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El mundo según Christopher

Una ingeniosa historia sobre un muchacho autista que ha sido traducida a 35 idiomas.

Luis Fernando Afanador
30 de enero de 2005

Mark Haddon
El curioso incidente del perro a medianoche Salamandra, 2004
268 páginas
Pasados siete minutos de la medianoche, Christopher Boone observa a

Wellington, el perro de la señora Shears, su vecina de enfrente, tendido en la hierba. Muy rápido, Christopher se da cuenta de que la quietud del perro no es normal: Wellington está muerto. O, más exactamente, fue asesinado: de su cuerpo sobresale una horca de púas. ¿Qué interés puede tener un caniche asesinado en un barrio de clase media baja de Swindon, una pequeña ciudad cercana a Londres? En realidad, muy poco. A menos que la persona que pretende resolver el misterio y contarnos la historia sea

muy especial. Y el joven

Christopher Boone, por cierto, lo es: su extraña y fascinante manera de pensar no se parece a la de ninguno de nosotros.

Christopher John

Francis Boone detesta el contacto físico. Si alguien lo toca -incluidos sus padres- responde con agresividad y violencia (por si las dudas, mantiene en su bolsillo "una navaja del ejército suizo con 13 accesorios"). En consecuencia, evita ir a los sitios donde hay muchas personas. Un supermercado o un centro comercial lo descontrolan del todo. Prefiere estar en su cuarto, solo, jugando en el computador, viendo programas científicos en la televisión o resolviendo difíciles problemas matemáticos mientras acaricia a Toby, una rata de laboratorio que es su mascota (únicamente con los animales expresa afecto y por eso lo conmueve tanto la muerte de Wellington).

Odia el color amarillo, que los alimentos se mezclen en su plato, que alguien use su baño y que la gente no diga la verdad. Y para él, la gente poco dice la verdad. Entre otras razones, porque utiliza el lenguaje para hacerse entender, y el lenguaje humano le parece pobre, ambiguo, incierto y plagado de metáforas. Por ejemplo, ¿qué significan con exactitud expresiones como 'pasamos un día de mil demonios', 'morirse de la risa' o 'era la niña de sus ojos'? Cuando trata de formarse una imagen en la cabeza de alguna de estas frases se siente perdido "porque una niña en los ojos de alguien no tiene nada que ver con que algo le guste mucho y te olvidas de lo que la persona decía". Christopher prefiere la lógica y las matemáticas porque son seguras y al final siempre hay una respuesta sencilla. Tener siempre un plan de lo que va a hacer y un horario lo confortan: es la garantía de que no va a perderse en el tiempo. No por azar abundan dibujos, ecuaciones, fechas y datos precisos: "Tengo 15 años, tres meses y dos días".

Este adolescente 'especial' y sui generis es el que se propone resolver el misterioso asesinato del perro. A pesar de la expresa prohibición de su padre -su madre murió de un ataque al corazón- de no inmiscuirse en los asuntos de los demás, Christopher se involucra en la investigación. No consigue evitarlo: se trata de un enigma policial y sabe que con una dosis adecuada de lógica y razonamiento, todos los casos policíacos tienen solución. Sherlock Holmes, su admirado maestro, "tenía en grado sumo el poder de abstraer su mente a voluntad". Claro que su pesquisa no sólo lo llevará a descubrir quién es el culpable de la muerte de Wellington, sino a develar los sórdidos secretos que se esconden dentro de su familia.

Ignoro cómo funciona la mente de un niño autista y qué tan confiable es el conocimiento del tema por el autor de esta novela -entiendo que trabajó varios años con niños discapacitados-, pero puedo asegurar que el personaje que ha inventado es absolutamente verosímil. E inquietante: su 'inhumanidad' nos cuestiona. Sí, es cierto, lo más valioso que poseemos son nuestros sentimientos, pero no debemos olvidar que los sentimientos son ilusiones, velos que nos engañan y nos impiden ver la realidad desnuda, tal cual es. Christopher es duro, a veces implacable. Y sin embargo, no miente, no se engaña. Y, sobre todo, no se estrella tan estruendosamente contra la realidad como las sensibles y patéticas personas que lo rodean.