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EL MITO DE LA CAVERNA

El hallazgo de una cueva intacta del paleolítico, colmada de dibujos rupestres y probablemente más antigua que las de Altamira y Lascaux, ha puesto a revolar a los cientìficos del mundo.

6 de marzo de 1995

LAS CUEVAS DE ALTAMIRA Y LAScaux eran las más consentidas poseedoras del arte prehistórico universal. Descubiertas en 1879 y 1940, en España y Francia respectivamente, sus escenas rupestres le dieron la vuelta al mundo convertidas en fidedigno documento histórico de la cotidianidad humana en los últimos años del paleolítico, es decir, hace unos 15.000 años. Pero el enorme protagonismo de estas cuevas quedó opacado el 18 de diciembre de 1994, instantes después de que el francés Jean-Marie Chauvet, en compañía de dos expertos más, sintiera en sus pies una corriente de aire que lo guiaría a uno de los descubrimientos más importantes del siglo.
Ese día Jean-Marie Chauvet, Eliette Brunel-Deschamps y Christian Hillaire salieron a visitar cuevas inexploradas en la región de Ardeche, en el sudeste de Francia. Muchos otros domingos habían cumplido la misma rutina sin tropezar con nada interesante. Sin embargo en esa ocasión, después de haber entrado por un pequeño orificio a una cueva sin mayor atractivo, y estando a punto de devolverse, Chauvet sintió una corriente de aire que soplaba por entre las piedras del suelo. Este era un signo inequívoco de que detrás de las paredes existía una galería más.
Los tres espeleólogos quitaron las piedras una por una, atravesaron el angosto tramo y, una vez adentro, volvieron a taparlo para evitar que las corrientes y la presión de aire fueran modificadas. Avanzaron lentamente por entre los estrechos corredores y galerías hasta llegar a un pozo de alrededor de siete metros de profundidad. Utilizando una escalera portitil, los tres espeleólogos bajaron hasta el fondo. Este era en realidad una cueva de alrededor de 60 metros de largo, 40 de ancho y 10 de alto, prolongada por otras galerías y corredores de 900 metros de largo en total. "Ese momento fue uno de los más intensos de mi vida", dice J.M. Chauvet. "Descubrimos una cueva de inimaginable belleza: el suelo, las estalactitas y las estalagmitas brillaban con mil colores". Pero, aparte de la belleza del espectáculo, lo que ninguno de los tres espeleólogos esperaba, al iluminar las paredes con sus lámparas, era tropezar con un hallazgo de proporciones magnificas: un nùmero indeterminado de dibujos del paleolítico en sorprendente estado de conservación. Después de lo ocurrido los tres espeleólogos acordaron no decir una palabra a nadie. "Lo más difícil fue guardar el secreto", reconoce Chauvett quien gracias a la triste experiencia de las cuevas de Altamira y Lascaux -en donde mucha información se perdió por culpa de los curiosos y de los guaqueros- intuía las desastrosas consecuencias de una indiscreciòn. El 25 de diciembre pasado Chauvet y sus amigos regresaron a la cueva mejor preparados y descubrieron uno a uno los maravillosos dibujos en las paredes. Al comenzar el año nuevo la noticia llegó por fin a los oídos de Jacques Toubon, ministro de la Cultura de Francia, y de Jean Clottes, uno de los mayores expertos que tiene el planeta en el tema. Clottes fue el encargado de disipar las dudas y certificar la autenticidad del hallazgo. Fue tanta su emoción que vaticinó la edad de la caverna: 19.000 años.

