores en el Peloponeso y Túnez, la Santa Liga se deshizo y Cervantes pasó a una vida de guarnición en Cerdeña, Lombardía, Nápoles y Sicilia. A pesar de que no fueron años muy emocionantes sí le servirían desde el punto de vista literario. En Italia, Cervantes había entrado en contacto con el renacimiento y su perenne inquietud literaria lo convertiría en un excelso conocedor de las letras italianas. A punto de regresar Cervantes a España como un héroe y equipado con sendas cartas de recomendación firmadas por Juan de Austria, la galera en que retornaba fue interceptada por los turcos enfrente de Marsella. El héroe de Lepanto, junto con su hermano, fueron llevados como esclavos al servicio de un corsario de origen griego de nombre Dali Mumí. Sus recomendaciones lo hicieron tan valioso que los turcos no dudaron en pedir una fuerte recompensa por su rescate. Su familia, desde Madrid, apenas pudo recoger plata para liberar a Rodrigo. Cervantes, por su cuenta, se propuso escapar, sin éxito, en cuatro oportunidades. Luego de cinco años de cautiverio fue rescatado por un sacerdote de la Orden Trinitaria que promovió una colecta entre los cristianos de Argel hasta alcanzar la suma requerida para su liberación. Cervantes regresó a España después de 11 años de ausencia. Era 158 y el escritor acababa de cumplir 33 años. Juan de Austria, el único que había reconocido sus méritos militares, había muerto dos años atrás. Así que el escritor no hizo mucho esfuerzo en tratar que Felipe II lo colmara de los privilegios merecidos. De hecho, el rey no lo tomó demasiado en serio y lo mandó a misiones menores en Portugal. Decepcionado de su vida militar y con una familia sumida en las penurias económicas, Cervantes se retiró de sus oficios y le solicitó a la corona que lo enviara a alguna de las colonias españolas en América. La petición le fue negada y, en consecuencia, decidió dedicarse nuevamente a sus estudios literarios. Por esos años publicó La Galatea, contrajo matrimonio con Catalina de Salazar, una joven de 19 años a quien Cervantes le llevaba 18, y es probable que se haya dedicado a la venta y representación de algunas obras de teatro, hechas exclusivamente para su supervivencia, hasta que en 1587 fue nombrado Comisario Real de Abastos, un empleo que, aunque desagradecido, sería indispensable para la consumación de El Quijote. De alcabalero y en la cárcel Su misión era requisar a los productores de cereales y aceite para sostener la famosa Armada Invencible, que Felipe II quería enviar contra Inglaterra. Y si bien la sede estaba en Sevilla, su obligación era recorrer pueblos y pueblos organizando recaudos. Un oficio tan impopular sólo podía generarle la animadversión del pueblo, y de la propia Iglesia, que terminó excomulgándolo tras un embargo de trigo a una comunidad. Más que aburrido, descorazonado, Cervantes fue cediendo a las circunstancias. Volvió a implorar su traslado a las Indias Occidentales, pero nuevamente la solicitud le fue negada.Para alimentar su desasosiego, en 1592 un corregidor lo envió a la cárcel por vender trigo sin autorización. Y a pesar de que resultó inocente de las acusaciones, duró tres años en prisión. Dos años después el drama se repitió. El banco de Sevilla, donde consignaba religiosamente sus alcabalas, quebró. Al no poder rendir cuentas a la corona fue enviado de nuevo a la cárcel sevillana. Parecía que su racha no terminaría, pero finalmente en prisión se dio cuenta de que su vida, sus humillaciones, su paso de soldado eximio a andariego fantasmal, sus viajes por Italia y por Oriente y el contacto directo tanto con nobles como con pícaros y ladrones le habían servido para concebir su obra definitiva. Tras los barrotes ideó la génesis de El Quijote. Liberado bajo fianza en el amanecer del siglo XVII, se dedicó de lleno a culminar la obra. Quizás no había pensado sino hacer un relato corto, una novela ejemplar acorde con la época, pero su riqueza literaria y sus experiencias vivenciales le ayudaron a construir una obra monumental: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.En principio parecía una simple y divertida burla a las novelas de caballería que lo antecedieron. Los caballeros, por supuesto, habían desaparecido hacía años, pero con la