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El primer"ismo "

Por primera vez se define como movimiento artístico a los paisajistas de comienzos de siglo.

31 de diciembre de 1990

El arte no progresa. Por fortuna surgió el posmodernismo, después de una agotadora secuencia de tendencias pictóricas, para decretar que ninguna era mejor que otra. Todos quedaron tranquilos y los muertos pudieron dormir en paz.
Hasta ese momento reinaba la teoría modernista de la ruptura. Desde comienzos de siglo, cada uno de los movimientos que entraba en moda, que alcanzaba el aparente honor de estar a la vanguardia, pretendía superar al anterior. Se pensaba, entonces, que el arte progresaba y que las nuevas generaciones tenían el poder de sepultar a sus antecesores. El posmodernismo entendió las cosas como se debe y quedó claro que el arte es o no es y que todo es válido, si es excelente, sin importar el estilo o la tendencia.
Resulta muy oportuna, por ende, la aparición del libro La Escuela de la Sabana, escrito por el crítico y curador Eduardo Serrano y editado por el Museo de Arte Moderno, de Bogotá. Resulta oportuno, porque no cabe duda de que el movimiento ahí comprendido gozó a plenitud del requisito de excelencia, y sin embargo fue olvidado a causa de los aires que posteriormente fueron sucediéndose.
No se trata de un simple catálogo de fotografías. No podría serlo. Detrás de este hermoso volumen que acaba de hacer su aparición en las librerías reposan más de 15 años de rigurosa investigación. Serrano es consciente de que para entender el presente es indispensable conocer el pasado. De ahí su interés por meterse a fondo en la historia del arte nacional, que se comprueba con su ya largo listado de publicaciones. Sustenta así su fecunda labor analítica -más que crítica y evita el inmediatismo que tantos males le ha causado a la plástica.
La Escuela de la Sabana no es otra cosa que el movimiento de paisajistas que surgió en 1894 -con la aparición en el panorama pictórico nacional de Luis de Llanos y Andrés de Santa María- y se extendió hasta 1934, cuando nuevas tendencias de vanguardia fueron las llamadas a ocupar la atención. Constituye el presente libro la primera oportunidad en que los paisajistas definales del siglo pasado y principios de éste aparecen definidos como movimiento. El profundo estudio de Serrano lo llevó no sólo a definir perfectamente los lineamientos de tan importante tendencia, sino también a darle un nombre propio, con el que, entonces, seguramente, habrá de conocerse en adelante.
La Escuela de la Sabana, con representantes de tanta fuerza como Ricardo Borrero, Roberto Páramo, José María Portocarrero o Ricardo Gómez Campuzano, entre otros, además de los dos que podrían considerarse sus padres, marca el inicio del arte nacional, a pesar de que su lenguaje, el paisajismo, era ya de dominio universal. A partir de Llanos y de Santa María, surgen figuras que se mueven entre el academismo del primero y el expresionismo del segundo. Pero ligados todos por el romanticismo de su pintura y el realismo idealista (aunque suene contradictorio) de su visión.
¿Por qué la Escuela de la Sabana? Porque fue en Bogotá donde comenzó, precisamente en 1894, la cátedra de paisaje, y porque todos sus representantes se admiraron con la Sabana y todos la pintaron. Pero el movimiento llegó, más adelante, a plasmar en el lienzo prácticamente todos los rincones patrios.
Fue el inicio del arte colombiano. Y fue, de hecho, el primer "ismo" que luego se quiso superar.