UNA JOYA ARTISTICA
La que desde ahora se conocerá como la cueva Chauvet, en honor a su descubridor, es considerada una joya artística. Aunque Altamira y Lascaux poseen gran cantidad de información prehistórica, la de Chauvet tiene tres características que la hacen única: la variedad y la originalidad de los temas, la calidad artística de los dibujos y el hecho de que durante 20.000 años la cueva hubiera permanecido sellada, preservando el estado de los suelos.
Desde el punto de vista histórico, los científicos aseguran que la cueva Chauvet es superior a los descubrimientos de Lascaux y Altamira. Murales de hasta tres metros de alto muestran una variedad inigualada hasta ahora: 300 dibujos de animales y otro tanto de grabados adornan la cueva, dentro de los cuales se distinguen reproducciones de rinocerontes, leonas, osos, bisontes y caballos. Lo curioso de todo esto es que, hasta ahora, los dibujos encontrados eran reproducciones de animales de caza, los cuales reflejaban la vida diaria de las tribus de la época. Esta teoría podría ser revaluada gracias a los descubrimientos de Chauvet y su equipo. En ellos una pantera roja, un búho, una hiena y más de 50 rinocerontes marcan la predominancia de los animales depredadores por encima de los animales de caza. Si bien esto a primera vista no aporta mayores conocimientos sobre la fauna y la flora del paleolítico -que ya se conocen de manera orecisa-, sí podría indicar que el comportamiento de los hombres de la época era en realidad muy diferente del que se creía hasta ahora.
Desde el punto de vista artístico, lo que ha sorprendido a los expertos es la maestría del autor. La calidad y la manera como fueron usados los materiales carbón de palo y óxido de hierro, entre otros, demuestran que el autor no improvisó su obra. Al parecer el autor preparó las paredes, tal vez raspándolas con algún tipo de espátula como cualquier pintor del Renacimiento. El talento del artista está particularmente reflejado en dos cabezas de leonas. Su realismo dejó a todos los expertos incrédulos. Los detalles y la precisión de los dibujos hacen pensar a Clottes que todo fue la obra de un solo pintor, quien a su vez contó con la ayuda de un aprendiz. El artista probablemente pasó muchas semanas pintando, mientras su comunidad se ocupaba de alimentarlo y de suplir sus necesidades. Este hecho podría modificar sustancialmente la visión actual sobre el hombre paleolítico. Las cuevas de Chauvet podrían demostrar que el dibujo en esa época no era una manifestación meramente religiosa, sino que tenía otras connotaciones.

PATRIMONIO MUNDIAL
Sin embargo, tal vez lo más importante es que la cueva haya sido descubierta en el estado exacto en que se encontraba hace 20.000 años. 'Esta cueva, dice Clottes, es la única red de galerìas ornamentadas totalmente intactas que hayan llegado hasta nosotros desde el paleolítico". No sólo fueron preservadas las paredes de todo contacto humano sino que el suelo fue cuidadosamente protegido por los espeleólogos expedicionarios. Esto permitirá establecer la edad de la cueva de manera más precisa, con la ayuda de la prueba del carbono 14, y recoger información sobre objetos, huellas y marcas. Por ejemplo, se habla ya de la presencia de huellas particulares en cercanías de las paredes, las cuales corresponderían a los andamios que se debieron usar para realizar los dibujos. Además se encontró en otra galería un cráneo de oso sobre una gran piedra de forma cúbica, rodeado por otros cráneos del mismo tipo. Nadie se atreve a asegurar que se trate de algún culto, pero todo el mundo lo piensa en virtud de que la cueva está profundamente marcada por la presencia de osos.
Pero todo esto son sólo especulaciones. Lo que se avecina, después de la emoción del descubrimiento, es un arduo trabajo de investigación que, según Clottes, puede tardar más de 10 años, para acercarse a las verdades de las cuevas de Chauvet sobre el hombre de hace 20.000 años. La primera medida ha sido la de ordenar proteger la cueva con los más modernos dispositivos de seguridad, incluido un sistema que permita mantener la humedad y la temperatura exactas de antes del descubrimiento, el cual deberá evitar lo ocurrido en Lascaux, donde microbios y algas microscópicas destruyeron parte de las pinturas.
Por el momento, la alta tecnología computarizada ya ha sido puesta al servicio no sólo de los análisis espeleológicos, sino de solucionar una paradoja inevitable: que la cueva permanezca cerrada por siempre, lejos de la vista del hombre, en aras de su perfecta conservación. En respuesta al problema, desde ya algunos expertos en imagen digital, reunidos por estos días en un congreso en Mónaco, han propuesto digitalizar la cueva para que el público haga un recorrido real -pero fantástico- a través de la técnica computarizada conocida con el nombre de realidad virtual.
Así, en cuestión de días, la corriente de aire que sintieron Chauvet y sus colegas ha contribuido en últimas para que el más lejano indicio artístico del hombre se funda hoy con el que será quizás el mayor avance artístico del siglo XXI