invención de ese lector voraz que terminó perdiendo el juicio a fuerza de imaginar aventuras en su biblioteca, Cervantes creó en El Quijote quizás al más noble de los caballeros andantes. La novela mantenía el núcleo ancestral de los personajes viajeros, aquellos que salen a describir el mundo . Pero el viaje de El Quijote era en realidad un viaje hacia sí mismo, un principio que transformaría la historia de la novela. Como en los viejos cuentos de caballería, el héroe no podía morir sin haber cumplido su misión. El Quijote, cuya primera parte le había otorgado la fama crepuscular a los 58 años, fue culminado por su autor en 1615, un año antes de que su cuerpo sucumbiera al delirio de la muerte el 23 de abril de 1616. Había muerto Cervantes pero había nacido El Quijote. Había muerto el padre pero su prodigioso hijo literario habría de regalarle la posteridad. nn Después de 'El Quijote', la literatura universal jamás volvería a ser la misman A pesar de ser héroe en Lepanto nunca obtuvo los honores merecidosn Su vida, como la del Quijote, estuvo signada por el infortunioLa biblioteca de Cervantessi El Quijote es ante todo la historia de un lector voraz que pierde la cordura tras escudriñar hasta el más mínimo rincón de su biblioteca hasta el momento no existe nadie que haya podido comprobar de manera exacta que Cervantes haya tenido una. Sin embargo, para muchos expertos basta leer con detenimiento El Quijote para darse cuenta de que era prácticamente imposible que no la tuviera. La novela de Cervantes es tan nutrida en referencias bibliográficas que una de sus mayores virtudes radica en que es en sí misma una obra sobre literatura.En conmemoración de los 450 años del nacimiento del genial escritor español la Biblioteca Nacional y la embajada de España han organizado, a partir del 22 de octubre, una exposición que busca armar, con libros de los siglos XVI, XVII y XVIII, la hipotética biblioteca de Cervantes con base en las valiosas reliquias literarias que guarda la institución en sus anaqueles."La idea es reconstruir el diálogo que mantuvo Cervantes con la literatura en 'El Quijote', comenta Hernando Cabarcas Antequera, experto en literatura medieval y del Siglo de Oro español y quien está al frente de la curaduría. Las referencias directas que hace Cervantes en su novela y los tesoros de la Biblioteca Nacional nos han permitido reconstruir la biblioteca del autor de 'El Quijote' en un 80 por ciento".Entre las reliquias más interesantes de la muestra serán exhibidas una primera edición de las Novelas ejemplares, tres primeras ediciones de Lope de Vega, una primera edición de la primera traducción al español de Petrarca, una segunda edición de la primera traducción del Orlando furioso, primeras ediciones de Garcilaso de la Vega, una primera edición del Carlo famoso, la historia novelada de Carlos V, y una edición antigua del Amadís de Gaula, la obra fundamental en la que se inspiró Cervantes para crear a El Quijote, además de los textos que Cervantes nombra directamente en su novela. La exposición, titulada 'El conjuro de los libros', tiene por objetivo mostrar al público los textos que cautivaron a Cervantes y de paso terminaron atrapando a El Quijote en su fantástica locura. "Por supuesto, aclara Cabarcas, partimos de la base que la biblioteca de Cervantes, antes de científica, fue una biblioteca de libros de imaginación", pero aún así fue lo suficientemente completa como para llevar a cabo su faena monumental. "Según Umberto Eco, continúa Cabarcas, existen tres clases de bibliotecas. Las primeras dos son: la propuesta por Borges (la biblioteca de Babel), que recrea las ideas sin que sea necesario salir de ella, y la propuesta por Joyce, que es parecida a la de Borges y recrea ya no las ideas sino las palabras. Pero ambas son encerradas, interiores. La tercera, la de Cervantes, es aquella que se sale a ver lo que ocurre en el mundo. De alguna forma esta idea es la que queremos hacer comprender al público". Paralelamente a la exposición la Biblioteca Nacional efectuará un ciclo de conferencias con escritores y expertos en Cervantes, además de una maratónica lectura de El Quijote durante 24 horas consecutivas, de la misma forma en que lo hicieron en España el pasado 23 de abril.