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EL JUEGO

Del mismo director de 'Seven', un truculento 'thriller' sicológico y de acción con dos señores actores como protagonistas.

16 de febrero de 1998

El año pasado el director David Fincher estremeció al público con el que ha sido sin duda uno de los más escabrosos casos policíacos de la historia reciente de Hollywood. La película se llamaba Seven y narraba la historia de un sicópata que aniquilaba salvajemente a sus víctimas de acuerdo con un siniestro plan basado en los siete pecados capitales. El hecho de que el asesino haya salido victorioso al final la convirtió en la cinta más perversa de los últimos años. Ahora el mismo director ha llevado a la pantalla gigante El juego, un filme que a pesar de no ser tan malicioso como el anterior sí posee la suficiente truculencia como para gastarle una broma pesada al espectador. Y es que la trama de El juego es precisamente eso: una broma pesada, tan pesada que se convertirá en la peor pesadilla que haya sufrido el protagonista en su vida. El prestigioso Michael Douglas hace las veces de Nicolas Van Orton, un poderoso magnate que ha sacrificado su vida en aras de mantener su emporio financiero funcionando como una aceitada maquinita de hacer dinero. Déspota y calculador, Van Orton suele despreciar todo lo que no tenga que ver con su trabajo, incluida su familia, sólo hasta cuando su rebelde e irresponsable hermano, Conrad _protagonizado por Sean Penn_ decide brindarle un curioso regalo el día de su cumpleaños: una invitación para inscribirse en una sospechosa organización dedicada a proponerles misteriosos juegos a sus clientes como si fueran un completo plan de vacaciones. No obstante, antes de que Van Orton se decida a entrar ya el juego ha comenzado con un oscuro libreto, tan oscuro que el mismo Van Orton no podrá saber si se trata en realidad de un juego o de un astuto plan para arruinarle la existencia. La fuerza de la cinta reside en el engaño permanente tanto al protagonista como al espectador, ninguno de los cuales llega a reunir suficientes argumentos para saber si detrás del juego está la venganza de su hermano, una red sofisticada de delincuentes o un grupo de enfermos mentales. Sin embargo es tal la truculencia del juego y tan poco claro el objetivo de la manipulación que la historia se convierte por sí sola en un engaño, una broma sin un sentido sólido que la respalde y, sobre todo, sin un epílogo que sea más o menos coherente con la cantidad de calamidades propuestas para el protagonista durante toda la película.