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EL NOBEL DEL IRLANDES

A pesar de ser uno de los más reconocidos autores de habla inglesa de las últimas decadas, el nuevo Nobel de literatura, Seamus Heaney, era en Colombia un ilustre desconocido.

6 de noviembre de 1995

EN GRAN BRETAÑA ES RECONOCIDO como uno de los poetas más brillantes de las últimas décadas, su cátedra de literatura en la Universidad de Oxford es tan solicitada como impecable, sus conferencias en Harvard son aclamadas, la crítica literaria europea lo ha elogiado hasta la saciedad y en las calles de Dublín ha tenido que enfrentarse en varias ocasiones a decenas de seguidores que lo buscan para pedirle un autógrafo. La academia sueca lo tenía entre ojos desde hace varios años y finalmente decidió otorgarle el Premio Nobel de Literatura 1995. Sin embargo, el poeta irlandés Seamus Heaney era hasta la semana pasada, para la gran mayoría de los colombianos, un ilustre desconocido.
Aunque ya es costumbre en el prestigioso certamen, alrededor del Nobel de este año se habían empezado a tejer especulaciones sobre los posibles ganadores. En los corrillos de intelectuales se hablaba de Salman Rushdie, el polémico autor de Los versos satánicos, y de Jorge Amado, el novelista brasileño que lleva casi un lustro siendo el favorito de la crítica internacional. Pero de nuevo la academia sueca sorprendió al mundo con el nombramiento de un poeta que no estaba entre la baraja de los analistas literarios.
Según los críticos, con base en la exaltación de los valores nacionales irlandeses, la religión, la patria y la cotidianidad campesina -fruto de la nostalgia de su niñez en Irlanda del Norte-, Heaney logró fusionar las raíces rurales románticas y noblos de la Irlanda de su infancia con el realismo moderno actual, ciego y despiadado, de tal forma que se convirtió en la voz poética irlandesa más aclamada después de W. B. Yeats, también Nobel de literatura y quien murió precisamente el mismo año en que nació Heaney: 1939.
Oriundo de Mossbawn, Irlanda del Norte, hijo de un granjero vendedor de ganado en Londonderry y de profundas convicciones católicas, Seamus Heaney abandonó su tierra -de mayoría protestante- en 1972, cuando el conflicto entre nacionalistas y simpatizantes de la corona inglesa estaba en su mayor efervescencia. A partir de entonces se radicó en Dublín, desde donde ha denunciado la triste indiferencia que han demostrado las dos partes en contienda ante la violencia de una pugna que aún hoy está lejos de solucionarse.
Quizás por eso no han faltado, entre las primeras reacciones, algunos observadores que ven en la elección del nuevo Nobel un cariz político, pues a pesar de ser abiertamente nacionalista, Heaney está también abiertamente en contra de esa violencia por la cual abandonó su patria natal.
Aparte de estas especulaciones, lo cierto es que a Seamus Heaney la academia sueca le ha reconocido su capacidad para desbordar las élites culturales y su talento para mezclar la belleza lírica con la profundidad crítica. Y en última instancia es en este sentido que su poesía y sus ensayos han asegurado, con el Nobel, la trascendencia mundial de las fronteras.